Vol. 1 N° 2
Julio - Diciembre 2024
El presente artículo, redactado en la modalidad de ensayo, presenta los postulados centrales de la conferencia El Caribe: Una Mirada Histórica y Geopolítica del historiador venezolano Reinaldo Rojas. Esta disertación, dirigida a un público global y académico, se llevó a cabo virtualmente el 23 de marzo de 2021, en el contexto de la pandemia de Covid-19. Rojas, reconocido con un “Doctorado Honoris Causa” por la Universidad Yacambú, aborda cuestiones históricas y geopolíticas fundamentales para entender la realidad de América Latina y el Caribe. La conferencia invita a reflexionar sobre las categorías de tiempo y espacio, analizando el impacto histórico desde el período precolonial hasta la actualidad. Reflexionamos sobre la complejidad geográfica de la región, así como los intereses geopolíticos que han moldeado sus estructuras políticas y culturales. Igualmente observamos que el territorio no es solo un espacio físico, sino un constructo social que refleja las dinámicas históricas, económicas y culturales.
This article, written in essay format, presents the central postulates of the conference The Caribbean: A Historical and Geopolitical Perspective by Venezuelan historian Reinaldo Rojas. This dissertation, aimed at a global and academic audience, was held virtually on March 23, 2021, in the context of the Covid-19 pandemic. Rojas, recognized with an “Honorary Doctorate” by Yacambú University, addresses fundamental historical and geopolitical issues to understand the reality of Latin America and the Caribbean. The conference invites us to reflect on the categories of time and space, analyzing the historical impact from the precolonial period to the present. We reflect on the geographical complexity of the region, as well as the geopolitical interests that have shaped its political and cultural structures. We also observe that the territory is not only a physical space, but a social construct that reflects historical, economic and cultural dynamics.
Las ideas escritas en el presente artículo recogen los postulados centrales de la conferencia intitulada El Caribe: Una Mirada Histórica y Geopolítica del historiador venezolano, Reinaldo Rojas. Se trata de una conferencia presentada virtualmente desde el estado Lara, en la Región Centroccidental de Venezuela, destinada al público internauta de manera global y de la comunidad académica en lo particular. El eje temático es una propuesta de quien, entre muchos otros méritos, fue merecedor de un “Doctorado Honoris Causa” por la Universidad Yacambú, ubicada en el municipio Palavecino del estado Lara, Venezuela, el 30 de noviembre del año 2022; todo ello, en el contexto del 33 aniversario de esta prestigiosa casa de estudios nacida en suelo larense.
A pesar de que no existe una secuencia cronológica entre el galardón otorgado al Dr. Reinaldo Rojas y la conferencia dictada por este, pues, en orden de secuencia ocurrió todo lo contrario y no queremos incurrir en el anacronismo; conviene decirlo, lo tomamos como referencia para hacer algunos comentarios y reflexiones a partir de los estudios que lleva adelantado sobre los análisis de la realidad de América Latina y El Caribe.
En lo que respecta a la conferencia, a partir de la cual hilvanaré las ideas, la actividad fue promovida por la Red de Centros Sociales (RCS) en alianza con el Proyecto Caribe de la CPAL y presentada en el canal Somos Jesuitas vía Zoom en YouTube, el 23 de marzo de 2021 y su contenido fue publicado en versión escrita, el 14 de abril de 2021.
Como dato adicional vale decir que la disertación se llevó a cabo de manera virtual, probablemente y entre otras razones tal vez de menor magnitud, dada las condiciones globales del Covid 19 y cuyos impactos se hicieron sentir con el Decreto de Estado de Emergencia Sanitaria Nacional promulgado en Venezuela, el lunes 16 de marzo del año 2020, extendiéndose este episodio de conmoción social para los análisis, hasta el mes de octubre de 2021.
El componente introductorio de la investigación está integrado por una serie de interrogantes que invitan a la reflexión no solamente histórica, relacionada al período precolonial, colonial, de conformación de estados nacionales totalmente independientes y soberanos en Latinoamérica y el Caribe -salvaguardando puntualmente las excepciones de dependencia existentes hasta el día de hoy en algunos territorios de esta región-, sino además geográfica, por la enorme extensión del espacio acuático, insular y continental que está implicado en el análisis.
