En Prospectiva - Revista científica arbitrada| Universidad Yacambú | ISSN: 2959-3425
En Prospectiva - Revista científica arbitrada| Universidad Yacambú

Vol. 3 N° 1

Enero - Junio 2022

La vocación, única garantía del humanismo médico

Vocation, the only garantee of medical humanism

Juan Carlos Giménez
Profesor Titular de las asignaturas “Atención primaria de la salud”, “Atención de la salud. Sistemas de salud”, del Curso de Especialización en Programas Educativos, en el Instituto de Educación Superior EDUSALUD. Profesor Titular de las asignaturas “Sociedad y sanitarismo”, “Salud de la comunidad y problemática sanitaria”, del Curso de Especialización En Programas Educativos, en el Instituto de Educación Superior EDUSALUD. Investigador Asociado en el “Estudio REDIFA-SÍNCOPE”, relevamiento de Distritos SAC de Factores de Riesgo Coronario y de la Epidemiología del Síncope, diseñado por el Área de Investigación de la Sociedad Argentina de Cardiología. Co-coordinador nacional del trabajo de investigación sobre la ”Asociación de Factores de Riesgo Cardiovascular en Ancianos” (A.F.R.I.C.A.)
Recibido: 10-03-2022
Aceptado: 10-04-2022

RESUMEN

Desde los albores de la Humanidad la Medicina trató de dar un alivio al sufrimiento humano. Cuidar la salud y la vida, exige talento y vocación. La vocación es una íntima convicción, mucho más que una decisión intelectual, es un sentimiento profundo que se origina en el área de las emociones. El humanismo es una actitud ante la vida, que se tiene o se carece, pero que difícilmente pueda enseñarse o aprenderse. La vocación debe sortear obstáculos que comienzan en la universidad, continúan en la Residencia y terminan en el sistema sanitario. Deben superarse el individualismo, la competitividad y del pregrado, como también las injusticias sufridas en la Residencia, originada por la estructura verticalista. Finalmente, las condiciones de trabajo terminarán atentando contra la vocación y el humanismo. Si el sistema explota al médico pervierte su vocación. Podría convertir la Medicina en un oficio, al profesional en un mero técnico y al paciente en un usuario. Sin Humanismo no habrá Medicina y sin Vocación no habrá Humanismo.

Palabras clave:
Revista En Prospectiva, medicina, humanismo, vocación

ABSTRACT

Since the dawn of Humanity, Medicine has tried to alleviate human suffering. Taking care of health and life requires talent and vocation. Vocation is an intimate conviction, much more than an intellectual decision, it is a deep feeling that originates in the area of emotions. Humanism is an attitude towards life, which one has or lacks, but which can hardly be taught or learned. The vocation must overcome obstacles that begin at the university, continue in the Residence and end in the health system. Individualism, competitiveness and undergraduate must be overcome, as well as the injustices suffered in the Residence, caused by the vertical structure. Finally, the working conditions will end up attacking the vocation and humanism. If the system exploits the doctor, it perverts his vocation. It could turn Medicine into a trade, the professional into a mere technician and the patient into a user. Without Humanism there will be no Medicine and without Vocation there will be no Humanism.

Keywords:
In Prospective Magazine, medicine, humanism, vocation

INTRODUCCIÓN

La Medicina, profesión exigente en cualquier país donde se ejerza, necesita de la presencia renovada y vital de la vocación. Alrededor del mundo, los médicos se encuentran bajo una presión incesante y una lucha constante por ofrecer servicios de salud de la más alta calidad y de la manera más eficiente posible.

La Medicina es una de las profesiones más antiguas cuya función científica y humanística la hacen noble y respetable. La vocación del médico, en esencia, poco ha cambiado en los milenios desde que fue pronunciado el juramento de Hipócrates: dar atención a otra persona al máximo de las capacidades, respetando la dignidad innata de esa persona.  El juramento hipocrático es también un compromiso con la honestidad absoluta e integridad profesional, el cual, con casi 2.500 años, debería seguir siendo un tema de reflexión.

La formación universitaria, con origen el siglo XII, formaba un médico de cultura amplia, pero que en la práctica obtenía resultados decepcionantes en virtud de las limitaciones propias de los recursos de la época. A pesar de las limitaciones técnicas, el médico anterior a la revolución científica era siempre un profesional vinculado a la esperanza que alimentaba el deseo por la vida o que auxiliaba en la preparación para la muerte.

El progreso científico y el desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo XX han contribuido a un cambio radical en el papel del médico en la sociedad occidental. La profesión médica sufrió una progresiva especialización, transformando la imagen del médico tradicional, dotado de conocimientos enciclopédicos y experiencia, en un nuevo profesional cuyas habilidades se reconocen según el dominio de la especialidad dentro de la cual ejerce. La actual imagen del médico brillante que elevó su status social sustituyendo la del médico hipocrático, puede convertirse un espejismo que capte a muchos estudiantes jóvenes con ambiciones económicas, ansiosos de obtener reconocimiento social.

