En Prospectiva - Revista científica arbitrada| Universidad Yacambú | ISSN: 2959-3425
En Prospectiva - Revista científica arbitrada| Universidad Yacambú

Vol. 1 N° 1

Julio - Diciembre 2020

Cambio climático y el paradigma cultural: pasos hacia una ecofilosofía emergente

Climate change and cultural paradigm: steps to emerging ecophilosophy

Rafael Javier Rodríguez Rodríguez
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado - Decanato de Agronomía
Recibido: 06-09-2020
Aceptado: 04-12-2020

RESUMEN

En virtud de cada componente implícito en la situación climática, la reflexión se hace cada vez más necesaria, por lo que la deliberación filosófica se presenta como una vía fundamental para enfrentarlo. Al respecto, es necesario recordar, que algunas escuelas de Filosofía han definido que el siglo XXI, será el siglo de la solidaridad o de la barbarie. Por lo que se sugiere la exploración de los desafíos futuros para el pensamiento ambiental, recurriendo al diálogo sobre las principales preocupaciones filosóficas en torno al ambiente. Este ejercicio filosófico aporta insumos para que la educación, principalmente la ambiental, sea transformada en una verdadera escuela de pensamiento que en lugar de promover acciones remédiales a los desastres causados por el sistema vigente, genere líneas de pensamiento que promuevan cambios profundos y no solo marginales. Una educación que guíe y oriente el modo de pensar y el modo de hacer de ese ser que nos ha llevado hasta la actual crisis ambiental.

Palabras clave:
filosofía ambiental, comportamiento, cultura, contrato, educación

ABSTRACT

Under each implicit in the climatic situation component, reflection becomes increasingly necessary, so that philosophical discussion is presented as a fundamental way to address it. In this regard, we must remember that some schools of philosophy defined the XXI century will be the century of solidarity or barbarism. So the exploration of the future challenges for environmental thinking is suggested by resorting to dialogue on major philosophical concerns about the environment. This philosophical exercise provides inputs for education, mainly environmental, to be transformed into a school of thought that instead of promoting remedial action to disasters caused by the current system, generating lines of thought that promote profound changes and not just marginal. Education to guide and direct the thinking and way of doing that one who has brought us to the current environmental crisis.

Keywords:
environmental philosophy, behavior, culture, contract, education

INTRODUCCIÓN

En la actualidad existe una certeza científica; representada por el hecho de la veloz acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la Tierra, situación que está alterando los escenarios climáticos de las próximas generaciones, acercándonos al borde de los llamados “puntos de inflexión”, representados por sucesos impredecibles y no lineales que han comenzado a desencadenar catástrofes ecológicas globales y locales que transformarán los sistemas de asentamientos humanos y minaran la viabilidad de economías nacionales completas y lo más importante: La vida. De manera que la aversión a la pobreza, a la desigualdad de hoy y al riesgo catastrófico del mañana, provee un sólido fundamento para actuar ahora, con máxima premura. Al respecto Michel Serres (1), plantea que con esta visión particular de un problema tan complejo, como es el cambio climático, con características de indeterminación y generalidad, se hace necesario descubrir las causas próximas, pero fundamentalmente; las condiciones profundas y lejanas, buscar por último, posibles soluciones.

El cambio climático y sus consecuencias, se presentan de manera diferente de los demás problemas que enfrenta la humanidad y nos reta a cambiar nuestra forma de pensar, pero por sobre todas las cosas nos desafía a recapacitar en el significado de formar parte de una comunidad humana, que es interdependiente e interconectada en términos ecológicos. Esta crisis ambiental, es el problema que determina el desarrollo humano en nuestra generación, debido a que entre otras consecuencias disminuirá los logros alcanzadosen el ámbito internacional con el fin de combatir la pobreza. Al respecto, Rodríguez (2), señala que en el año 2001, los líderes políticos del mundo se congregaron para fijar metas que debían acelerar el avance en pos del desarrollo humano y en efecto, hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) –referentes a: la erradicación de la pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad infantil, materna, el avance del vih/sida y la sostenibilidad del medio ambiente–  y definieron una nueva visión ambiciosa y esperanzadora para el año 2015, sin embargo, el cambio climático ha estado frenando los esfuerzos por cumplir con la promesas de estos objetivos. Esta situación atmosférica amenaza con paralizar y revertir los avances conseguidos durante generaciones, no solo en cuanto a reducir la pobreza extrema, sino también en salud, nutrición, educación, geopolítica y muchos otros ámbitos.  

Ante tal situación, parece que el principal desafío está representado por la formación de una conciencia ciudadana que no esté basada sobre los valores que nos han guiado a deteriorar nuestro recursos naturales o vitales y la propia calidad de vida, sino de revisar esas clásicas concepciones, buscando el surgimiento de valores alternativos como expresión del convencimiento de que somos participes de la vida, impulsando una solidaridad interespecifica (con los seres de nuestra misma especie), intraespecífica (con el resto del mundo y el ámbito de la vida), fortaleciendo con la misma fuerza la esencia sincrónica (compartir el presente) y diacrónica (con la vida que nos sucederá). Seguramente, esta misión no es fácilmente comprendida por quienes definen  prioridades y  presupuestos, por lo que generalmente es postergada frente a las demandas urgentes y reclamos de momento, quedando relegadas solamente a discursos retóricos institucionales y políticos, sin  considerar que con esta postergación se alejan las posibilidades de un mejor futuro, evidentemente construido desde el presente.

Surge de esta manera la propuesta del presente ensayo: Acordar el Contrato Vital, al estilo de Jaques Rosseau o más cerca del filósofo francés, Michel Serres; visto como una propuesta de lucha y oportunidad para reconstruir la red de relaciones entre los seres humanos y entre éstos y su ambiente. Red que se ha venido desvaneciendo durante el devenir civilizatorio que no permite suscribir nuevos pactos entre las diferentes culturas, sociedades y la naturaleza, para que como lo expresan, González y Meira(3): “dar origen a valores, lenguajes y significados que puedan conducirnos hacia un cambio social con responsabilidad(2009, 8).

