Vol. 3 N° 1
Enero - Junio 2022
En el contexto histórico, la tratadista hispanoamericana de la Educación Militar, especialmente en España, y, en menor cuantía, en latinoamérica, enfoca su interés en el desarrollo de los institutos de formación de los Cadetes como factor indispensable en la profesionalización del ejército. Sin embargo, poco se habla de la persona del Cadete hispanoamericano como clase militar que sufre como todo ser humano, poseedor de un profundo e indudable sentido de pertenencia institucional arraigado en su memoria para toda su vida, fundamento de los recuerdos más gratos que el emérito oficial suele disfrutar en toda su amplitud en su nicho de reposo. Este estudio se propone resaltar la génesis y evolución del Cadete desde los jóvenes Cadettis y el Caballero Medieval hasta el oficial Ilustrado del convulsionado siglo XIX; inclusive su Sentido de Pertenencia Institucional; y, las consecuencias militares y sociales del linaje de nobleza en el liderazgo de los Ejércitos de la Monarquía, tanto en Europa como en América.
In the historical context, the Hispanic American writer on Military Education, especially in Spain, and, to a lesser extent, in Latin America, focuses her interest on the development of Cadet training institutes as an indispensable factor in the professionalization of the army. However, little is said about the person of the Hispanic American Cadet as a military class that suffers like every human being, possessing a deep and undoubted sense of institutional belonging rooted in his memory for all his life, the basis of the most pleasant memories that the official emeritus usually enjoys in all its breadth in his resting niche. This study aims to highlight the genesis and evolution of the Cadet from the young Cadettis and the Medieval Knight to the Enlightened officer of the convulsed 19th century; including their Sense of Institutional Belonging; and, the military and social consequences of the noble lineage in the leadership of the Armies of the Monarchy, both in Europe and in America.
El Cadete es una clase militar en formación como Oficial de las Fuerzas Armadas. Si bien, normalmente se refiere a los estudiantes de las academias o escuelas de formación de oficiales; también existen, principalmente en los Ejércitos de Tierra, Cadetes de Batallones Regimientos comunes desde el siglo XVIII. Estos Cadetes desde sus inicios son formados por necesidades institucionales para ocupar las plazas vacantes de oficiales en las distintas armas o especialidades . En el presente el Cadete en la mayoría de los países se tiene como una clase militar desde su investidura; y, su formación está integrada al sistema de educación superior, tiene como objeto el estudio de la Ciencia Militar.
El Cadete es terreno fértil, donde se siembran los principios y valores éticos rectores de la profesión militar que definen el liderazgo castrense. El líder militar se caracteriza por su aptitud y actitud para asegurar el Principio de Unidad en el mando y la obediencia. Un buen líder militar es inteligente y decidido, garantiza la eficacia y eficiencia de las operaciones militares en el cumplimiento de los objetivos nacionales que el Estado asigna a su fuerza armada.
El Mando, como facultad legal, determina las responsabilidades y privilegios que se les otorgan a los militares en servicio activo. Su objetivo es ejecutar el exacto cumplimiento de las órdenes dadas desde el nivel más alto hasta el más bajo.
Dentro de este contexto, también es oportuno señalar, que la disciplina militar, tanto en lo individual como en lo institucional, se evidencia en el apego a la ley y subordinación a las autoridades legítimamente constituidas.
En la educación y formación militar está la base del liderazgo militar y es que “Para mandar, primero hay que saber obedecer”, en el ámbito militar, mandar y obedecer es un arte y su práctica es una virtud devenida de la consciencia democrática inducida desde Cadete a los Jefes y Mandos militares. Por ello, el liderazgo militar tanto en el plano objetivo, como en el subjetivo, tiene un ámbito de aplicación claramente limitado y controlado. En el plano objetivo este límite se encuentra en el marco de la legalidad establecido en la Carta Magna de un Estado Democrático, en sentido contrario, estaríamos frente al abuso y arbitrariedad que rigen en los Estados Forajidos. Subjetivamente el liderazgo militar, se fundamenta en la moral militar, cuya fortaleza depende del sentido de pertenencia institucional, legado de los padres fundadores, transmitido de generación en generación y que exige el sacrificio de la vida cuando sea necesario por la independencia y soberanía de la Patria.
Considerando que Nación es un concepto superior objetivo; toda vez que se ubica en el concierto de la Comunidad Internacional, mientras que Patria, es un concepto superior subjetivo, ubicado en la tradición y cultura militar, es obvio que el principal propósito del liderazgo militar sea garantizar el Principio de Unidad entre mando y obediencia en cualquier circunstancia.
La definición etimológica de la palabra Cadete, sorpresivamente, fue una cuestión compleja de discusión entre los más prestigiosos tratadistas de la historia militar del siglo 20, entre estos Almirante, López Muñiz y Cabanellas. Algunos aseguran, de manera no muy clara, que Cadete es una degradación de términos germánicos, húngaros y francos, principales pobladores que en la baja edad media emigraron de Europa Oriental a Europa Central (antiguos territorios del Imperio Romano de Occidente). Específicamente, Almirante sostiene que Cadete proviene de la palabra francesa Cadet que se escribió Capdet y que según Ducange y Ménage, deriva del bajo latín capitelum, cabecilla, jefe en segundo, y más tarde segundón de familia noble, paje de lanza,voluntario, aventurero, sin sueldo. El citado autor concluye que en el fondo, no es más que el nombre francés Doncel. En forma similar, López Muñiz asegura que la terminología Cadete es de origen francés introducida en España con la subida al trono de Felipe V. Al respecto, Cabanellas cita obsesivamente a estos destacados autores en un desesperado intento por unificar estos criterios.