Así mismo, está presente el elemento geopolítico, producto de los intereses de cada una de las partes involucradas en el conglomerado de poderes económicos que participan en el concierto de las naciones, con estructuras de organización política muy variada, al calor de las transformaciones que se extienden desde el momento de la conquista hasta el presente; lo que desemboca en un abanico cultural muy complejo, diverso, pero también muy enriquecedor en lo educativo, musical, literario, religioso, gastronómico y, en suma, en la cosmovisión del mundo.
Para aproximarnos reflexivamente a los planteamientos de Reinaldo Rojas, enfocados en este espacio denominado El Caribe, coincidimos con Sosa (2012) para quien “…el territorio no es solamente una porción de tierra delimitada con su complejidad biofísica (relieve, condiciones ambientales, biodiversidad). Es, sobre todo, un espacio construido socialmente, es decir, histórica, económica, social, cultural y políticamente.”
En esa visión problematizadora y de conjunto, que implica indagar en el espacio más allá de verlo como un lugar fijo, encontramos, a partir de las inquietudes de Rojas (2021) por lo menos cinco interrogantes que el investigador formula y llaman la atención a saber, entre otras razones, por las relaciones de intercambio cultural que de manera inevitable se extienden desde el proceso de conquista y colonización hasta el día de hoy. Estos aspectos, sin lugar a duda, resultan fundamentales para entender la heterogeneidad que caracteriza la región, entendida como un circuito de complejas interrelaciones humanas.
Con todos estos elementos se puede advertir, inclusive, que por encima de los relatos heroicos y hasta romantizados que desde la gesta independentista pudieran construirse como narrativa política para exaltar la unión de los pueblos de esa región del mundo, especialmente en la actualidad, el panorama es mucho más complejo. Veamos a continuación algunas de las interrogantes formuladas por Reinaldo Rojas.
El Caribe ¿es parte constitutiva de lo que hoy denominamos América Latina? ¿estamos conscientes de que se trata de una realidad geohistórica y geopolítica diferente? ¿A qué centros de influencia geopolítica está vinculado El Caribe? ¿cuáles son las expresiones de identidad cultural en la literatura, en la música, en la pintura, en la religiosidad popular? En todo caso, ¿Hacia dónde mira El Caribe?
Tratar de contestar cada una de las preguntas dejando de lado los fundamentos históricos, geográficos y culturales, probablemente sería muy apresurado, razón por la cual Rojas (2021) se apoya en el enfoque geohistórico de Tovar (1986) para indagar en el estudio de El Caribe, como una comunidad integrada no solamente por la geografía física, sino además en “…la producción, reproducción y desarrollo de la vida humana” como un todo; es decir, en el marco de unas condiciones históricas determinadas.
De allí que la agitación humana que acompaña dicho espacio geográfico discurre paralelamente a las distintas actividades económicas en un período de tiempo de larga duración, que al decir de Braudel (1970) y para una mayor comprensión, debe ir más allá de lo explosivo de la coyuntura, el episodio o el acontecimiento; de tal manera que la comprensión de la realidad de El Caribe esté más cercana a su esclarecimiento actual.
Ese período de larga duración lo constituye fundamentalmente en primer lugar, el tiempo histórico aborigen precolonial, conformado por grupos humanos en su mayoría de lengua caribe y arawak desplegados en ese inmenso espacio hasta finales del siglo XV, tal y como lo indica Lara (citado por Rojas, 2021); en segundo lugar, el tiempo histórico colonial, iniciado con Cristóbal Colón en 1492 con la llegada europea hasta la actualidad, tomando en cuenta que aún existen nexos de dependencia de algunos de estos territorios caribeños con países europeos; en tercer lugar, la conformación de estados nacionales independientes comenzando con la emancipación de Haití en 1804 y otros desplegados hasta la segunda mitad del siglo XX.
De los análisis que expone Rojas (2021) sobre la región por él denominada El Caribe, relacionados con el poblamiento y la actividad económica, lo cual conlleva al estudio de los centros geoeconómicos y geopolíticos; también coincidimos con Tovar (1986) en el hecho que implica introducir otras disciplinas de las ciencias sociales -desde el punto de vista del método- como la historia, para poner sobre el relieve las observaciones que Paul Vidal de la Blanche sostuvo sobre la identificación de “las dos unidades espaciales individualizantes que sanciona el congreso de Washington de 1952: región uniforme u homogénea (Paisaje) y región funcional o nodal (región nodal)”, estando la primera vinculada con el espacio físico y la segunda, con el binomio hombres-medio; es decir, transformándose y permeando operaciones direccionadas por la acción económica y política, que a su vez le imprime peculiaridades distintivas entre los centros de poder y la periferia.