Esta situación estableció una Medicina con excesivo profesionalismo, pero con un alto riesgo de perder su humanismo que la ha caracterizado durante muchos siglos. Sólo la vocación hará que los futuros médicos no sean deslumbrados por el exitismo que impregna la Medicina moderna y comprendan que el objeto de la Medicina no es la enfermedad, sino el enfermo y que la mayor virtud de un médico no es el conocimiento científico, sino la compasión.

Para comprender mejor que es la vocación es necesario hacer una breve reflexión sobre el sentido de la Medicina: Desde los albores de la Humanidad la Medicina ha tratado de dar un alivio a la enfermedad y al sufrimiento humano. A lo largo de la historia siempre ha tenido la ilusión de dar respuestas a temas que siempre fueron grandes incógnitas para la humanidad, como lo son la mente y el cuerpo, la racionalidad y emocionalidad. La Medicina fue y será siempre una disciplina muy exigente porque tiene un objetivo noble: cuidar la salud y la vida, tarea que se torna muy difícil ante una sociedad moderna, que, al adoptar la cultura del bienestar, somete a los médicos a una presión incesante, demandando eficiencia y calidad; un resultado que exige talento y vocación.

¿QUÉ ES LA VOCACIÓN?

El origen de la vocación médica hay que buscarlo en el tipo personalidad. Hay personas que se destacan por su actitud humanitaria, propia de quién le preocupa el sufrimiento de los demás. Un paciente que es cuidado responde con confianza, se siente seguro en lo que espera pasar. Luego sucede la transmisión del conocimiento, porque no sólo se trata de tener aptitud para preocuparse y cuidar, además debe aprender a hacerlo de modo competente.  En las antiguas civilizaciones, como la egipcia, la transmisión del conocimiento era directa del maestro para el discípulo.  Las escuelas griegas no eran propiamente centros de educación, pero locales de tratamiento de pacientes: se educaba mientras se practicaba la Medicina.

"En la vocación médica se entremezcla un gran amor al prójimo, con un deseo de curar o al menos de aliviar sus males, un afán de investigar, de correr en pos de la verdad y el deseo de enseñar lo que se ha aprendido sobre el conocimiento del hombre”.
Gregorio Marañon

La vocación se tiene o se carece. Algunos estudiantes refieren que su vocación despertó con la lectura de uno de los libros clásicos y otros por la épica del acto médico que muestran algunas series de televisión. Algunos autores afirman que la vocación médica se forma a medida que se tiene conocimiento de esta disciplina; aunque se puede definir en una sola palabra: SERVICIO.

Luego de haber incorporado tecnología e investigación en la formación, la Medicina contemporánea debe enfrentar el desafío de mantener y mejorar el alto nivel ético que regula la profesión, pero el objetivo más importante es humanizar al máximo el ejercicio profesional.

La vocación cultivada y desarrollada continuamente, es la dedicación a los demás, el compromiso con pacientes y sus familiares y los esfuerzos constantes para estar actualizados en esta área del conocimiento que se multiplica frecuentemente. Mientras el talento deviene del conocimiento y la capacidad de aplicarlo, la vocación es una síntesis entre el saber científico y la sensibilidad humana; ambas condiciones son indispensables para afrontar al sufrimiento humano. Es una íntima convicción revestida de emotividad, no siempre bien razonada y que se origina precozmente por el prestigio secular de la profesión o la influencia de miembros de la familia.

Ese profundo sentimiento de empatía tratando de curar o al menos aliviar a los enfermos, expresa respeto a la vida y también solidaridad ante el sufrimiento. Exige conocimiento sólido de las múltiples facetas humanas y amplias bases de educación, desde condiciones innatas como cultura literaria, filosófica y artística. Por esta razón la vocación se convierte en la vida misma del médico, porque es allí donde transitará la mayor parte de su realización personal y social. Ser médico en todas las épocas dignificó servicio, entrega y dedicación hacia los demás. La esencia del acto médico es servir a quien nos necesita. No se aprende el sentido de la profesión, si no se somete el ego para ser útil a los demás. Es agradable ser importante, pero es más importante ser agradable. La Medicina tiene más excelencia como profesión humanística que como ciencia.

La vocación es una íntima convicción revestida de emotividad, no siempre bien razonada. La vocación más que una decisión intelectual, es un sentimiento profundo que se origina en el área de las emociones.

Ser médico en todas las épocas implicó sacrificio, entrega y dedicación al servicio de los demás. Con el tiempo se sumarán el reconocimiento social y la confianza de personas enfermas, en la ciencia y el arte de ese profesional. El arte de ser médico lleva implícito la ciencia con la que se ha de proceder. La vocación de servir y el poder que emana de su condición deben estar a la altura de los principios éticos que alcanzan a toda su actuación.