Con el respeto debido a tan prestigiosos autores, este humilde autor, sin apoyo institucional alguno, después de años de dedicación exclusiva al estudio e investigación sobre figura del Cadete Militar al parecer olvidada o poco relevante para la historia militar, he determinado con certeza, fundamentada de manera indubitable, que el origen etimológico y jurídico del término “Cadete” proviene de la palabra CADETTI ligada al Principio de la Primogenitura o Mayorazgo del Derecho de la Propiedad que regía la sociedad medieval, especialmente a las familias nobles, por excelencia, propietarias de los grandes feudos. Esta afirmación se puede apreciar en el Tratado de Guillermo Vandevoy, escrito y traducido del latín al castellano por el Dr. Señonqui en el año 1636 y que está bajo resguardo de la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena (K.K.HOFBIBLIOTHEK.Österr National Bibliothek), a la cual hice consulta On Line. En dicho antiquísimo documento, se expone, que al fallecer el Señor Feudal y a los fines de evitar la división del feudo, lo sucede exclusivamente el hijo primogénito masculino, mientras que los demás hijos segundones llamados CADETTI recibían una parte de la hacienda solo para comer y vestirse sin derecho a percibir dinero, y al morir el primogénito, heredaba el siguiente en edad.
En cuanto a su formación caballeresca y militar, a los Cadettis desde temprana edad se les educaba en el arte del combate, por lo que eran violentos, y, se les inculca como sentido de pertenencia el apego a la tradición de linaje de nobleza y la pasión bélica de sus padres y abuelos, como medio para obtener riquezas que les garantizara mantener el estatus social y sostener sus ejércitos particulares, en especial los gastos generados por caballos y armaduras.
En este mismo orden, el catedrático e investigador español Don Francisco de Cárdenas precisa que Carlos IV, Emperador del Sacro Imperio Romano en 1356 en Metz, hoy provincia de Francia, publicó la famosa Bula de Oro. Esta ley que rigió en todos los grandes feudos del imperio prohibía la división de los mismos y estableció la sucesión de estas propiedades por riguroso derecho de primogenitura masculina. Así, se impone el Mayorazgo en base a la primogenitura y la masculinidad como derecho de heredar los feudos, dejando por fuera a los hijos segundones e hijas.
Para ampliar lo antes sostenido, Buenaventura, cuyo artículo se toma como fuente referente en este párrafo, afirma que en Francia, Inglaterra, Alemania y España, agrupaciones de jóvenes caballeros recién armados, vagaban “...en busca de aventuras, fama y riquezas, que les conduzcan a un matrimonio ventajoso y una situación económica estable”, ya como se ha afirmado, eran pocas las opciones sociales y económicas que tenían los hijos no primogénitos (segundones) de las familias nobles, llamados Cadettis. Estos jóvenes tenían que procurarse sus propias fortunas, por lo que recurrían a la violencia con el poder de las armas. Ante esta situación, obligatoriamente la iglesia católica tuvo que intervenir en su formación. En el concilio de Clermont (1095), en vísperas de la primera cruzada, el papa Urbano II, en un llamado de reflexión, les recuerda sus crímenes. Posteriormente, en el De Laude Novae Militiae de San Bernardo, los organiza y clasifica en Caballeros Seculares y Eclesiásticos, entre estos últimos están los Teutónicos, Templarios y Hospitalarios que fueron de gran connotación histórica durante las cruzadas (campañas) de los ejércitos católicos en defensa y recuperación de las Tierras Santas, especialmente Jerusalén tomada por los musulmanes; y, en la protección de los peregrinos y comercio. Es oportuno destacar el importante papel que jugó el Papa Gregorio VII quien apoyado en la Orden Benedictina, a la que él mismo pertenecía, logró transformar la moral de los caballeros a favor de la iglesia. Así los caballeros violentos pasaron a ser servidores de la fe y defensores de los más débiles. Esto fue posible a que una vez ofrecidos los votos y tomado el Hábito, por la dignidad de la respectiva Orden Caballeresca, quedaban comprometidos a ser más nobles, virtuosos y honestos, lo que significaba someterse a una disciplina regia.
Para ilustrar a los lectores la vida y suerte de los hijos Cadettis es adecuado plasmar esta idea con un breve pasaje por la infancia y adolescencia del Gran Capitán, héroe de la historia de España, Virrey de Nápoles, Caballero de la Orden de Santiago y precursor de los ejércitos permanentes, un referente de altísima valía para la historia militar, como lo expresa el catedrático español Miguel Ángel Ladero, quien afirma que El Gran Capitán Gonzalo Fernández y Aguilar de Córdoba, era el menor de los dos hijos del noble Don Pedro Fernández de Córdoba, Primer Señor de Aguilar y otras localidades del Sur de Córdoba y Doña Elvira de Herrera y Enríquez. El Gran Capitán nació en Montilla, pequeña población del sur de Córdoba en 1453 y falleció en Granada en 1515. Alfonso y Gonzalo, ambos hermanos, se criaron en Córdoba y se educaron bajo la tutela del Caballero Don Pedro de Cárcamo. Como segundón de familia noble, Gonzalo tenía pocas expectativas. Al fallecer tempranamente su padre, correspondió a su hermano mayor Alfonso, heredar y gobernar la Casa del Señorío de Aguilar y era quien podría proporcionarle algunas expectativas a su hermano menor Gonzalo, entre estas:
En 1467, a los 14 años, el joven Gonzalo ingresa a la corte como paje del Infante Alfonso para educarse en el servicio, prácticas corteses y educación civil. Al año siguiente al morir el Príncipe permanece por breve estancia en la corte de la princesa Isabel, quien asciende al trono como Isabel I. Posteriormente regresa a su tierra y se incorpora a la lucha de bandos al servicio de su hermano Alfonso. Así, es el inicio de este hijo cadetti que con el transcurrir del tiempo se transforma en el héroe referente de la historia militar de España y Europa.