En la obra de Michel Serres (4) ; El Contrato Natural (2007), se propone añadir al contrato social un nuevo contrato; el contrato natural. En el entendido de, ya que existen los derechos humanos (siendo uno de los mayores logros de la humanidad) debería existir los derechos del planeta, y como evidentemente el planeta no habla, pues correspondería al propio ser humano, quien defienda a la naturaleza. Esta defensa sería por increíble que parezca, de y para nosotros mismos. Deberíamos establecer un parlamento de las cosas y de la naturaleza. El concepto no es tan extraño, pues sería prácticamente igual, que cuando protegemos un parque o una reserva natural, la única diferencia está en el tamaño, ahora sería todo el planeta el que debiera ser protegido y defendido. Todo ello implica un cambio de mentalidad, en la que el ser humano ya no es el centro del universo con derecho a todo, sino que vive, o más bien debería con-vivir sobre un planeta del que somos sólo una parte más del mismo. “El ser humano ya no es el amo y señor”.

De alguna forma es como si la humanidad y el planeta fuéramos una totalidad compleja físico-biológica, co-existiendo por el espacio. Se debe entender a la naturaleza como un regalo y no como algo que está a expensas de nuestros deseos. La propuesta de Serres y que no tiene ninguna contraindicación, es respetar y fomentar las prácticas de pueblos originarios que siempre se mostraron respetuosos con el entorno. Mientras tanto el resto de la humanidad está muy lejos de actuar en simbiosis con la naturaleza. Por ejemplo, debemos de ser cautos ante nuevas tendencias, como el fomento de agrocombustibles, que priman el transporte, ante la alimentación del ser humano, destruyendo bosques y la biodiversidad del planeta. La imposición de que en Europa el 10% del combustible sea de origen agrícola, está trayendo repercusiones a nivel mundial. El maíz y el arroz se han convertido en algo inaccesible para muchas familias de los países pobres. El mercado está completamente distorsionado y los europeos utilizan la comida para quemarla en los motores, mientras que en otros lugares la gente se enfrenta a la escasez de comida.

El filósofo francés Michael Serres nos recuerda que los recursos se agotan, con especial mención a los combustibles fósiles, de los que depende ahora mismo el sistema económico global; el acceso al agua cada vez se complica más. Química ecológica, industrias con cero desperdicios, ciclos de producción cerrada, desarrollo de energías renovables, protección de bosques, evitar la desaparición de gran cantidad de especies y la  destrucción de paisajes naturales,  no deberían ser utopías, necesitamos que sean realidades.

Al respecto, Bravo (5) señala que, según Serres; “nos encontramos en la antesala de las relaciones jurídicas y científicas que plantean la necesidad de re-pensar las causas del mundo(Bravo 2004, 115). Es en este reconocimiento donde irrumpe la naturaleza más allá del decorado de fondo o de la escena; Irrupción global, como contexto de todas nuestras pretensiones de vida social y colectiva. En palabras de Serres: “La historia global entra en la naturaleza; la naturaleza global entra en la historia: estamos ante algo inédito en filosofía(Bravo 2004, 15).

Está en juego la estabilidad del planeta Tierra, pero por sobre todo; la humanidad, las evidencias muestran que estamos pasando de las tragedias localizadas a la perspectiva de una tragedia planetaria. Al respecto, Lacroix (6), reflexiona, señalando  que luego del escándalo de las muertes parciales, nos encontramos ante la posibilidad de la muerte total. Pues, nadie ignora que, de ahora en adelante, el peligro se cierne sobre nuestra biosfera y no solo sobre una determinada civilización. Este planeta, que se muestra ante nosotros como una realidad global y unitaria, muestra también, por primera vez en la historia, un ineludible carácter mortal.

De manera que constituye un reto para la humanidad en general enfrentar este gran reto y en este orden de ideas pareciera lógico pensar que le corresponde a la filosofía llevar a cabo la reflexión ética sobre la lógica interna de nuestro comportamiento con el mundo natural. Al respecto Arne Naess, exclamaba que para él, la filosofía se presenta como un instrumento idóneo por excelencia para debatir los fundamentos de un movimiento ambientalista, asumiéndola por supuesto como sabiduría (o Sofía). Al respecto Bugallo (7) ,señala quetoda sabiduría es descriptiva y normativa a la vez, implica la aceptación de normas, postulados, además de reflexiones sobre el estado del mundo.Según palabras de Edgar Morin; se debe tratar de desarrollar una actitud mental capaz de abordar problemas globales que contextualizan sus informaciones parciales y locales. En estos tiempos debemos reconocer que el llamado reino de la ciencia nos da la posibilidad, aunque sea por un breve instante, de sentirnos creadores y poderosos, de jugar a ser semidioses, olvidando que sólo somos criaturas mortales y extremadamente frágiles, representando apenas una pequeña hebra constitutiva de la trama de la vida.

Desarrollo, Cambio Climático y Filosofía

El Cambio Climático cuestiona, en mayor grado que cualquier otro fenómeno la ideología del progreso, uno de cuyos componentes principales es la idea de que el control creciente de la naturaleza por parte de los seres humanos nos garantiza mayores niveles de libertad y emancipación. Hasta hace poco podía pensarse que por medio del desarrollo de la tecnociencia, la humanidad había alcanzado cierto grado de independencia con respecto al clima: la paradójica realidad puesta en evidencia por el efecto invernadero y sus consecuencias inmediatas, es que, por el contrario, la vulnerabilidad de la humanidad frente a las fluctuaciones climáticas ha aumentado considerablemente precisamente por el modelo de desarrollo predominante y altamente dependiente de la tecnociencia.

De igual manera, se debe resaltar que una de nuestras características más delicadas como entes sociales, está fundamentada en el hecho de que la actitud ordinaria del ser humano, ante desafíos de fondo tales como la crisis ambiental, generalmente ha sido, más o menos, similar: primero negar los hechos o en el mejor de los casos; minimizarlos, si los hechos persisten y se resisten, entonces ridiculizarlos o aplicarles el “Lecho de Procusto”: (forzarlos a entrar en moldes conceptuales preestablecidos) y sólo en una tercera opción, revisar los supuestos básicos.

Por ello, es imprescindible una sociedad con mayor cultura ambiental, que sea capaz de asumir los costos (en términos de hábitos de consumo y usos de la energía) implícitos en el camino hacia el desarrollo sostenible y como siempre una estrategia privilegiada es la educación. De manera que pareciera difícil afrontar la crisis ambiental y todas sus consecuencias sin profundizar sobre las fases filosóficas de la cultura, donde repasamos el hecho del paso de una visión tecnocientífica reduccionista a una visión sistémica y compleja que se evidenció al surgir ínterdisciplinas como la ecología, la antropología y teorías como la de sistemas (Noguera, 2005).