Los futuros médicos tienen que comprender que la vocación es la única garantía de recuperar el humanismo que la Medicina nunca debió dejar y sobre todo, que un médico con vocación, difícilmente dejará de serlo. El humanismo es una actitud ante la vida, que se tiene o se carece, pero que difícilmente pueda enseñarse o aprenderse.

Debe considerarse también que hoy, esta dimensión humana del médico encuentra dificultades de supervivencia por el acelerado progreso tecnológico que demanda cada vez más tiempo y dedicación del profesional. Los descubrimientos de nuevos tratamientos, el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas, el uso de aparatos sofisticados, los cambios del conocimiento fisiopatológico, asociado a las exigencias de los pacientes hacen con que la relación de empatía entre médico y paciente quede cada vez más comprometida. 

CAMBIOS EN LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE

El enfoque biomédico, por el cual se aprende la Medicina es convertir todos los aspectos subjetivos que conducen al diagnóstico en hechos objetivos, donde las sensaciones del paciente pierden valor respecto a la objetividad de los signos físicos. Los síntomas subjetivos dejan de tener la importancia que le asignaba la medicina tradicional.

Esto produce un cambio también en la actitud del médico hacia el paciente, dando lugar a una nueva forma de ser de la ética médica, la ética de los hechos, que afecta a la toma de decisiones, por privilegiar exclusivamente el valor objetivo del hecho clínico y desechar todo lo que no tenga cabida en esta categoría.

De tal manera que todas aquellas características del paciente que son subjetivas y que, por lo tanto, pueden alterar la objetividad del signo, pierden interés. Este aspecto resulta muy importante para comprender la continuidad existente, desde el punto de vista de la ética médica, entre el mundo antiguo y el mundo moderno.

Desde mediados del siglo XX la ética médica va adaptando su paradigma moral. El paternalismo, fundamentado sobre el principio de beneficencia, deja paso al reconocimiento de la autonomía del paciente y al respeto de su libertad, en conformidad con las nuevas exigencias de las sociedades democráticas occidentales.

A partir de los años setenta este proceso modifica la relación clínica vertical y paternalista entre médico y paciente hacia una estructura horizontal, democrática, en la cual el poder del médico se reparte entre los distintos especialistas y el paciente, y la relación clínica deja de ser una relación humana exclusiva entre dos personas, para convertirse en un complejo sistema de relaciones donde intervienen también todos los demás profesionales sanitarios que interactúan con el paciente.

El arte de curar un acto único, individual y debe tener en cuenta la singularidad del sujeto a la hora de enfermar, pero además aceptar la particularidad de la relación médico-paciente, en la que el médico también va a estar atravesado por su propia singularidad e historia. También es cierto, que en este encuentro entre médico y paciente se va a producir un desencuentro sobre el cual es importante reflexionar en el ámbito académico advirtiendo a los futuros médicos los riesgos que se deberán enfrentar para conservar el humanismo en la relación médico paciente. Tratar de reinventar esta práctica médica en un acto creativo, volviendo al espíritu de la medicina como vocación asistencial, de servicio.

Esta es la realidad con la que tiene que lidiar un médico con vocación y defensor del humanismo profesional. En ese contexto se debe reconstruir la relación médico-paciente (un encuentro entre dos subjetividades) donde se jerarquice lo subjetivo, la dignidad del paciente, antes que los síntomas y signos de la enfermedad.

La relación M-P es un encuentro de dos subjetividades: el sufrimiento, la incertidumbre y el temor del paciente, afrontados por el médico con empatía, sensibilidad humana y compasión. Es un reconocimiento mutuo: “un encuentro entre una confianza y una conciencia”.

CONDICIONANTES DE LA VOCACIÓN

UNIVERSIDAD

Algunos médicos reconocen que en su adolescencia experimentaron un amor platónico por la Medicina. Pues bien, ese “amor platónico” no es vocación. No son pocos los estudiantes que sienten que ese amor se esfuma al ingresar a la Facultad. Estudiar esta disciplina es más complejo que la épica que se observa en las series televisivas.

Se admite que existen aspectos negativos en la formación académica que pueden repercutir en forma desfavorable sobre el estudiante, con efectos adversos potenciales sobre su vocación. Hay obstáculos que se relacionan con frustraciones propias del proceso de aprendizaje, mientras que otros giran en torno al ámbito de la Facultad y se relacionan con el maltrato en cualquiera de sus formas, la falta de estímulo y reconocimiento hacia el alumno, el malestar docente y la descalificación hacia quien aprende. Estos obstáculos suelen potenciarse e interferir en el sostenimiento de la vocación, cuando la estructura psíquica del alumno es más frágil o vulnerable.