El análisis geohistórico propuesto en la investigación distingue, en El Caribe, un conjunto de mares y costas de mucho interés para la región, que forman lo que Reinaldo Rojas señala como el “Mediterráneo Americano”, contentivo “…de canales, puertos, estrechos y fosas marinas”, coincidiendo en su Latitud Norte con Los Estados Unidos y una parte de México, Longitud Este con el Océano Atlántico, Latitud Sur con Panamá (con conexiones al Océano Pacífico), Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa, y Longitud Oeste con los distintos países centroamericanos. Desde luego, también están presentes en la parte central un conjunto de islas, las Antillas Mayores y Menores, los archipiélagos y otras dependencias federales con singularidades allí existentes.
Por tal motivo, Rojas (2021) propone dos lecturas al momento de abordar el estudio de El Caribe, subrayando una extensión amplia, formada por islas y costas continentales y una extensión restringida, formada por islas más pequeñas, incluidas las Antillas mayores y menores. También, logra extraer la toponimia de la región apelando a los recursos históricos de la literatura española, inglesa y francesa. No obstante, la diversa clasificación etimológica de la región se mantiene incluso en los estudios modernos, tal y como lo recoge en las pesquisas históricas.
Vale decir que a pesar de que existe una pléyade de investigadores tanto de Latinoamérica como de habla inglesa y francesa, advierte Rojas (ob.cit.), los estudios en profundidad sobre El Caribe se han hecho tardíamente, especialmente desde el inicio de la segunda mitad del siglo XX. Los autores más destacados que explican los topónimos de la región son Miguel Acosta Saignes (1953) (VEN.), Guillermo Morón (1973) (VEN.), Germán Arciniegas (1966) (COL.), Frank Moya Pons (2000), (REP. DOM.), J. H. Parry, y P. M. Sherlock 1965 (ENG.), Franklin Knigt 1978 (U.S.A), Eric Williams 1944 (T.T.), Oruno Denis Lara (1986) (FRA) y Jacques Adelaïde-Merlande (1994) (FRA), tal y como se aprecia en el estudio.
En esa dirección, la literatura española, inglesa y francesa, refieren esa parte del mundo como las Indias Occidentales, West Indies y Antilles respectivamente, de modo que, al revisar históricamente estas denominaciones, se pueden hacer algunas aproximaciones acerca de las cosmovisiones en las que se fundamentan los teóricos, para tener una mayor comprensión. De todas formas, la región continúa siendo objeto de investigación que trasciende el hecho de asignarle un nombre, pues, los intereses están enfocados, hoy día, en los aspectos económicos y geoestratégicos, atributos que atraen a inversionistas y corporaciones trasnacionales de otras latitudes.
Indagando en lo que respecta a la formación étnico y social precolonial, sobresalen principalmente las comunidades de lengua arawaka, caribe y los tainos, quienes por el hecho de estar extendidos en la franja occidental de las Antillas e islas mayores (Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico), recibieron las embestidas de la conquista a través de los enfrentamientos, la esclavitud y todo el proceso que significó la introducción de enfermedades como la viruela, la fiebre amarilla, entre otras, desconocidas por los nativos.
El dominio colonial se posicionó en la región caribeña, dinamizando las actividades económicas de extracción de recursos y en detrimento de una población menguada por lo anterior señalado, razón por la cual el tráfico de esclavos añadió otros grupos étnicos distintos a las comunidades autóctonas con los negros que, al mismo tiempo, en sustitución de la mano de obra indígena y bajo el auspicio solapado de intereses económicos, llegaron a superar en número a los nativos y los europeos.