Los Caballeros Medievales como el Gran Capitán Gonzalo, son la génesis de la oficialidad hispanoamericana. Los caballeros, eran guerreros por excelencia y se destacaban por su gallardía hacia las damas y el coraje para defender su dignidad. Podían ser ignorantes, zafios y analfabetos, pero de ninguna manera, torpes en el manejo de las armas, muchos menos, débiles y enfermizos.
En la baja edad media, el sueño del hijo Cadetti se concretaba en la investidura como Caballero tras una larga espera de formación y crecimiento personal, bien en la corte, en el seminario o con su maestro caballero que les inducía el valor en el combate y empleo del arte de la guerra.
Como ya se ha dicho, la formación de los Cadettis se fundamentaba en la historia para fortalecer su sentido de pertenencia o moral y la educación física para habilitarlos en el combate. Al respecto y con mucha razón San Isidoro, insistía en la necesidad de entrenar y habituar a los Cadettis, a subir y bajar montañas, navegar y remar; a luchar, correr, saltar y lanzar la jabalina; a montar a caballo y cazar, actividad practicada a lo largo de los siglos y que en la actualidad se mantiene en las academias militares.
En la antigüedad, Aristóteles recreaba con la Ilíada de Homero el espíritu guerrero del joven Alejandro Magno quien emulaba la grandeza del mítico Aquiles. En este contexto, Buenaventura Delgado precisa que esta idea de tradición ya la expresaba Platón en su República, “que en la formación de los futuros soldados era necesario conocer las gestas de sus antepasados como estímulo para la gloria”. La tradición también fue inspirada en las grandes conquistas de los romanos, musulmanes; y, hasta, Alfonso, El Sabio, la propuso en la Segunda Partida.
En el medioevo, el Sentido de Pertenencia de los caballeros, se transmitía a través de la historia cantada por ayos y juglares. Estos cantos recogían las leyendas, los héroes míticos y costumbres que transmitidos de generación en generación, unía a las distintas clases sociales como pueblo. Los héroes nacionales transmitían valores que todos aceptaban, para imitarlos o para admirarlos. Los nobles, incluidos los reyes, acostumbraban confiar la educación de sus hijos varones a un ayo o pedagogo, caballero respetable y leal a su señor, que se dedicaba a educar en grupo a los cadettis y demás donceles o escuderos en el combate bélico.
En la alta edad media, con la aparición de la universidad entre los siglos XIII y XIV, como afirma el referente y citado autor, surge la Schola Palatina, “La Escuela”, que en algunos casos era la corte y seguidores de un rey o caballero donde se educaban los futuros caballeros y el resto de los integrantes de dicha corte. Por debajo de los reyes y de los ricos omnes, existía una segunda nobleza llamada en Castilla infanzones y en Aragón mesnaderos, que solían educar en su casa a algunos escuderos. Cuenta la leyenda en el cantar Mío Cid, que este famoso e histórico caballero pertenecía a esta clase social y educó en su casa a Muño Gustioz y a muchos otros jóvenes vasallos.
En este contexto, es inevitable tomar en cuenta el acto de investidura del Caballero, cuya solemnidad desde la edad media mantiene su esencia hasta el presente en las investiduras de los cadetes en las academias y escuelas militares de América y Europa. En sus inicios la investidura del caballero se realizaba en tres (3) etapas: Aceptación del Hábito, Armadura del Caballero y la Bendición al Caballero.
Para la aceptación del hábito se establecía en el Formulario para Armar Caballeros de la Orden de Santiago que a ninguna persona se le otorgara el Hábito sin que previamente se avalara su Fe Católica por un Fraile. El aspirante debía confesarse y comulgar en la misma semana del acto. En la misma capilla o iglesia donde se celebraba la investidura, el que hubiere de ser caballero, presentaba sus provisiones a un Escribano, cuyo funcionario, las daba a conocer en voz alta e inteligible. Tanto el fraile como el escribano eran sancionados si sus testimonios resultaban falsos. En este caso, al sacerdote se le imponía penitencia por un año, y al escribano era multado con cien (100) ducados e inhabilitado para ejercer dicho oficio. Una vez presentadas y aprobadas las provisiones se le ordenaba al aspirante salir del recinto y el Comendador o caballero que lideraba el acto se dirigía al resto de los caballeros presentes y leía la disposición del rey como administrador perpetuo de dicha Orden para armar caballeros y otorgar Hábitos. Previo consejo y acuerdo emitidos por los caballeros presentes, seguidamente se hacía llamar al pretendiente para ser percibido de las investigaciones de oficio que pudiere emitir la Orden para verificar, por dos de sus miembros, la calidad de limpieza de sangre, y, que de no poseerla, se le anula el Hábito sin necesidad de notificarlo ni al fiscal. Una vez aceptados los Hábitos, el Comendador le enfatiza las tradiciones éticas y morales de la Orden, invitándolo una vez más a ser muy noble, virtuoso y honesto en cumplimiento de los votos a prometer y preservar la dignidad de la Orden.