Los estudiantes son exigidos desde el comienzo de su entrenamiento y si bien es aceptable cierto grado de tensión, no todos lo superan de manera adecuada. Muchos emplean diversos mecanismos para superar los escollos. Hay mecanismos que producen consecuencias negativas como la evasión del problema, idealización de las situaciones (interpretación de los acontecimientos como a uno le gustaría que fueran y no como realmente son), aislamiento social y autocrítica excesiva. Todos son válidos, mientras no pongan en riesgo su vocación.

La adaptación al ambiente universitario tiene sus costos: En el primer año, el estudiante se enfrenta con los desafíos del alejamiento del grupo familiar y de los amigos junto con nuevos hábitos y exigencias de aprendizaje. En muchos de ellos, los programas y las exigencias generan miedo, incompetencia, enojo y sensación de inutilidad.

Los estudiantes de medicina son sometidos a altas cargas académicas sumadas a horarios extendidos que ocupan la mayor parte de su tiempo. Estas condiciones impiden o limitan la realización de actividades alternas que generen descanso y cambios en la rutina académica. La suma de textos extensos, competitividad, individualismo y falta de solidaridad, impiden vínculos afectivos profundos. Además, residentes y docentes afectados de Burnout, abusan del sarcasmo y el cinismo que un estudiante registra subliminalmente. Se siente decepción y muchos temen al fracaso.

Una vez ingresado al entrenamiento médico, el estudiante es separado de su grupo inicial que solía ser un apoyo y debe desempeñarse en diferentes hospitales. Estas rotaciones significan cambios que hacen resaltar las deficiencias del estudiante a las cuales se les pueden agregar otros factores como problemas financieros, abuso estudiantil, exceso de tareas y la exposición al sufrimiento y los problemas de los pacientes.

No está demás decir que también se incorporan prejuicios y estigmatizaciones. Las carencias de humanización médica en la formación académica ponen en riesgo la vocación.

Se describen a continuación los obstáculos más frecuentes:

Individualismo y competitividad: La vida universitaria no es ajena a lo que sucede en la sociedad. El individualismo es el sustento filosófico de la cultura actual. Muchos se extraviarán en el camino del narcisismo y el individualismo. La competitividad atentará contra el compañerismo en la universidad y luego atentarán contra el humanismo y la propia vocación.

Conflictos éticos: Las interacciones entre el estudiante con los residentes y profesores, puede producir efectos subliminales, pero profundos en el estudiante. No pocos residentes están afectados por agotamiento o estrés, incluso por síndrome de Burnout, redundan en actitudes y comentarios cínicos que, si bien son registrados subliminalmente, constituyen mensajes contradictorios para el estudiante. La transmisión de conocimientos basados en la práctica clínica, habitualmente no se realiza de una manera bien estructurada. Este aspecto es muy importante, porque  con frecuencia los residentes, muchas veces ayudan, incluso “sustituyen” a los médicos titulares de determinado servicio, en la resolución de dilemas éticos, que abarcan desde una simple información legal, como el consentimiento informado hasta la educación de la salud, entre otro.

Abuso hacia el estudiante: En la clínica muchas veces un alumno asume un papel poco participativo en el ejercicio asistencial; casi pasa desapercibido, como un ente, muchas veces menospreciado, por el prejuicio de que sus aportes no van a tener mayor trascendencia en la conducta a seguir, tanto diagnóstica como terapéutica. El abuso se padece de múltiples formas, desde imponerle tareas descalificantes, burlarse de sus errores, exceso de trabajo y a veces, hasta bulling. Estos hechos pueden provocar en el estudiante  cuadros de ansiedad, pérdida de la autoestima, que atentarán contra una auténtica vocación.

Exposición ante la muerte y el sufrimiento humano: Los estudiantes se enfrentan frecuentemente con episodios de sufrimiento y muerte. Lamentablemente, los programas universitarios están exclusivamente enfocados sobre el diagnóstico y el tratamiento y subestiman la educación sobre el estado terminal y el tratamiento paliativo de los pacientes. El estudiante se siente muy vulnerable ante estos casos y no sabe cómo enfrentar la situación ante el paciente o los familiares. Se considera que menos de la mitad de los estudiantes tienen oportunidad siquiera una vez de discutir con sus profesores sobre el tratamiento del paciente terminal, especialmente en lo que respecta a los dilemas éticos. La mayoría de profesionales de los servicios de urgencias sometidos al vértigo de su trabajo, no siempre saben detectar cuando a un paciente le ha llegado la oportunidad biológica de morir, y entonces se debe cuidar de la actuación clínica desproporcionada y un proceso de final de vida medicalizado en exceso y nada satisfactorio, especialmente con el actual arsenal terapéutico-tecnológico 
Tales dilemas se ponen de manifiesto en situaciones cruciales como las que se suscitan en pacientes sometidos a cuidados intensivos y que sobreviven en base al apoyo tecnológico de su función cardiorrespiratoria. Es un tema central en la docencia, tanto en pregrado como en posgrado, ya que debe ser un generador de expectativas para el proceso de aprendizaje.