Al respecto, Rojas (2021) expone cronológicamente algunos cambios estadísticos de la región, observándose que desde 1666 hasta 1800 arribaron desde África 10 millones de personas, sin contar que muy probablemente el número pudo haber sido mayor con las bajas suscitadas en ese recorrido. Los ingleses y franceses tuvieron un rol protagónico en la esclavitud, quedando plasmados algunos registros entre 1700 y 1750. Por lo tanto, no solamente debemos significar demográficamente la conformación de un Caribe “español, inglés, francés, danés y neerlandés, sino también, un Caribe negro.” (Ob.cit)
Por su parte, las investigaciones de Alingué (2005) revelan que, a pesar de la superioridad numérica alcanzada por los negros, sumado a las posibles capacidades de movilización, se vieron limitados políticamente en virtud del rechazo cultural y racial, de modo que las estructuras de poder en la zona caribeña promovieron ampliamente estrategias y prácticas planificadas de “invisibilidad” de las poblaciones afroamericanas. Sumado a ello y desde una mirada actual, “el establecimiento de la estratificación racial como sistema de progreso y desarrollo económico y cultural ubicó a las poblaciones afrodescendientes en los límites de la marginalidad.”
Desde los inicios del siglo XVI, el espacio acuático, costero e insular, fue testigo de lo que Rojas (ob.cit.) define como la “frontera imperial en el tiempo histórico colonial”, dadas las complejas pugnas por intereses geopolíticos. Las rivalidades entre España y Portugal, más adelante con el acecho de Inglaterra, Francia y los Países Bajos, trajo como consecuencia que la mayoría de las cabezas visibles -especialmente de liderazgo europeo- estuvieran involucradas en diversas tramas de protagonismo político, piratería, pillaje y contrabando, incluso mezclando el elemento religioso –desde las variadas formas de concebirlo- para justificar las acciones que privilegiaran los intereses de dominación colonial.
Los ejemplos de “Jamaica, Trinidad y Haití, dominios españoles que pasaron luego a control inglés y francés…”, testifican la dinámica geopolítica colonial europea extendida hasta la segunda mitad del siglo XX; momento en que los Estados Unidos capitalizan el control de la zona al ir introduciendo bases militares y ejerciendo una coacción silenciosa sobre los territorios no alineados a sus intereses.
Sin embargo, la injerencia de los Estados Unidos no es un hecho aislado ya que, desde la segunda década del siglo XIX, como se percibe en la investigación, esa nación deja entrever sus claras intenciones expansionistas amparadas en el “Destino Manifiesto” y cuyo inicio se encuadra con la Doctrina Monroe bajo el principio intitulado “América para los Americanos”. Al respecto Acosta (2020) nos recuerda que:
Si hay algo que está cada vez más a la vista de todos, incluso de las gentes más despistadas e ingenuas, que por desgracia no son pocas, es que el expansionismo (y la vocación de dominio mundial que lo acompaña) es, sin duda, el más explosivo y evidente de los rasgos estructurales y permanentes de la sociedad estadounidense.
Es importante añadir que Rojas (ob.cit.) también nos explica que la obra del estratega militar e historiador de los Estados Unidos, Alfred T. Mahan, dibuja nítidamente la importancia que representaría hacerse con el control naval hemisférico y global, de modo que su premisa queda patentada en la acción geopolítica cuando en la actualidad existe una flota naval -Los Marines- conformada por los Estados Unidos, desplegada en la región del Caribe y, además, emprendiendo aventuras en otras latitudes, especialmente en Asia, -me atrevo a decir- advirtiendo sobre una potencial y provocadora acción militar que toca los intereses tanto de Rusia como los de China en la actualidad.
Por su parte, Cuba y Puerto Rico fueron un escenario experimental, tempranamente promovido por la nación norteamericana contra España, a finales del siglo XIX. Esas expresiones de control geopolíticos son recurrentes en Centroamérica y el Caribe, al igual que en el contexto de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
En la actualidad, el gráfico del mapa caribeño dispone de un conjunto de islas y plataformas continentales que albergan 23 países independientes, constituidos a partir de la independencia de los países europeos; no obstante, Rojas (2021) sostiene que “…desde el punto de vista de la geografía política, esta multitud de Estados forman parte de tres grandes esferas de influencia geopolítica…” algunas de las cuales se encuentran distribuidas entre los británicos, bajo la figura de la Commonwealth y el control de la Reina Isabel II, los franceses y neerlandeses. Estos últimos, con el amparo de la Reina Beatriz de Holanda. De igual forma, han jugado un papel dinámico los daneses y más recientemente los Estados Unidos, por ejemplo, con la injerencia en Puerto Rico, como Estado Libre y Asociado en 1952.