En este orden de ideas, Bugallo (8), indica que el filósofo australiano John Passmore (9), consideraba en una de sus obras que la crisis ambiental es “un tremendo problema social”, entendiendo por tal la ocurrencia de situaciones que obstaculizan el normal desarrollo y funcionamiento de la comunidad y tal como se resuelve cualquier problema de índole social, era necesario reducir la incidencia o minimizar el factor perturbador, en este caso representado por la creciente contaminación o la acumulación peligrosa de residuos. De manera que resultaba ser una reforma, que proponía activar medidas económicas, políticas, administrativas y científico-tecnológicas. Sin embargo Arne Naess se propuso ir más allá que su antecesor Passmore, señalando que lo ambiental representa un problema social que representa una crisis profunda del hombre actual, relacionada con valores, actitudes culturales y pautas económicas que era necesario reconsiderar seriamente. Según Bugallo (10), se refería entonces a la visión materialista-mecanicista de la naturaleza, que heredamos de la modernidad, la cual, unida a la expansión de la revolución industrial, habría sido uno de los factores del crecimiento de tal actitud expoliativa y dominadora propia de la civilización industrial contemporánea.

En virtud de cada componente implícito en la situación climática, la reflexión se hace cada vez más necesaria, por lo que la deliberación filosófica se presenta como una vía fundamental para enfrentarlo. Al respecto, es necesario recordar, que algunas escuelas de Filosofía han definido que el siglo XXI, será el siglo de la solidaridad o de la barbarie. Es necesario explorar los desafíos futuros, para el pensamiento ambiental, recurriendo al diálogo sobre las principales preocupaciones filosóficas en torno al ambiente. Este ejercicio filosófico aportaría insumos para que la educación, principalmente la ambiental, sea transformada en una verdadera escuela de pensamiento que en lugar de promover acciones remédiales a los desastres causados por el sistema vigente, genere líneas de pensamiento que promuevan cambios profundos y no solo marginales. Una educación que en su consideración ambiental, se fundamente en el análisis de la historia de los procesos sociopolíticos y económicos que han generado el deterioro ambiental. Una educación que guíe y oriente el modo de pensar y el modo de hacer de ese ser que nos ha llevado hasta la actual crisis ambiental. Este planteamiento requiere, según palabras de Rodríguez Arana (11): De la construcción analítica, de pensamiento filosófico y de investigación sincrónica y diacrónica(Rodríguez Arana 2010, 28).

La creciente expansión de la conciencia ambiental en los últimos treinta años del siglo XX, ejerció una notable influencia sobre el campo de la filosofía, en especial de la llamada filosofía práctica, a través del cuestionamiento de creencias, valores y metas de la civilización industrial. Bugallo (12), señala que dentro del diverso espectro de la ecofilosofíaemergente, se destaca el movimiento caracterizado como Deep Ecology (Ecología Profunda). Al respecto, esta misma autora reseña que tanto la primera versión del movimiento Ecología Profunda del año 1973, como las siguientes enunciaciones a partir de los cambios introducidos en 1984, asumen que la única manera de superar la actual crisis ambiental que enfrenta la sociedad humana sería por medio de un cambio radical de paradigma cultural., que visualiza al hombre como des-centrado, como una parte más de esa delicada trama de la vida, de la cual depende y con la que se relaciona permanentemente.

En este orden de ideas, es necesario hacer notar que la moral planetaria considera al hombre y a la naturaleza como dos socios, cuyas relaciones han atravesado una historia  dividida entre etapas: comenzó con una larga época de armonía, viéndose luego perturbada por un estado de guerra violenta y actualmente comienza a entrar en una fase de reconciliación, como refiere Lacroix (13). Al respecto Enrique Leff (14), en un trabajo relacionado con la ecología política, señala: “En el ocurrir de la historia, la naturaleza se fue construyendo como un orden ontológico y una categoría omnicomprensiva de todo lo real. Lo natural se convirtió en un testimonio fundamental para legitimar el orden existente, tangible y objetivo. Lo natural era lo que tenía derecho de ser. En la modernidad, la naturaleza se convirtió en objeto de dominio de las ciencias y de la producción, al tiempo que fue externalizada del sistema económico; se desconoció así el orden complejo y la organización ecosistémica de la naturaleza, en tanto que se fue convirtiendo en objeto de conocimiento y en materia prima del proceso productivo. La naturaleza fue desnaturalizada para convertirla en recurso e insertarla en el flujo unidimensional del valor y la productividad económica”.

Acerca de las Teorías contractualistas
(con la inmanente necesidad de pactar con la naturaleza)

Se hace una descripción breve de las teorías contractualistas clásicas, cuyas principales figuras son Hobbes, Locke y Rousseau, quienes postulan que el origen esencial de la sociedad humana está en el libre acuerdo entre los individuos, que deciden hacer un pacto o contrato social, en el que tienen su origen y su fundamento las sociedades humanas (Rodríguez-Luño, 1986). La principal intención de esta introducción relacionada con las teorías contractualistas, es proponer una reconciliación con la naturaleza, por lo que es necesario citar algunos referentes, buscando un posible camino de concordia a través de un tratamiento jurídico simbólico. Representando lo anterior; una posible y necesaria mediación.  

Propuesta Ecofilosófica:

Para plantear el convenio o “Contrato Vital”, debemos familiarizarnos con las expresiones: - Alianza con la naturaleza, colaboración entre el hombre y naturaleza, contrato natural y finalmente: Pacto. Seguramente al respecto, surgen múltiples objeciones, alguna de ellas, ya planteadas por Lacroix (16), representante Francés del movimiento: “Moral Planetaria”: ¿Acaso es posible pactar con la naturaleza?; ¿Quién va a hablar en su nombre?; ¿Sobre la base de que reciprocidad?; ¿Con qué compromisos mutuos?. Al respecto, se señala que no ameritamos respuestas, pues el solo hecho de enfrentarnos con esta nueva forma de razonamiento, es considerado desde ya; un mérito, pues establece un legado para las futuras generaciones; exige del pensamiento humano, un nuevo ámbito, en palabras de Lacroix: “Un nuevo espacio jurídico en el que van a situarse nuestras obligaciones para con el planeta (1994, 101).