 La educación universitaria no está haciendo nada por mejorar la compleja realidad de la formación emocional y humanística de los médicos jóvenes. La docencia debe que tomar conciencia que su deber no es solo trasmitir conocimiento, sino ayudar a remover o superar los obstáculos que los alumnos enuncian.

Sostener el propio camino vocacional a pesar de las frustraciones da cuenta de la fortaleza subjetiva para superar los obstáculos que se presentan. La buena docencia y la construcción de redes vinculares, favorecen el despliegue y el fortalecimiento de la vocación y del propio proyecto.

Una actividad académica saludable es aquella en la cual la presión sobre el estudiante corresponde con su capacidad de respuesta y los recursos disponibles para su aprendizaje, el grado de control que ejerce sobre su actividad y el apoyo que recibe de las personas que son importantes para él. El objetivo de las facultades de medicina es formar graduados que tengan el mayor y más actualizado conocimiento y experiencia para desempeñar la profesión médica.

RESIDENCIA

La residencia médica es el mejor método de capacitación de postgrado. Haber completado este período de entrenamiento es un requisito indispensable en la mayoría de los programas de certificación médica. Es paradójico que sea también el ámbito donde los profesionales estén expuestos a maltratos en forma regular por los propios residentes que se hallan inmediatamente por encima en la escala jerárquica. Estaría originado en la asimetría de poder existente entre los residentes de diversos años y favorecido por la estructura verticalista de la residencia.

La cara oculta de la Residencia: la humillación de un colega delante de legos es una acción miserable, que se ha naturalizado. Se origina en la asimetría de poder que hay entre los residentes de diversos años, dentro de una estructura verticalista que ya es obsoleta.

La mayoría de los residentes refieren haber sufrido al menos una vez una situación de violencia. Un párrafo aparte necesita las críticas humillantes en público: La residencia tiene una función primordialmente docente y es deber de los médicos con mayor experiencia marcar los errores para que el residente obtenga provecho de los mismos y preservar la salud de los pacientes, pero estas correcciones deben realizarse dentro del marco de respeto mutuo que se crea entre el docente y su pupilo. Cuando estas premisas no se cumplen las críticas no solo avergüenzan al residente, sino que dañan su imagen frente a sus pares, las enfermeras y los pacientes a su cargo.
“Si para corregir tienes que humillar, entonces no sabes enseñar”.

En su paso por la Residencia se debe tener la mente clara y el músculo descansado, porque la salud y la vida de las personas están dentro de la responsabilidad de esos profesionales. La imposibilidad de contar con tiempo para satisfacer necesidades elementales como dormir o comer adecuadamente es habitual, hasta naturalizarse. Numerosas investigaciones han demostrado que el número de errores médicos se incrementa a medida que aumentan las horas de trabajo sin descanso.

La costumbre de aplicar “guardias castigo” contribuye a deteriorar aún más el rendimiento profesional del médico residente, quien ya se encuentra al límite de su capacidad física por las razones antes mencionadas. Esta práctica se utiliza más frecuentemente en las residencias quirúrgicas que en las clínicas; esto se repite en la mayoría de las situaciones de maltrato. La aplicación de dichas guardias es utilizada exclusivamente por los residentes superiores y los jefes de residentes. Como esta sanción no está considerada en el reglamento, son ellos quienes deciden a quién y por qué falta aplicarla, creando una situación de inseguridad en el residente y favoreciendo las arbitrariedades o revanchas personales por parte de los perpetradores.

Es sorprendente que los residentes que en primer año han sufrido violencia la apliquen ni bien cambian de categoría, como si hubiesen olvidado lo sufrido unos pocos meses antes. Este fenómeno podría deberse al convencimiento, enquistado en el modelo médico de aprendizaje, de que el uso de la violencia es una estrategia útil para incorporar conocimientos en situaciones de extrema complejidad como son aquellas relacionadas con cuestiones en las que están en juego la vida y la muerte. 

INJUSTICIAS QUE SUFRE EL MÉDICO RESIDENTE

La violencia en la residencia existe desde hace varias décadas y los mismos residentes la justifican porque consideran que no existe otra manera de incorporar tan gran cantidad de conocimientos y habilidades en un período de tiempo tan breve. Esta aceptación de la violencia como el método “natural” de enseñanza vuelve muy difícil erradicarla. El transformar una conducta socialmente adquirida en un fenómeno propio de la naturaleza se conoce como “naturalización” y tiene como consecuencia reforzar la perpetuación de esa conducta.