Terminada esta fase, seguidamente se continuaba con la Armadura del Caballero como miembro de la Santa Orden de Caballería, se le colocaba en la cintura la espada quedando armado de las cuatro virtudes cardinales representadas en ella: Por el pomo la fortaleza; por el puño la prudencia; por el aliger la temperancia; por la cuchilla la justicia. Seguidamente le calzaban las espuelas, por lo cual, así como un caballero conduce rectamente su caballo en las carreras, todos sus actos deberían estar al servicio de Dios, pues, su único propósito debería ser poner su persona y bienes en defensa de la iglesia; hacer la guerra, no con propósito de matar sino de reducir al enemigo a la santa fe católica; y, liberar a los cristianos cautivos.
Al terminar el Comendador, se realizaba la tercera y última etapa que era la Bendición al Caballero mediante misa oficiada por el sacerdote.
Con la combinación del arte guerrero y la moral cristiana, los caballeros ajustaron sus acciones a una ética propia que los identificaban y los unían en función de:
Es bien conocido que estos principios fundados en la fe religiosa, altruismo, la paz de las naciones, y la defensa de la soberanía, generalmente son las bases de los actuales Códigos Éticos de los institutos de formación militar.
Siglo XVI: En esta época, a medida que la ciencia y el arte militar evolucionaron, aumentó la tendencia de la profesionalización de los ejércitos; sin embargo, no faltaron las barreras culturales que se opusieron y retrasaron este desarrollo, principalmente, la alta nobleza y el clero. Ejemplo fue la actitud negativa de la oficialidad cortesana ante los planteamientos de incluir la meritocracia como requisito al régimen de ascensos basado en el linaje, antigüedad y lealtad al monarca.
Entre 1543 y 1545 con la creación del cañón se lograron significativos avances tecnológicos, se favoreció la transformación de la táctica y la estrategia militar, en el campo de batalla la caballería medieval es reemplazada por la artillería. En consecuencia, en Milán se crea la escuela para la fabricación de estas armas, se inicia la consolidación de la ciencia y el arte militar mediante la creación de institutos militares, surgen los ejércitos permanentes disciplinados y distanciados de las particularidades de los ejércitos mercenarios. Es justo reconocer que los Habsburgos apuntalaron el desarrollo en todas las armas, especialmente en las facultativas (Ingenieros y Artillería), en cuyos estudios predominaban las matemáticas, la geometría y la lectura de mapas.
Siglo-XVII: Durante este siglo el Clero continuaba con el monopolio de la educación sosteniendo que la educación no era necesaria para la oficialidad militar, cuya tradición se fundamenta en el linaje de nobleza. Los jóvenes de la nobleza acudían en primera instancia al Seminario y luego a los Regimientos con la antigüedad de su título, que no en pocos casos, los padres le compraban a sus vástagos desde temprana edad para garantizarles el acceso a los empleos más apetecidos del Ejército Real. No obstante a esto, en las primeras décadas de este siglo aparecen oficiales ilustrados que impulsaron la creación de escuelas, colegios y academias de Cadetes y de Aplicación. Según Ariel Vigo, el primer esfuerzo conocido para preparar oficiales de todas las armas es la Academia de Ejercicios fundada por el Duque de Bouillon en 1606, seguida en 1608 por los Seminarios de Infantería de Cerdeña, Nápoles y Orán, basados en el modelo de empleo del Tercio Español. El Conde Juan de Nassau, en 1616 funda la Escuela Militar (Schola Militaris), para educar a los jóvenes en el arte de la guerra dando surgimiento a numerosas escuelas militares privadas, por lo cual, se podría afirmar, que esta iniciativa sería el embrión de los futuros Colegios de Caballeros Cadetes impulsados por las Monarquías Europeas.
En este sentido, tenemos que en 1636, Luis XIII de Francia, crea la Academia Real (Academie Royal). Al respecto, Muñoz y Almirante, entre otros destacados tratadistas militares, atribuyen al Marqués Louvois el reconocimiento del Cadete como Clase Militar, quien en 1682, siendo ministro de guerra de Luis XIV de Francia, crea dos Compañías de Cadetes en los Regimientos de Metz y Tournai, cuyas edades oscilaban entre los 12 y 15 años. Posteriormente, en 1683 se crean siete compañías más, hasta ser suspendidas en 1692 por los Coroneles alegando, falta de preparación y madurez de los Cadetes para soportar los rigores propios de la vida castrense.
También, Ariel precisa que en 1674 en España se funda la Escuela General de Batalla en Flandes, la cual es una escuela de aplicación donde los oficiales cursan en dos años materias como fortificación, artillería, dibujo, marcha y acampado, levantamiento de planos, francés, esgrima, natación y táctica.