Frente a la incertidumbre futura y por una proclama de estado de urgencia
(en la búsqueda de un nuevo contrato): El Vital:

Por estos días, es posible afirmar que la preocupación sobre la mejor forma de emplear el saber, debe estar comprometido con la preocupación con el rumbo de la humanidad. Ante tal situación el principal desafío está representado por la formación de una conciencia ciudadana que no esté asentada sobre las acciones que nos han guiado a deteriorar nuestro entorno natural y la vida, sino en revisar esas clásicas concepciones, buscando el surgimiento de valores alternativos como expresión del convencimiento de que somos participes del hecho, impulsando una solidaridad interespecifica, intraespecífica, fortaleciendo con la misma fuerza la esencia sincrónica y diacrónica. Situación difícilmente reconocida por quienes definen las prioridades actuales, por lo que generalmente es postergada frente a las demandas urgentes, quedando relegadas solamente a discursos retóricos institucionales y políticos, sin  considerar que con esta prórroga se aleja las posibilidades de un mejor vivir.

El ciudadano de hoy día no puede evitar sentir una dramática situación  de estar viviendo un momento decisivo, una prórroga, otra oportunidad. Situación que según Michel Lacroix (17), da al discurso actual un tono característico de inminente final de los tiempos. La imagen de que nos encontramos en un instante decisivo de la historia y de que somos literalmente catapultados hacia un futuro sumamente difícil e indeterminado; representa uno de los axiomas del discurso prevaleciente en nuestro planeta. Según palabras de Bravo (18) “La realidad actual se muestra como un juego en que el postor y la apuesta no significan dominio, sino exigente paradoja”, pues debemos prever, decidir y por fin: actuar. La tierra como objeto global desafía, se muestra en su ineluctable y catastrófica importancia: La tierra puede existir sin nosotros, nosotras jamás sin ella.

La humanidad se mueve en torno a situaciones cada vez más complejas y por lo que  se percibe con un final dramáticamente incierto, inmersos todos en la más grande experiencia que la especie humana haya enfrentado nunca, al respecto, Lacroix (19), expresa que el término “experiencia” está cargada de una inquietante indeterminación. Asistiendo de esta manera a la búsqueda necesaria de un salto cuantitativo de la humanidad, que haga frente a la incertidumbre respecto al futuro, -la cual se acompaña generalmente por un angustioso dilema en cuanto al presente-. Para enfrentar esta situación, necesitamos desvelar muchos aspectos, entre los que destacan, el conocer el rumbo necesario de la humanidad, para lo cual debemos establecer y aclarar el nivel de gravedad de la situación ecológica mundial, en este caso en particular acerca del cambio climático,  saber de igual manera cuales son o serán los riesgos reales. Todo lo anterior toma importancia ya que, como se ha demostrado a lo largo del desarrollo del segundo objetivo de la presente tesis, la percepción de la sociedad está altamente influida por los medios de comunicación, donde sobresale el desacuerdo entre las diversas opiniones. De manera que debemos comenzar por estar plenamente conscientes de nuestra insuficiencia del saber acerca de la certeza de los sucesos futuros, es decir, de la incertidumbre. Sin embargo, lo anterior no debería ser motivo de razón para justificar la inacción o el inmovilismo. Al respecto, Paul Ehrlich (20) señalaba: “Lo malo de casi todos los problemas del ambiente es que, cuando por fin has conseguido reunir todas las pruebas, estás muerto”.

Una de las primeras acciones de compromiso se relaciona con logar alcanzar el valor necesario para dar la voz de alarma cuando la amenaza esta opacada por intereses perversos. Es necesario no esperar a que todos los incrédulos cambien de opinión, pues  debemos resignarnos a que en adelante; lo incierto sea el fundamento de nuestros actos, la norma debe ser: Lanzarse a la acción, aunque su necesidad no sea compartida por todos. Lo anterior está suscrito por Michel Lacroix (21), en su obra El humanicidio, donde señala que: “El accionar, representa la paradoja de la acción ecológica y en concreto, de la actividad de la preservación del clima: en este terreno, el desafío consiste en actuar antes de que sea demasiado tarde, es decir, antes  que las pruebas científicas sean concluyentes”, (1994, 56). Según lo anterior el político y geoquímico francés, Claude Allegre –estudioso de los orígenes del cambio climático- ofrece una formula relacionada con la necesidad de adoptar decisiones firmes en un contexto de conocimientos frágiles.

En estos tiempos,  se presenta la oportunidad de enfrentar y ganar la lucha por el medio ambiente. “Estamos viviendo un periodo de prorroga”, advertía Barry Commoner, de quien es necesario recordar sus leyes de la ecología, escritas en 1971 en su obra: El círculo que se cierra, a saber:

  1. Todo está conectado con todo lo demás. Hay una sola ecósfera para todos los organismos vivos y lo que afecta a uno, afecta a todos.
  2. Todo debe ir a alguna parte. No hay "residuos" en la naturaleza y no hay un "afuera" adonde las cosas puedan ser arrojadas.
  3. La naturaleza lo sabe mejor. La humanidad ha creado tecnología para mejorar la naturaleza, pero los tales cambios en el sistema natural, usualmente han sido en detrimento de tal sistema.
  4. No existe eso de la "Barra Libre". En la naturaleza, ambos miembros de la ecuación deben estar equilibrados, para cada ganancia hay un coste, y las deudas al final se pagan.

En este orden de ideas Michel Serres propone que la filosofía adopte un papel más activo y profundo en la invención del futuro, para este autor, la demostración filosófica no debe reducirse a una justificación de la historia, de la lingüística, de la lógica o de cualquier otra disciplina. Al respecto, Arellano (22), plantea, “que por el contrario, la demostración filosófica debe tener la función instrumental de anticipar el sustrato común a las invenciones por venir, lo cual  incluye a  las invenciones científico- tecnológicas(2000, 42).Como Marx, con este autor nos encontramos ante un filósofo que clama por cambiar el mundo y no sólo por su interpretación.

De manera que no hay tiempo que perder, con esta situación, la artimaña política de dejar correr el problema, acá no procede, es decir, la máxima de Wiston Churchill, según la cual un problema aplazado está medio resuelto, en este caso no es, ni podrá ser bienvenido.

FUNDAMENTACIÓN EPISTEMOLÓGICA

La ecofilosofía, nacida en los años setenta, destaca como el problema ambiental revela una crisis profunda del hombre actual, con relación a valores, actitudes culturales y pautas económicas que deberían reconsiderase seriamente Bugallo (23). Esta filosofía muestra una multiplicidad de tendencias, a menudo disímiles, sin embargo, todas tienen en común su posición crítica al antropocentrismo. Entre las interrogantes más comunes pertenecientes a la ecofilosofía destacan: ¿Para qué conocemos? no tanto el ¿Por qué conocemos? al igual que el ¿para qué vivimos? Igualmente en ella se despliega la integralidad de los modos del ser; mientras que en el pensamiento moderno aparece como dominio de unos modos de ser sobre otros. El pensamiento ambiental asociado a la ecofilosofía invita a la construcción de saberes solidarios, a diferencia del pensamiento moderno que exige competencia y dominio de unos saberes sobre otros, mientras que el pensamiento ambiental realiza cruces, transversalización, ideas, hace “costuras de diferentes telas”, el pensamiento moderno escinde, separa, no permite apartarse de la direccionalidad.