Todo este abanico de maltrato es una verdadera prueba para la vocación y atenta contra el humanismo que necesita el ejercicio de la profesión.

SISTEMA SANITARIO

Los servicios del Sector Salud se reforman constantemente y la vocación se encuentra cada vez más amenazada. No obstante, las tradiciones de la medicina hacen posible que los médicos se adapten a las condiciones difíciles de su trabajo. Si se logra permanecer fiel a las tradiciones de ética, dedicación y ciencia, así como el trabajar de cerca con sus pacientes, se podrían superar los obstáculos que impone un sistema sanitario carente de humanismo. Es la prueba cabal de cómo el esfuerzo humano y la vocación profesional pueden estar por encima de un sistema ineficiente. El espíritu naturalista del médico debería siempre considerar a la persona enferma como un trozo de naturaleza viva, con todo lo que alienta, en su dolor; es decir su persona y sus problemas, su herencia y el medio en que vive, además de su patología. 

DESHUMANIZACIÓN

El trabajador de la salud no es la causa de la deshumanización de la Medicina, es solo una de sus víctimas. Las instituciones son un factor crítico por analizar en la etiología del fenómeno, pero también lo es el sistema sanitario. Es evidente que la práctica clínica está cada vez más institucionalizada y es mediada por agentes externos diversos, en nuestro caso las aseguradoras y demás pagadores, los directivos de las instituciones en las que se atienden los pacientes, los productores de tecnología y otros.

Los nuevos modelos de relación laboral entre profesionales de la salud y las instituciones en las que trabajan y las demandas crecientes de tecnología se constituyen en factores que contribuyen a la deshumanización: turnos prolongados, asignación de cada vez más pacientes en el mismo tiempo de atención, inestabilidad laboral como consecuencia de mecanismos de contratación, alta rotación que hace que el paciente no tenga seguimiento por un solo profesional, sino que cada vez sea visto por alguien diferente, menosprecio de la medicina general y tendencia a la especialización y sub-especialización, tiempos de espera prolongados e insatisfacción creciente, entre otros.

Si el sistema explota al médico pervierte su vocación. Puede convertir la Medicina en un oficio, al profesional en un mero técnico y al paciente en un usuario.

Los tres sistemas de atención, sea público, de obras sociales o privado, determinan múltiples formas de atención, de acuerdo con el nivel socioeconómico y de cobertura del sistema, generando un resentimiento que se transfiere a los trabajadores de la salud, provocando mayor tensión en la asistencia. En algunos casos el exceso de burocracia y la necesidad de diligenciar multitud de formatos por razones administrativas, termina afectando el tiempo disponible para el contacto con el paciente, convirtiéndose en otro factor crítico de la deshumanización. Estos elementos terminan fragmentando la atención y afectan la calidad de la relación entre el paciente y el profesional de la salud.

Resumiendo, un exceso del uso de tecnología, problemas asociados con el diálogo y la comunicación entre los seres humanos, una institucionalidad que, desde su cultura organizacional, no contribuyen al mejoramiento de las condiciones de trabajo y de relación entre los seres humanos, constituyéndose en factores críticos para entender la creciente deshumanización de los servicios de salud.

CUANDO EL SISTEMA SANITARIO MATA LA VOCACIÓN

La carta de una médica inglesa que mataron su pasión, donde relata las causas que motivaron que deje de ejercer la Medicina. El testimonio podría haber sido escrito por cualquier colega y refleja una dolorosa realidad.

El texto fue publicado el 22 de octubre de 2015 en el diario inglés The Guardian.

Traducción de la carta "Lo siento, no puedo más hacer frente a mi profesión de médico.

Los residentes jóvenes me dicen que soy su inspiración, que soy la única razón por la que tienen esperanza; pueden ver a través de mí que es posible ser mujer, tener hijos y una carrera en el Servicio Nacional de Salud (NHS). Me dicen que soy la única razón por la que piensan que pueden seguir adelante. Los comentarios sobre mi reciente evaluación profesional incluyen conceptos como "excepcional" y “una de las mejores médicas con las que he trabajado”. Tengo casi 40 años y obtuve mi título de médica luego de seis años de estudio, poseo una licenciatura, un doctorado y soy miembro de la Royal College of Surgeons (Colegio Real de Cirujanos). También tengo dos hijos, deudas que me hacen enfermar de preocupación cada mes, un matrimonio que está casi acabado y una úlcera de estómago importante. Trabajo a tiempo parcial lo que implica un ida y vuelta de 100 millas, viajes de tres horas y estar lejos de mis hijos durante 48 horas a la semana porque no puedo darme el lujo de vivir lo suficientemente cerca del hospital. Trabajo 60 horas a la semana de acuerdo al contrato de tiempo parcial.