Siglo XVIII. Siglo de las Luces: Durante este periodo histórico, el Cadete se posiciona como un sujeto importante en la profesionalización del ejército. Se impulsó la creación de colegios, escuelas y academias de Cadetes por toda Europa. En Rusia, entre 1701 y 1721 el Zar Pedro I, el Grande, funda las Escuelas de Artillería, Ingenieros y Cirugía Militar; y, en 1730, después de su fallecimiento, se crea la Escuela Militar. En 1756 Catalina la Grande establece El Noble Cuerpo de Cadetes de Artillería e Ingenieros. En Prusia en 1717, Guillermo I, el Rey Sargento, crea el Cuerpo de Cadetes de Berlín, el cual se mantuvo durante los reinados de Federico Guillermo I y Federico II, El Grande. Los Cadetes eran instruidos en matemáticas, historia, francés, lógica, geografía y fortificaciones. Posteriormente, entre 1769 y 1776, surgen las academias menores en Stolp y Kulm. En Austria en 1752, se estableció la Academia Militar de Weiner Neustadt. En Inglaterra en 1741 surge la Real Academia Militar (Royal Military Academy), instituto donde un siglo más tarde ingresa como Cadete el príncipe Alfonso, futuro rey de España. Asimismo, en 1705, Carlos II de Habsburgo inaugura la Academia Real y Militar del Ejército de los Países Bajos; y en 1735, en Holanda funda la Escuela de Artillería.
El Cadete en Francia y España: La evolución del Cadete como Clase Militar en Francia y España, merece atención especial.
En Francia, las seis Compañías de Cadetes suprimidas por los coroneles en 1692 renacen y permanecen entre 1726 y 1733. Al respecto Ariel Vigo precisa que el 13 de enero de 1751, Luis XV crea la Escuela Militar de París (Ecole Militaire de París), donde los Cadetes ingresaban desde niños de ocho (8) a once (11) años, con un linaje de cuatro generaciones de nobleza, que supiesen leer y escribir. Los mejores promedios eran enviados a servir en la Armada, mientras el resto eran enviados al Ejército. Después de un exámen en La Fere, los más capaces en matemáticas eran enviados a la Escuela de Mezieres como ingenieros o al Regimiento Real de Artillería (Corps Royale d’Artillerie) donde eran comisionados como Subtenientes. En 1764 la Escuela de La Fleche asumió el rol de instituto preparatorio donde primero ingresaban los Cadetes para obtener un nivel académico adecuado. En 1788, Luis XVI restituye brevemente los Cadetes, al año estalla la Revolución Francesa y en 1790 fueron extinguidos como clase de nobleza, lo cual era lógico por el triunfo del nuevo sistema político repúblicano.
Mientras esto ocurría en Francia, en España, la suerte de los Cadetes era distinta. En 1700 culmina el mandato de la dinastía de los Habsburgos con la llegada de los Borbones en la persona de Felipe V, sucesor de Carlos II. Felipe V se abocó a la profesionalización del ejército a través de profundos cambios en el sistema de la educación militar del Cadete que lo radicaliza como una clase elitista. Tal como se aprecia en la Real Ordenanza de noviembre de 1704, se establecen diez (10) Caballeros Cadetes, nobles e hidalgos por cada compañía del regimiento. En 1711 quedan regularizados; en 1717 en Cádiz, provincia de Andalucía, se establece la Compañía de Guardiamarinas de la Armada Real Española, cuyas particularidades se detallan más adelante. En las Reales Ordenanzas del 12 de mayo de 1722, el Cadete como clase nobiliaria, se reserva solo para los Caballeros Notorios, los Cruzados, hijos y hermanos de éstos; los Títulos, sus hijos y hermanos; los Hidalgos Reconocidos; y los hijos de capitanes y oficiales de mayor grado. Finalmente con las ordenanzas de 1728 se legitiman. En 1768 se establecen dos Cadetes hijos hidalgos notorios por compañía, cuyos padres debían suministrarles los recursos económicos adecuados para su sustento conforme lo demanda su clase de nobleza, exceptuando de este requisito a los hijos de capitanes.
El siglo de las luces, sin duda alguna, aperturó las puertas de los institutos de formación militar a la ciencia y arte militar; se reemplaza el antiguo ejército mercenario por el ejército permanente; y el linaje de nobleza pierde importancia como requisito para la oficialidad.
En el siglo XIX, específicamente en el año 1802, Carlos IV, rey de España, invocando el interés de la Nación y las glorias de sus armas, decretó establecer tres colegios militares de doscientas (200) plazas de Cadetes cada uno, ubicados en Alcalá de Henares (Comunidad Autónoma Madrid); en Valladolid (Castilla y León); y, en Granada (Andalucía). El objetivo era, no solo promover la instrucción requerida, sino también, reforzar la fidelidad y lealtad de la oficialidad de sus ejércitos desde la tierna edad, mediante la educación cristiana, civil y militar. En cuanto a sus edades y aptitudes intelectuales, se les exigía tener entre los doce (12) a quince (15) años; que supieran leer y escribir correctamente; estar bien instruidos en la doctrina cristiana y en algunos principios de latinidad; y excelentes aptitudes físicas.
En Cádiz, Andalucía, la invencible Armada Real Española en 1717 instala una Compañía de Guardiamarinas, con ciento treinta y ocho (138) Cadetes. En 1777 se abren las compañías del Ferrol y Cartagena, con noventa y dos (92) Cadetes, ambas afiliadas a la de Cádiz. El pensum de estudios comprendía clases de geometría básica, cálculo aplicado a la astronomía, mecánica y construcción. En los albores de la guerra de independencia contra Francia, el 9 de diciembre de 1811, estas compañías fueron reducidas significativamente a dos (2) brigadieres, dos (2) sub-brigadieres y treinta y seis (36) Cadetes. Después de la sublevación del Comandante Riego, el 26 de septiembre de 1824, las tres compañías son integradas en una sola en Cádiz. El 8 de octubre de 1825 se publica el reglamento que establece un Colegio Real y Militar en el arsenal de la Carraca con sesenta (60) Caballeros Guardiamarinas bajo régimen interno hasta que salieran a navegar. A los jóvenes que recibieron estudios privados para dedicarse a la carrera de la armada, una vez que aprobaban las evaluaciones pertinentes, se les concede la plaza como Guardiamarina, cuyo ascenso a Alférez de Navío era obtenido previa evaluación a los seis (6) años de haber embarcados en buques de guerra armados. El 10 de noviembre de 1834, este periodo de evaluación fue reformado a cuatro (4) años para ser declarados Guardiamarinas de Primera Clase, y otros dos (2) años para Alférez de Navío. El 17 de marzo de 1844, se estableció en ciento sesenta (160) el número de guardiamarinas embarcados.