Como añadidura, en este aparte se contempla la idea de que la ecofilosofía, es por sí un enfoque transdisciplinario, que supera la barrera antropocéntrica y se ubica en un plano geocéntrico, dinámico con tendencia al equilibrio. Skolimowski (24), plantea que esta rama de la filosofía no se trata de una suerte de fundamentalismo del tipo de la “Ecología Profunda”, más bien persigue la intención de pensar la manera del como la humanidad podría llegar a vivir armónicamente con el planeta, se trata en palabras de Gregory Bateson de dar pasos hacia una ecología de la mente, es decir, hacia la comprensión del modo en que nuestras ideas y juicios determinan la realidad en que vivimos, de cómo ésta afecta al planeta. O como lo expresó Leonardo Boff (25) en la presentación de su obra intitulada; Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres 1996: “La ecología supone un paradigma nuevo, es decir, una forma de organizar el conjunto de relaciones de los seres humanos entre sí, con la naturaleza y con su sentido en este universo. No hemos sido creados para situarnos por encima de la naturaleza como quien domina, sino para estar a su lado como quien convive como hermano y hermana”.

La razón de una propuesta de índole filosófica, encuentra parte de su basamento, en el fondo de las palabras de William James, representante de un tipo de filosofía conocida como “Pragmatismo”, -la cual está caracterizada y formando parte de su esencia, el no perder tiempo en definir nociones filosóficas abstractas-, Sin embargo, este autor en su ensayo “Philosophy and Critics”, recurrió al menos por única vez a detenerse por un momento en el asunto de las definiciones. A continuación se reproduce y se extrae un párrafo del libro: El ser y los filósofos de Étienne Gilson (26): “Limitado por la omisión de las ciencias particulares, el nombre de filosofía a llegado a denotar, cada vez más, ideas de alcance universal exclusivamente. Los principios explicativos que subyacen a todas las cosas sin excepción, los elementos comunes a los dioses y a los hombres, a los animales y a las piedras, el primer de donde y el último hacia donde de la totalidad del espacio cósmico, las condiciones de todo conocimiento y las reglas más generales del actuar humano, estas cosas ofrecen los problemas considerados comúnmente como filosóficos por excelencia y el filósofo es el hombre que tiene más que decir acerca de ellos”  (1996, 13).

Estas trascendentales palabras representan más que una simple declaración del concepto de filosofía de James. De hecho, reactualizan toda la historia de esta definición, desde la época de los griegos hasta nuestros días y permiten mantener en esta tesis la voluntad de conocer, guiado en el proceder por principios filosóficos propios. O expresado de otra manera y según palabras de Gilson (27): “El principio de los principios es que un filósofo debería siempre poner como lo primero en su mente, lo que es primero en realidad. Lo que es primero en la realidad no tiene por qué ser lo más fácilmente accesible para el entendimiento humano; es aquello cuya presencia o ausencia entraña la presencia o ausencia de todo lo demás en la realidad”.

PROPUESTA TEÓRICA

Es necesario iniciar la propuesta, aclarando lo entendido por moral; reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo. Al parecer, este término tiene un sentido positivo frente a los de «inmoral» (contra la moral) y «amoral» (sin moral). La existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral se fundamentan en el ser humano como sujeto de actos voluntarios. Por tanto, la moral se relaciona con el estudio de la libertad y abarca la acción del hombre en todas sus manifestaciones. La palabra «moral» tiene su origen en el término latino mores, cuyo significado es “costumbre”; Moralis (latín mos = griego “costumbre”).  

La moral planetaria es un campo que esta más allá de la ciencia y cuya reflexión exige una mirada desde dimensiones que trasciendan lo inmediato, lo técnico y lo operacional. En el libro intitulado: La era de la desolación, ética y moral de Dardo Scavino (1999), se expresa: “Vivimos en una era de la desolación, en la vemos no sólo como se va destruyendo paulatinamente nuestro entorno vital, sino también la identidad y autoestima derivado de que la mercante se ha instalado en nuestras vidas, desplazando el poder que tenía el observador respecto al observado. Ahora, se mira no lo que el otro hace, sino lo que el otro tiene, por eso el observado funciona como un modelo a imitar por el observador”.

Este aspecto representa uno de los escollos más serios, contra los que debe bregar con todo su poder la educación, como explica González(28). Los procesos educativos ocurren en contextos específicos y en momentos determinados. No podemos hacer abstracción de los mismos. De ahí que educar para el cambio climático insistiendo tan sólo en las trilladas recomendaciones de adicionar contenidos al currículo, no nos llevará más lejos. Básicamente si consideramos que existen bastantes y complejos medios efectivos, constituidos como medios deseducativos que poseen elementos que inciden en la actitud de la sociedad. De manera que entendiendo que la raíz del problema se circunscribe a un problema moral, se propone entonces un acuerdo o contrato de la misma naturaleza.

PROPUESTA ECOFILOSÓFICA: "EL CONTRATO VITAL"

Los temas que preocupan a la filosofía actual son variados y, en cierto modo hasta caóticos. Sin embargo, uno de los temas que mueve el presente trabajo, considera como base empírica el problema de la moral y la actitud del hombre actual, quien deposita confianza y cree ciegamente en los objetos tecnológicos, durante su proceso de elaboración del vivir diario y del porvenir.  En este contexto y representando a la sociedad civil, se afirma que la única forma de avanzar hacia un resultado satisfactorio, es fortalecer la organización y movilización de los movimientos sociales, ambientalistas, pueblos indígenas, mujeres, intelectuales, artistas, jóvenes y el pueblo en su conjunto para defender la vida y las condiciones que la sostienen y presionar, además de exigir a sus gobiernos.

Para ello, es fundamental que la población conozca la situación presente y por venir. Por lo que no podemos esperar a los políticos. Las personas de a pie, hemos de dar pasos decididos en el camino de transición hacia sistemas de producción y consumo locales. Informémonos, conectémonos, inspirémonos y seamos parte activa del cambio que queremos ver en el mundo. En este orden de ideas surge la presente propuesta, basada en principios morales planetarios.