Por todo ello, no solo se trata de Estados nacionales independientes, sino más bien de bloques políticos, tal y como lo refiere el conferencista y autor del estudio. Por su parte Duro (2005) plantea que la regionalización caribeña debe ser observada como complemento y/o como reacción a los procesos que incluyen relaciones, además de políticas, económicas y de cooperación entre bloques, aunque actualmente primen las iniciativas puramente económicas y comerciales.
La importancia continental y global caribeña debe ser asumida desde tres perspectivas que según Rojas (2021) tienen que ver, por un lado, con el tema de la comunicación interoceánica entre el Atlántico y el Pacífico por intermediación de Panamá, por la cantidad de recursos naturales distribuidos en toda la zona, materias primas e hidrocarburos cotizadas en el mercado capitalista mundial en donde China tiene sus intereses actualmente y, finalmente, la emergente estructura económica que agrupa los más importantes centros financieros y paraísos fiscales, verdaderas prolongaciones ejecutivas a “…escala planetaria de los centros financieros globales de Nueva York y la City londinense.”
La distribución del Caribe continental e insular viene acompañada de intereses regionales y subregionales, donde las fronteras simbólicas del lenguaje solo representan limitaciones figurativas, mientras que, en el fondo, la unión de lazos históricos con instancias que van más allá del Pacífico y el Atlántico, corroboran que en el siglo XXI aún existen la unión y motivos para permanecer anclados en la región, como puerto seguro, para el abastecimiento de riqueza y las negociaciones, desde la perspectiva de lo que algunos economistas llaman “la mano invisible -a veces no tanto- del mercado.”
Por lo tanto, esa parte del hemisferio sigue jugando un papel importante como ruta comercial con los matices que, al igual que en el pasado, siguen existiendo; por lo que Alingué (ob.cit) observa “la consolidación de sus nexos comerciales con los tres continentes y la proliferación de los tráficos: fiscales, armas, personas, drogas, entre otros.”
Cuando se reflexiona sobre el abordaje geohistórico y geopolítico del autor Reinaldo Rojas, se puede encontrar una base teórica en la que parcialmente se comprende la disrupción caribeña frente a América Latina, reconociendo que -más allá de su historia, su geografía, sus relaciones de dependencia o autonomía frente a otros actores que tienen injerencias en la región- el futuro inmediato es incierto; pero, tanto ayer como hoy las amenazas continúan siendo análogas, especialmente por los intereses geoestratégicos.
A pesar de la existencia de organismos multilaterales que abordan los temas económicos y diplomáticos para la integración, la realidad es que aún subsiste una suerte de cordón umbilical entre los territorios que ayer fueron colonia y aquellos que asumen hoy día un rol protagónico como centros de poder; es decir, mientras unos decidieron construir sus propios destinos (tal es el caso de los países que emprendieron una ruptura abrupta, radical, principalmente con España), otros siguen identificados con Europa, dificultando en la práctica los sueños de integración continental auspiciados por algunos próceres de la independencia y, recientemente, por los líderes políticos actuales.
En definitiva, las influencias europeas y recientemente de los Estados Unidos adquieren mayor peso en esta región que venimos estudiando frente a América Latina. Por lo tanto, los sueños de integración que de manera recurrente se escuchan, por ejemplo, en Venezuela, se tornan difusos porque:
«…hablar de América Latina como un todo siempre resulta arriesgado y ciertamente inapropiado; tal definición no puede ser usada para describir un lugar uniforme y monolítico. Es una categoría geográfica que en la última década se viene constituyendo sólidamente como un enclave geopolítico, pero eso no significa que esta región pueda ser concebida como un espacio homogéneo, ni en lo cultural ni en lo histórico, y tampoco en lo que concierne a la actualidad política y económica.» (Serrano, 2016, p.11)
El camino por recorrer es largo y los retos son diversos. La comunidad de las naciones deberá asumir responsablemente los desequilibrios globales que pudieran suscitarse en la región, si no se logran establecer reglas de juego claras, colocando en el centro del debate político el principio de la no injerencia y el respeto a la vida en todas sus dimensiones.
Acosta, V. (2020). El monstruo y sus entrañas. Un estudio crítico de la sociedad estadounidense. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, Editorial Galac.
Alingué, M. (2005). El Imaginario Africano del Caribe. En Ardila, M. (Comp.), El Gran Caribe: Historia, Cultura y Política (pp. 51-61). Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
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