El 1° de enero de 1845, marca una fecha histórica para la evolución del Cadete Hispanoamericano como Clase Militar, en San Carlos, Cádiz, se estableció el Colegio Militar de Aspirantes de Marina para los futuros oficiales artilleros de la Armada. El pénsum de estudio se basaba en matemáticas, astronomía, dibujo, construcción, maniobras, idiomas francés é inglés y esgrima. La plaza determinada fue de ochenta (80), de los cuales sesenta y cinco (65) de número y quince (15) supernumerarios, costeando el Estado seis (6) plazas gratuitas para hijos huérfanos de oficiales de la Armada fallecidos en combate o naufragio. Al año siguiente, el total de aspirantes aumentó hasta cien (100). La edad era de trece (13) a quince (15) años. Después de tres años pasan a la clase de Guardiamarinas y Cadetes de Artillería de Marina. Los Guardiamarinas tenían que navegar en una corbeta de instrucción, y demás buques de la Armada, a los cuatro (4) años del embarco eran evaluados para ascender a Primera Clase, y a los seis (6) para el empleo de Alférez de Navío. Los Cadetes Artilleros debían navegar un año en los buques de la Armada para ser examinados y optar al empleo de Subteniente supernumerario (en espera de empleos disponibles). Para obtener el empleo de Subteniente efectivo eran asignados a una compañía o batallón con el fin de evaluar sus servicios en tierra, después de asistir un año a su academia especializada y escuelas de ejercicios de combates.
El gran maestro Sun Tzu, , en su reconocida obra predice: “La guerra es un asunto de importancia vital para el Estado, ..(sic)..., el camino que lleva a la supervivencia o a la destrucción”. Esto sucedió a España durante todo el siglo XIX, fue el siglo de la desgracia para el poderoso imperio español, toda vez que además de la guerra de independencia contra Francia, estuvo involucrada en una cadena de guerras civiles,tanto en la península como en sus colonias de América, cuyo costo económico y político marcaría el quiebre de la poderosísima Armada española y desgaste de los ejércitos.
Durante el estado de guerra en que se encontraba España contra Francia, las Supremas Cortes como gobierno regente, el 14 de diciembre de 1809 establecen en el convento de religiosos Franciscos de San Antonio, en Sevilla, una academia de instrucción militar, integrada básicamente con los miembros del Batallón de la Real Universidad de Toledo con el propósito de proveer al ejército de oficiales instruidos bajo la dirección del ilustrado oficial Mariano Gil de Bernabé, Teniente Coronel del Real Cuerpo de Artillería. Según Gistau, estos jóvenes eran los mejores estudiantes de la universidad toledana que atendiendo el llamado de su patria, dejaron los libros para empuñar el fusil y marchar a la isla de León, constituyendo allí el núcleo principal de la primera Academia General Militar de España. El pensum académico comprendía estudios elementales de aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, fortificación, nociones de artillería, dibujo militar, ordenanzas, contabilidad, manejo de las armas, maniobras de la infantería y caballería, y, táctica general. Un año más tarde, el 20 de enero de 1810, cuando los franceses invaden Andalucía, el gobierno supremo se trasladó de Sevilla a Cádiz, y esta academia asumió la defensa de esa plaza. El 26 de febrero de 1810 se mudaron a San Fernando, en la Isla de Cádiz, donde los Cadetes por la misma crisis fueron alojados en la casa de los jóvenes estudiantes de la marina. Los alumnos fueron incorporados al batallón que guarnecía el arsenal de la Carraca, poco después se marchó hasta el campamento de Sancti Petri. El Supremo Consejo de Regencia ordenó reincorporar a la academia a todos los Subtenientes y Cadetes del Ejército para dar mayor impulso a la instrucción. Así, el 24 de marzo de 1810, la academia quedó instalada en San Fernando, Isla de León. El Colegio de Caballeros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería permaneció unido a la Escuela Militar hasta el mes de agosto cuando fueron enviados para Mallorca. A esta escuela se le anexa una sección de jóvenes huérfanos, hijos de padres fallecidos en actos de servicio. En muchas ocasiones los Cadetes debían dejar las aulas para acudir a la línea de defensa, especialmente en el puente de Suazo, hasta el 25 de agosto de 1812 cuando los franceses abandonaron el sitio.