Justificación de la propuesta

La preocupación sobre la orientación del saber se compromete con la preocupación sobre la orientación de la humanidad…

Actualmente la discusión sobre el expectante futuro de la humanidad está marcada por la devaluación de las normas morales tradicionales, todas ellas evidentemente (en apariencia) inútiles e incomprensibles. El debate de la responsabilidad está subsumido a la instrumentalización de la racionalidad material en todos los órdenes de la sociedad. Por estas circunstancias, al parecer, el saber sustentado en la responsabilidad-moral-explícita, según Arellano,(29) se ha convertido en un tema superfluo y pasado de moda. Es necesario resaltar que al respecto se ha evidenciado que la tecnocracia actual pretende que la responsabilidad social de las ciencias se circunscriba al uso y aplicación de la razón. Sin embargo, debemos recordar que esta posición aséptica de los tecnócratas es precisamente la que se derrumbó en Hiroshima. Al respecto, para el filósofo Michel Serres(30), todos los grandes problemas contemporáneos,  atraviesan el conjunto de relaciones de los valores y la ciencia. De manera que lo reafirmamos, es necesaria reinventar el lugar de esas relaciones, producir un nuevo tratado para que la humanidad en pleno coincidan en un fin común: el correcto proceder y el buen vivir. Entendido este último según Gudynas (31), como una plataforma donde se comparten diversos elementos con una mirada puesta en el futuro; caracterizado por poseer un horizonte utópico de cambio.

En cierta medida este planteamiento que relaciona las normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y la responsabilidad en el contexto de la producción del saber no es nuevo. La opción por la responsabilidad social relacionada con la producción tecnológica nacida en 1945 ha sido retomada por algunos especialistas, entre los que destacan el  francés Michel Serres y el alemán Hans Jonas, éste último en 1970, elaboraba su principio de responsabilidad como el fundamento de una ética de la civilización tecnológica, su ética tenía que ver con el aquí y el ahora, en la que el imperativo kantiano, constituye el parámetro ejemplar: “Actúa de tal modo que el principio de tu acción se transforme en una ley universal”. Según De Siqueira (32) , Jonas propone un nuevo imperativo: “Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténticao expresándolo de otra manera más sencilla: “No pongas en peligro la continuidad indefinida de la humanidad en la tierra”. El filósofo alemán trata de romper con la noción de “responsabilidad causal de los actos cometidos” y sustituirla por la “responsabilidad sobre lo que se va a realizar”, como explica Arellano(33). La definición de responsabilidad aplicada a la tecnociencia es complementaria: Para Jonas, representa un equilibrio simbiótico y humanista caracterizado por la obligación del poder de proteger y salvar al débil, de la misma forma que al adulto poderoso y fuerte tiene el deber de proteger al recién nacido. Mientras que para Serres la responsabilidad se basa en la necesidad de aprehender y conocer que en los actos, la moral pasa del actor al objeto construido, y simultáneamente la responsabilidad de controlar lo que es controlado materialmente, según Arellano (34). Según éste autor, desde la óptica serriana, la responsabilidad tecnocientífica debería tomar forma de sabiduría, basado esto último en dos fundamentos que soportan su propuesta, el primero está en el reconocimiento que la tecnología transforma  las consecuencias de nuestros actos en condiciones de sobrevivencia, así la moral pasa del individuo y del sujeto al objeto construido y simultáneamente de lo controlable a lo que es obligado de control. Desde esta lógica, sólo el sujeto es responsable de la fabricación, utilización y por lo tanto, del uso moral del objeto construido. Mientras que el segundo fundamento se basa en el conjunto de hechos humanos originados por los poderes (financieros, jurídicos y científicos). La tecnología de lo humano transforma estos productos “sociales” en condiciones de sobrevivencia. Desde este punto de vista, se debe reconocer la inutilidad de tratar de escapar a nuestra responsabilidad moral como planificadores del mundo que habitamos y mal compartimos.

En nuestro continente en la década de los años setenta, José Lutzenberger (35), expreso claramente: “La causa profunda de la crisis ambiental, no es tecnológica, ni científica; es cultural, filosófica”.

Fundamentación y enunciados del utópico Contrato Vital

Según las evidencias observadas en el tiempo, particularmente en los últimos decenios de años, pareciera que nuestra visión incompleta y desarticulada del mundo nos ha llevado a agredir lo que debimos haber protegido. Hemos tratado de dominar la naturaleza, hemos luchado contra ella, -con el temor de no ser dominados por ella-. Pero ocurre que la disyuntiva: ¿amo o esclavo?.  No se ajusta a esta realidad. La ecología en este sentido, nos muestra un camino; es el de asociarnos con la naturaleza de igual a igual.  

El filósofo Michel Serres, señala que encontró inspiración para su Contrato Natural en un poema de Tito Lucrecio Caro: “De la Naturaleza de las Cosas”, (poema que fue traducido magistralmente por Don Lisandro Alvarado) , al respecto, Serres(36) expresa “La idea del Contrato Natural”, que creía haber inventado ex nihilo, viene, si se reflexiona, de muy lejos y se encuentra seguramente en el De natura rerum de Lucrecio, bajo el nombre de foedera naturæ, así como en los poemas de San Francisco de Asís, y también de tres poetas italianos, a saber: Faërne, Cesare Pavesi y Verdizotti, que fueron los primeros en describirlo (2007:12).