No puedo pagar para asistir a las conferencias y cursos que necesito para desempeñarme como consultora, y no puedo pagar mi último examen. Tampoco puedo abonar mis honorarios al Consejo Médico General, ni mi seguro de defensa médica o mi membresía del Colegio Real de Cirujanos por el que he trabajado tan duro para poder ser parte. No puedo pagar la nafta para ir al trabajo cada día.

Este año me han gritado, escupido y pateado. He limpiado los excrementos de alguien que lo necesitaba. He amputado piernas de pacientes graves. Le he dicho a varias personas que uno de sus seres más importantes en el mundo se estaba muriendo. Le he dicho a un enfermo que se estaba muriendo. Le he comunicado a una mujer que su hijo no sobreviviría. No he comido ni bebido nada durante un período de 13 horas más veces de las que puedo recordar. Este año me he despertado nerviosa, con ansiedad, hambre y traumatizada por las cosas que he visto y he tenido que hacer.

En este año he experimentado demasiada presión y sobrecarga. Me ha sucedido varias veces que he llegado al quirófano y encontrar a mi paciente ya dormido, sin haber podido asistirlo o evaluado. He tenido que elegir qué pacientes ancianos enfermos tengo que dejar en camillas durante toda la noche porque no hay camas. Un jefe me ha dicho que “no” cuando le he manifestado que tenía que cancelar cirugías electivas porque había siete pacientes que han estado esperando dos o tres días por una cirugía de emergencia y tenía miedo por su seguridad. Me han dicho que teníamos que mover un paciente moribundo en medio de la noche porque de lo contrario el hospital sería multado.

Este año mis hijos no han tenido consuelo porque no entienden por qué tengo que cuidar de otras personas y no puedo simplemente cuidar de ellos. Este año he pasado cinco días seguidos sin ver a mis hijos a pesar de que todos vivimos en la misma casa. Este año le he pedido a vecinos, amigos y alguien con quién hablé por Skype por sólo 20 minutos para que puedan cuidar de mis preciados hijos.

He estado haciendo esto durante doce años. Este año, por primera vez desde que tenía 13 años, he decidido que no puedo hacerlo más. Mientras escribo esto lágrimas corren por mi cara, porque todo lo que quería era ser médica y ayudar a otras personas. Pero ya no puedo hacerlo más. Sobre todo, cuando veo que no estoy ayudando a alguien como yo quiero hacerlo.

El contrato de médico residente se supone que tiene un “costo neutral” pero para alguien que trabaja a tiempo parcial, significa que probablemente nunca vea que su sueldo mejore. Significa que no podría haberme permitido tener a mis hijos. Quiere decir que las doctoras mujeres que tanto me admiran tendrán que elegir entre los niños o sus carreras. Esto significará que los hospitales pueden hacerme trabajar tantos sábados como les guste, que es el único día que me queda con mis hijos, mi marido hace tiempo que se rindió conmigo. Esto significa una reducción del 30% de la paga a partir del próximo agosto para mí y cualquier otra persona que trabaja en una especialidad de emergencia.

No es un costo neutral. Tiene tanto costo que ahora tiene un precio demasiado alto que pagar. Mi familia y yo no sobreviviremos con este contrato – financiera o personalmente.

Es hora de poner a mis hijos primero. Así que perdón a todos los que me han apoyado. Perdón a todos aquellos jóvenes residentes que me admiran y a los que doy esperanza. Perdón a todas las personas de Inglaterra por renunciar a ellas. Simplemente no puedo mirar hacia el futuro ni afrontar más esto”.

EL HUMANISMO EN LA FORMACIÓN MÉDICA

Un oficio es una manera de vivir, una forma de ser lo que se hace, pero también un intento, para bien o lo contrario, de hacer según lo que se cree ser; y esto sin desconocer que la creencia, en especial sobre nosotros mismos, es la materia del delirio. ¿Acaso una vocación, no supone una cierta forma de pasión y sus consecuencias, que pueden aproximar la utopía?

La vocación médica se trataría entonces, de esto que parece en principio tan sencillo: conocer e investigar, por un lado, reduciendo el padecimiento del paciente y siendo útiles a la sociedad por otro. Es decir, la vocación se convierte en la vida misma, porque es allí donde se jugaría la mayor parte de la realización personal y social.

Algunos estudiantes dicen estar “apasionados” por su carrera y emplean la misma palabra que se emplea para el amor. La vocación igual que el amor, necesita de ese impulso inicial que hace que uno se sienta atraído o llevado hacia alguien o algo. Pero la realidad es siempre diferente a esa primera ilusión, motivo por el contacto con la realidad provoca una cierta desilusión; por eso, igual que en el amor, la vocación necesita ser renovada.

La medicina o el ser médico es una tarea gratificante, aunque está llena de angustias y requiere una actitud a veces sacrificada.

¿Cómo sostener el deseo que se despliega en la vocación de los estudiantes y qué hacer para incentivar su compromiso con todo lo que implica la futura tarea médica?