La academia alcanzó rápidamente un enorme prestigio, tal que, el 3 de septiembre de 1810, el gobierno regente decretó que ningún Cadete de los cuerpos del ejército sea considerado para oficial sino acredita haber aprobado los estudios en esta academia y demás cualidades para el ascenso, debiendo ser preferidos los sobresalientes, y retirar del servicio los que no cumplan los requisitos. Para 1811, la Escuela Militar tenía 600 Cadetes y más de 200 oficiales egresados, muchos de los cuales fueron admitidos en los cuerpos facultativos (ingenieros y artilleros). Recuerda el Conde de Clonard aquel discurso que con el corazón partido, dejó para la historia de la educación militar española el Coronel Mariano Gil Bernabe, sobre las intrigas contra la academia de parte de la oficialidad del viejo régimen, enemiga de la ilustración, logrando que una vez culminada la guerra de la independencia, se desmantela el Colegio de San Fernando y los Cadetes de la Compañía de Caballería son integrados a las de infantería. Desde 1814, ningún Cadete, después de haber concluido sus estudios, era promovido a oficial. Los Cadetes graduados que habían alcanzado la mayoría de edad, eran obligados, en contra de su dignidad, a permanecer en el establecimiento, bajo la condición que el despacho de Subteniente se le concediera, después de prestar servicio en los ejércitos de ultramar. Esta situación de hecho, fue caldo de cultivo para que muchos Cadetes se sumarán a los movimientos rebeldes que estaban próximos a suceder.
El desconocimiento por parte de Fernando VII de la Constitución de 1812, provoca un descontento en el pueblo español que en 1820 motiva al Comandante Rafael del Riego a sublevar el Ejército Expedicionario a combatir en América. Este hecho contra el absolutismo, causa un enorme impacto en esta región, por lo que muchos bandos leales al monarca (realistas) se pasan al bando republicano o establecen su propia monarquía como Iturbide en la Nueva España (México). En estas circunstancias y la disminución del impacto de la fiebre amarilla, el 2 de enero de 1820, los batallones sublevados de los Regimientos España y Corona, comandados por Antonio Quiroga y apoyados por la Guardia de Infantería de Marina, entraron a Cádiz para proclamar la vigencia de la Constitución. Quiroga al siguiente día invitó a los oficiales y Cadetes a tomar parte en el pronunciamiento, aunque los oficiales se mantuvieron fieles al monarca, aproximadamente 200 Cadetes se sumaron a los sublevados, motivados por superar el estado de abandono en que el gobierno los mantenía desde 1814, lo cual se cumplió por los sublevados al concederles el despacho de Subtenientes e inmediatamente promover a Tenientes a todos aquellos que habían alcanzado la antigüedad a partir de la culminación de sus estudios. Mientras tanto, ambas escuelas continuaron funcionando hasta la llegada del comandante Rafael del Riego en la noche del 6 de febrero de 1820 con seis batallones, de los cuales tres fueron alojados en el cuartel, lo que obligó suspender los estudios hasta el 13 de marzo de 1820 que reinicia sus actividades acorde con las nuevas circunstancias. Relata Clonard, en sus memorias, que en pocos días se vieron salir Cadetes en clase de ayudantes con el General en Jefe para sofocar una sedición militar en el puerto de Santa María. A pesar de la autorización dada a los Cadetes para permanecer en sus casas o se incorporan al colegio de Valencia, el 11 de julio de 1820, se resolvió sacarlos de San Fernando para Granada, donde llegó el 1° de noviembre del mismo año, acuartelados en el monasterio de San Gerónimo. Aquí se suman los Cadetes ausentes y se admitieron otros nuevos, recuperando el instituto su normalidad hasta final del trienio cuando en 1823 Fernando VII, por segunda vez, desconoce la Constitución y recurre a la Santa Alianza pactada entre las monarquías absolutistas contra los movimientos liberales en Europa.
Atendiendo este llamado, el Duque de Angulema ingresó a España al frente del ejército francés expedicionario llamado Los Cien Mil Hijos de San Luis que sin mucha dificultad derrota a los sublevados, el Comandante Riego y sus seguidores son fusilados, los sobrevivientes huyeron al exilio. El 16 de agosto de 1823 los Cadetes regresan a Granada.
El 20 de diciembre de 1823, el rey estableció el Colegio General Militar en el Real Alcázar de Segovia, para todos los Cadetes de Infantería, Artillería, Caballería e Ingenieros con el propósito de conseguir la más perfecta uniformidad de criterios entre las distintas armas. A partir del 4 de abril de 1825, se prohíbe el ingreso de los Cadetes del ejército mayores de 25 años, incluidos artilleros, zapadores y aspirantes a ingenieros, con excepción, para aquellos que estaban en servicio activo en los cuerpos y cumplieran con el reglamento. El 12 de agosto de 1827, se limita el número de plazas de los Cadetes de Regimiento a una por compañía; y, los Cadetes de Colegio son reconocidos como Caballeros Cadetes.
El periodo de paz vivido por los Cadetes desde 1823, es interrumpido el 3 de agosto de 1837, ya fallecido Fernando VII, nuevamente los Cadetes del Colegio General Militar se ven involucrados en la guerra. Ese día se presentó al frente de Segovia, la expedición carlista al mando del General Zaratiegui, la plaza se rinde el 4 de agosto de 1837. El colegio se traslada a la Corte en Madrid, permitiendo a los oficiales llevar sus espadas, familias y equipajes, y, a los Cadetes, el armamento para su instrucción y demás pertenencias. El 13 agosto de 1837, ya en Madrid, el instituto se instala en el antiguo convento de los Padres Dominicos de Atocha. El traumático periplo de los Cadetes no termina allí, pués, con la llegada del Ejército Carlista a esta ciudad, se mudan, por breve tiempo, al ex-convento de los Padres Trinitarios Descalzos de Jesús, para continuar su mudanza al ex-cuartel de la Guardia del Corps. Prohibida la admisión de Cadetes en los cuerpos del ejército, los jóvenes aspirantes a oficiales son asignados a este establecimiento que el 1° de enero de 1843 quedó constituido con 600 Cadetes como el Colegio General de Todas Armas.Sin embargo, pronto recupera el nombre de Colegio General Militar, sin ninguna alteración en el pensum académico.