A modo de inspiración o siguiendo el estilo de Serres, el poema, “Padre” escrito por el cantautor e ingeniero agrónomo: Joan Manuel Serrat, ofrece sabias palabras que este contrato, no puede dejar desapercibidas…

Padre
decidme qué
le han hecho al río
que ya no canta.
Resbala
como un barbo
muerto bajo un palmo
de espuma blanca.
Padre
que el río ya no es el río.
Padre
antes de que llegue el verano
esconded todo lo que esté vivo.
Padre
decidme qué
le han hecho al bosque
que ya no hay árboles.
En invierno
no tendremos fuego
ni en verano sitio
donde resguardarnos.
Padre
que el bosque ya no es el bosque.
Padre
antes de que oscurezca
llenad de vida la despensa.
Sin leña y sin peces, padre
tendremos que quemar la barca,
labrar el trigo entre las ruinas, padre,
y cerrar con tres cerrojos la casa
y decía usted...
Padre
si no hay pinos
no habrá piñones,
ni gusanos, ni pájaros.
Padre
donde no hay flores
no se dan las abejas,
ni la cera, ni la miel.
Padre
que el campo ya no es el campo.
Padre
mañana del cielo lloverá sangre.
El viento lo canta llorando.
Padre
ya están aquí...
Monstruos de carne
con gusanos de hierro.
Padre
no, no tengáis miedo,
y decid que no,
que yo os espero.
Padre
que están matando la tierra.
Padre
dejad de llorar
que nos han declarado la guerra…

Y no deben pasar desapercibidas pues, se muestra de acuerdo con lo expresado, por el filósofo chileno Cristian Warnken (37): “Los científicos pierden algo cuando dejan de lado la intuición poética”. De acuerdo a lo anterior se considera que, existe una perdida para la ciencia, al no considerar esa mirada, esa intuición, ese temblor poético, ese lenguaje tan rico que de alguna manera ilumina, de manera mucho más gráfica y potente que el lenguaje árido, clásico de la ciencia. El lenguaje científico: plano y concreto, pocas veces logra dar cuenta de los fenómenos porque se le exige ser ambicioso, preciso y conciso, principalmente por razones de índole metodológica, termina muriendo atrapado por sus propias trabas.

A continuación se presentan ciertos referentes, articulados o también llamados principios básicos (simples enunciados) en los cuales se basa el presente “Contrato”, abiertamente biocéntrico y de carácter inicial y abierto. Pretende, -entre muchas esperanzas- el reivindicar el reconocimiento y cumplimiento de deberes ante la biosfera planetaria, por encima de los derechos a ella. Procura reencontrar y al mismo tiempo consolidar la reformulación de la relación hombre-naturaleza bajo el nombre o titulo emblemático de “Contrato Vital”; fundamentado básicamente en el respeto por aquellos que están por venir y en la reflexión sobre lo que estaría en juego, si no actuamos ya. Siendo constituyente fundamental; el rol protagónico de la educación, asociada ésta en consideración con lo planteado por Platón y relacionado a la realización personal.

Este “Contrato Vital”, representa al igual que el “Contrato Natural” de Michel Serres, un tratado metafísico, porque va más allá de las limitaciones ordinarias de las diversas especialidades locales, como refiere Serres (38). Sus características son comunes a los Contratos Social y Natural, en lo referido a no ameritar de signatarios, ya que esto último, se nos presenta completamente tácito, esencialmente porque aboga por la defensa de la vida y en ese camino nos invita a  considerar el mundo como una totalidad integrada, imagen necesaria para poder solventar los problemas interconectados e interdependientes, tal y como lo plantea Fritjof  Capra (39).

Al respecto, Fritjof Capra, ha expresado que en nuestra sociedad occidental se han institucionalizado acciones inmorales, tales como el materialismo, el cual desemboca en glotonería, orgullo, egoísmo y avidez, al decir de Lacroix.  Es necesario detenerse en este punto ya que permite definir el aspecto moral más sobresaliente del presente contrato, relacionado con la economía, el cual supone la definición de un nuevo estilo de consumo, ya que el ritmo de despilfarro de los recursos al que se ha entregado la sociedad actual, rivaliza con la frivolidad del uso que hacemos de ellos. Al respecto, algunos investigadores de lo que en la actualidad, han dado en llamar “Inteligencia Ecológica”, entre los que destaca Daniel Goleman, señala la necesidad de que cada individuo debería conocer los efectos ocultos de lo que compramos, vendemos o fabricamos, ya que esta condición nos permitiría participar en la creación de un mundo más humano, puesto que nuestras decisiones coincidirían con nuestros valores.

De forma tal que es necesario definir un nuevo estilo de consumo, se plantea entonces un consumo cualitativo, más que cuantitativo, se pretende  con esto, modificar radicalmente la relación que mantenemos con los bienes económicos, esperando, según palabras de Lacroix (40): “En adelante el verdadero éxito económico no residirá en la maximización de la producción, del beneficio o volumen de negocio, ni en la continua sustitución de productos antiguos por nuevos; todos estos comportamientos son perjudiciales porque terminan inflando artificialmente los flujos(1994:143). De manera que se propone la urgente necesidad de aprender a prolongar el disfrute que las mercancías nos proporcionan y principalmente a rechazar el ritmo insensato de la obsolescencia provocada premeditadamente de forma artificial. En pocas palabras el Contrato Vital, propone intentar conseguir mayor y mejor calidad de vida con menor cantidad de bienes económicos, o lo que el investigador uruguayo Eduardo Gudynas plantea en este aspecto como el “buen vivir”.

Al respecto, es de destacar las cifras ofrecidas por el Worldwatch Institute (WWI), en su reporte anual “El estado del mundo”, en 2004, señalaba que aproximadamente mil 700 millones de personas (25% de la población mundial), se han convertido en “clase consumidora” al adoptar la dieta, los sistemas de transporte y el estilo de vida que durante la mayor parte del siglo XX estuvieron restringidos a los países ricos de Europa, América del Norte y Japón. Lo cual, pareciera justo, sin embargo, se aclara que, la mencionada clase de consumidores también comienzan a mostrar las pautas culturales y los valores occidentales, que generalmente terminan en un desapego y desarraigo hacia la naturaleza.

Según González(41), “Las mentes lúcidas de Occidente que admiten la grave huella ecológica,  producida por el estilo de vida de los países desarrollados y de la imitadora elite dirigente de los países en desarrollo, reconocen la importancia de reorientar el sistema educativo 2007:37). Principalmente por el riesgo que implica la réplica de modelos insustentables con características meramente desarrollistas. Este temido riesgo se presenta cada vez, de mayor proporción, ya que los planes de negocio de las corporaciones internacionales promueven el modelo consumista de Occidente, durante casi toda la programación cotidiana, de los ya globalizados medios de comunicación masivos, cuya señal se expande hasta en los más remotos confines del mundo pobre, ignorante y superpoblado.