Cuando la Medicina consiste en una disciplina que se enmarca en una relación personal, con alto contenido emocional, ante un paciente, a un médico le resulta complejo el conocimiento adquirido, porque éste se ejercerá, ya no sobre un objeto, sino con relación a un sujeto y su singularidad. Esto es lo que diferencia la Medicina de otras profesiones o actividades.

Al reflexionar sobre el quehacer médico, sobre la vocación médica tal como la enunciamos, jugada en la relación médico paciente, nos damos cuenta de la importancia que en el campo de la salud adquieren otras disciplinas, como la antropología, la filosofía, el psicoanálisis, ya que hacen sus aportes al concepto de sujeto, influyendo y enriqueciendo el acto médico.

¿En qué medida la docencia puede facilitar el despliegue de la vocación? En el pregrado el contacto con las ciencias duras y la formación científica estricta alejan al futuro médico de su ámbito de aplicación. La anatomía, la histología y la fisiología, son mecanismos fascinantes de la naturaleza que atraen y subyugan a los estudiantes en los primeros años, a pesar que ignoran todavía donde tendrán que aplicar esos contenidos.

En el momento oportuno se les tendrá que advertir que la enfermedad sólo existe encarnada en los enfermos que la padecen, brindando otra perspectiva a la del cuerpo biológico; incorporando otra noción de cuerpo, para que puedan comprender la complejidad de lo humano. Deben saber que los cuerpos están atravesados por el lenguaje, historizados, marcados, además de los condicionantes determinados por  el genotipo y el fenotipo, desde los primeros tiempos de la vida.

Ser médico no te hace mejor ser humano; pero “ser humano” te hace mejor médico.

En la formación académica se debería tratar de conectar ese saber que van adquiriendo, uno de los aspectos de la vocación que enuncian, con el otro, su aplicación real, que es asistiendo, ayudando y acompañando. “Si puedes curar, cura; si no puedes, alivia, pero siempre acompaña y consuela”. Acompañar es el verbo más importante del humanismo médico. De esta manera el conocimiento toma un verdadero sentido. De no conducir en esta dirección pareciera que la ciencia médica y el acto médico quedasen fuera de contexto: el sujeto, su situación personal y familiar, en un marco histórico y social.

Sostener el propio camino vocacional a pesar de las frustraciones da cuenta de la fortaleza subjetiva en cuanto a la capacidad de superación de los obstáculos que se presentan. La construcción de redes vinculares, favorece el despliegue y el fortalecimiento de la vocación y del propio proyecto.

REFLEXIÓN FINAL

El ejercicio de la medicina requiere de una competencia y unas aptitudes que necesariamente pasan por un acercamiento humano al fenómeno de la enfermedad y por un acercamiento cercano y directo al enfermo, por eso la mayoría de los médicos sustentan en lo más íntimo de su ser, una visión humanista y próxima a sus pacientes. También es cierto que algunas disciplinas médicas requieren de más experticia técnica que cualidades humanas, pero siempre el acto médico será un encuentro entre una necesidad y una confianza.

La Medicina es en realidad una profesión distinta de las demás en varios aspectos. De todas las ciencias conocidas, es de más a fin de la ética de Sócrates. El médico necesita tener profundo conocimiento teórico y técnico, así como un enfoque humanista. Utiliza la ciencia para discernir lo verdadero de lo falso y la filosofía para distinguir lo importante de lo irrelevante. Sólo puede ser médico quien le gusta la gente. La empatía puede ser muy efectiva, da lugar a muchos roles terapéuticos para el paciente y para la relación médico-paciente. Los pacientes buscan los aspectos empáticos del médico a través de la comunicación no verbal tales como la postura, los tonos de voz y las expresiones faciales del médico. Todo esto conduce, por lo menos teóricamente, con una mayor adherencia a los regímenes médicos.

Hoy no se podría concebir un médico no vocacional, donde no existiera capacidad de entrega a los demás. En estos momentos de relativismo moral, de globalización y de pérdida de valores, más que nunca, los médicos deben ser ejemplos vivos no sólo para sus pacientes; también la sociedad en general.

A través de los años ejerciendo la profesión los médicos comprenden que no eligieron una profesión, sino un modo de vida. Y que lo deben transitar como pueden: entre lo sagrado (la vocación profesional) y lo profano (el costo/beneficio del sistema), buscando curar, o al menos aliviar, pero siempre acompañando al ser humano que sufre.

Sólo la vocación, hará que los futuros médicos no sean deslumbrados por el exitismo que impregna la Medicina moderna y comprendan que el objeto de esta noble profesión no es la enfermedad, sino el enfermo. Sin Vocación no habrá Humanismo. Sin Humanismo no habrá Medicina.

REFERENCIAS

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