El Contrato Vital plantea que nuestros deseos desmedidos nos transforman en sepultureros de la naturaleza. Rechaza entonces la avidez y la obsesión por el crecimiento. Este Contrato, igualmente encuentra una plataforma importante, en la expresión de Ernst Schumacher, en su clásica obra: Small is beautiful (Lo pequeño es bello), quién denunciando la avidez humana, termina su obra haciendo alusión a las cuatro virtudes cardinales (42)  suscritas por Platón, a saber:

Al respecto, es de destacar que el gran filósofo, define en su obra, cómo un individuo es capaz de lograr estas virtudes: la prudencia viene del ejercicio de razón, la fortaleza de ejercer las emociones o el espíritu, la templanza de dejar que la razón anule los deseos, y desde estas la justicia viene, un estado en que cada elemento de la mente está de acuerdo con los otros.[] Platón describe la justicia como la virtud fundante y preservante porque sólo cuando alguien comprenda la justicia puede conseguir las otras tres virtudes, y cuando alguien posee todas las cuatro virtudes es la justicia que mantiene todos juntos.

Finalmente, parafraseando a Fritjof Capra: uno de nuestros retos de cara al presente siglo, será cambiar el sistema de valores de la economía global para hacerlo compatible con la dignidad humana y la sustentabilidad ecológica. Este cambio amerita la consolidación de un nuevo paradigma que sustente un cambio profundo, básicamente de las modalidades de existencia planetaria.

Esta es una empresa que trasciende todas nuestras diferencias de raza, cultura o clase. La Tierra es nuestro hogar común, y la creación de un mundo sostenible para  los que vendrán y que aún no respiran es nuestra tarea compartida.

REFERENCIAS

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(1) Michael Serres. “Los hombres son hierba”- Regreso al contrato natural. (Homo habitus, 2007) Edición en PDF. 5° edición.
(2) Rafael Rodríguez. El Cambio Climático: Una Respuesta Física al Comportamiento Humano. (Barquisimeto: Ediciones del Rectorado de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, 2009).
(3) Edgar González y Pablo Meira. “Educación, comunicación y cambio climático. Resistencias para la acción social responsable”. Trayectorias. 11. n° 39. (2009): 1 -38
(4)  Filósofo y Profesor de historia de las ciencias en la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne y de la Universidad de Stanford. Miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes.  Su obra se ha ido diversificando con estudios muy dispares; unos tratan de historia de la ciencia, libremente pero con agudeza  y otros son ensayos de interpretación, de diverso interés, basados en una especie de comunicación
(5) Luis Bravo. “Michel Serres: El sistema, las redes, los flujos, el contrato natural”. Revista colombiana de Filosofía de la Ciencia,. 3, n° 10-11.  (Bogotá: Universidad de El Bosque, 2004): 105-122.
(6) Michael Lacroix.. El humanicidio. Ensayo de una moral planetaria. (Madrid: Editorial Sal Terrae, 1994)
(7) Alicia Bugallo. “Ecología profunda y biocentrismo, ante el advenimiento de la era pos-natural”. Cuadernos del Sur/ Filosofía,  nº 34. Bahía Blanca: Universidad Nacional del Sur, Departamento de Humanidades. (2005): 141-162.
(8) Bugallo. “Ecología… 141-162.
(9) En su libro Responsabilidad del hombre en la naturaleza (1974), Passmore argumenta que es urgente la necesidad  de cambiar nuestra actitud con respecto al ambiente, ya que los humanos no pueden  continuar  expoliando toda la biosfera
(10) Bugallo. “Ecología… 141-162
(11) Germán Rodríguez - Arana. “Epistemología de la educación ambiental”. Ingeniería Primero. n° 17. (2010): 23-30.
(12) Bugallo. “Ecología… 141-162
(13) Lacroix. El humanicidio…
(14) Enrique Leff. Pensamiento Ambiental Latinoamericano.  Artículo Publicado por el Observatorio de Medios UTPBA. (2010),  acceso el 15 de diciembre de 2020,  http//www.eclicsys.com/Observatorio de medios.
(15) Doctrina que defiende la existencia de derechos naturales inalienables, que son anteriores a las normas jurídicas positivas (las establecidas por los seres humanos) y a las que éstas deben someterse, sirviéndoles de fundamento y de modelo.
(16) Lacroix. El humanicidio…
(17) Lacroix. El humanicidio…
(18) Bravo. “Michel Serres…
(19) Lacroix. El humanicidio…
(20) Paul Ehrlich: Eminente bacteriólogo alemán, ganador del premio Nobel de Medicina en 1908
(21) Lacroix. El humanicidio…
(22) Antonio Arellano. “La filosofía de Michel Serres: Una moral de base objetiva”. Convergencia de las Ciencias Sociales,  nº 23, (2000): 31-47.
(23) Alicia Bugallo. “Avances en filosofía y medio ambiente en Iberoámerica”. Gestión y Ambiente. Vol 10. (2007)
(24) Henrick Skolimowski,. Eco Philosophy: Designing New Tactics for Living. (Editorial Marion Boyers, 2008)
(25) Leonardo Boff, . Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. (Madrid: Editorial Trotta, 1996)
(26) Étienne Gilson. El ser y los filósofos. (Navarra: Eunsa, tercera edición, 1996).  
(27) Gilson. El ser y ...  
(28) Edgar González. “Educación y cambio climático: Un desafío inexorable”. Trayectorias. Año IX, Nº 25. (2007).
(29) Arellano. “La filosofía de Michel Serres…”
(30) Serres. Los hombres son…
(31) Eduardo Gudynas. Una extraña pareja: los ambientalistas y el Estado en América Latina. Ecología Política  (Barcelona, 1992), 3: 51-64.
(32) José De Sequeira. “El principio de responsabilidad de Hans Jonas”. Acta Bioethica. Vol VII. Nº 002. Santiago de Chile. (2001): 277-285.
(33) Arellano. “La filosofía de Michel Serres…”
(34) Arellano. “La filosofía de Michel Serres…”
(35) José Lutzenberger. Manifiesto Ecológico ¿Fin del Futuro? (Mérida, Venezuela: Rectorado de la Universidad de los Andes, 1978): 20.
(36) Serres. Los hombres son…
(37) Cristián Warnken.. “Los científicos pierden algo cuando dejan de lado la intuición poética”. Ambiente y Desarrollo 23, n° 1. Santiago de Chile. (2005): 6.
(38) Michael Serres. El Contrato Natural. Valencia España: Pretextos, 1991)
(39) Fritjof Capra . La trama de la vida. Barcelona, España: Anagrama, 1996).   Según Capra, la estructura de poder más apropiada no es la jerarquía, sino la red, la cual constituye  la metáfora central de la ecología. El cambio de paradigma incluye por tanto el cambio de jerarquías a redes en la organización social
(40) Lacroix. El humanicidio…
(41) González. “Educación y cambio climático…”
(24) En La República, Platón describe las cuatro virtudes cardinales