El 16 de enero de 1855, la reina Isabel II promulga el Reglamento del Colegio de Infantería en el cual decreta que los Cadetes son parte del estado militar desde su afiliación al instituto, así el Caballero Cadete de Colegio pasa a ser una Clase Militar oficialmente reconocida. En consecuencia, los Cadetes a pesar de sus cortas edades quedan sometidos al severo régimen disciplinario castrense, exceptuados de la legislación penal. Transcurrido el tiempo y vistos los problemas causados para adaptarse al medio castrense, en 1866 son suspendidos. En 1873, después de la caída de la Primera República y la llegada del exilio de Alfonso XII, se inicia la restauración borbónica. En 1876, el nuevo monarca pone fin a la última guerra carlista, por lo que fue conocido como El Pacificador. En febrero de 1882, en una España pacificada, Alfonso XII funda la Academia General Militar de Todas las Armas e Institutos del Ejército que inicia sus actividades en enero de 1883, tomando como modelo la Academia de Infantería.
Sin la menor duda, en los Cadetes de la Academia General Militar, quedó sembrado, para siempre, el Sentido de Pertenencia Institucional inducido por el pueblo español en aquellos jóvenes estudiantes del Batallón de la Real Universidad de Toledo, pioneros de este prestigioso instituto.
El Reglamento del Real Colegio de Artillería fue decretado en 1810 bajo un estado excepcional de guerra por el Supremo Gobierno regente, con carácter temporal, para regularizar los ingresos a este instituto de los pretendientes a Caballeros Cadetes. Dicho reglamento en el artículo 1° establece el número de plazas de la Compañía de Cadetes en ciento cincuenta (150), de las cuales tres (3) son Brigadieres, y seis (6) Subrigadieres. Así la compañía se divide en tres (3) Brigadas, cada una con un Brigadier y dos Subrigadieres. Los Cadetes se distribuyen en salas por edades, lo que demuestra desde comienzo de siglo una clara organización institucional en favor de la formación militar de la oficialidad desde niños, influenciada por los hechos bélicos y el testimonio de los resultados positivos que produce un oficial ilustrado por una adecuada educación. Asimismo, se advierte celosamente al pretendiente a Cadete de las cualidades disciplinarias que exige este colegio“...ha de ser de conducta regular. y arreglada, por lo que no se admitirá al que haya sido despedido de cualquiera (sic) Colegio ó Cuerpo”. El 17 de agosto de 1811, queda sin efecto el artículo 2° referente a las pruebas de nobleza en virtud que las Cortes eliminan este requisito, sin afectar sus antiguas categorías de Cadetes de Colegio y Cadetes de Regimientos.
En 1815, una vez que Fernando VII es restituido en el trono, mediante real decreto reglamenta los principios éticos y morales que han de regir la formación del Cadete, con el fin de “dar a los defensores del Estado la instrucción competente para llenar los deberes de su vasta e interesante profesión”.. El reglamento en su motivación predice tardíamente la situación precaria de la oficialidad por la compleja crisis política y económica en todo el imperio, no es poca, la motivación y el valor que requieren los zapadores, minadores y pontoneros para cavar trincheras; colocar o destruir puentes; y/o minar paredes de una fortaleza en medio de una batalla, bajo el fuego cruzado de la artillería o ataque de la Infantería. Con justa razón, se privilegia a los valerosos Cadetes de este regimiento para cubrir las vacantes de oficiales e ingresar al Real Cuerpo de Ingenieros en absoluta igualdad de condiciones a los demás oficiales del Ejército.También se busca mejorar las condiciones intelectuales y físicas de los Caballeros Cadetes, la edad se aumenta significativamente, entre los dieciséis (16) y los diecinueve (19) años, con algunas excepciones para los hijos de capitanes y oficiales de mayor grado o empleo.Así, los futuros oficiales egresaban con suficiente madurez para asumir el mando con todas las responsabilidades y riesgos implícitos.
En el Regimiento, los Cadetes constituían una compañía con un (1) Brigadier 1.°, dos (2) Segundos y cuatro (4) Subrigadieres, elegidos por el Coronel o Jefe del establecimiento entre los Cadetes más adelantados y destacados. Para familiarizar al Cadete con todos los pormenores del servicio, temporalmente se les asignaban algunos servicios de guardias.
En el artículo 9 se establece la Cadena de Mando del Cuerpo de Cadetes cuya máxima autoridad es el Coronel del Regimiento; le seguía el Teniente Coronel quien era responsable de la instrucción teórica y práctica, similar hoy, al empleo de Comandante del Cuerpo de Cadetes. En ausencia de estos jefes, quedaba encargado el oficial más antiguo.
El curso de formación fue diseñado para que los Caballeros Cadetes egresaron del regimiento en tres (3) años, divididos en cuatro (4) temporadas desiguales: La primera temporada era la Clase Preliminar (Fase Preparatoria), se iniciaba el 1° de abril.Los Cadetes en un plazo de seis (6) meses eran habituados a la vida castrense. La Primera Clase y la Segunda Clase, se desarrollaban en la segunda y tercera temporada, tenían un (1) año de duración cada una, se iniciaban el 1° de Octubre y culminan el 30 de septiembre del año siguiente. La Clase Adicional, era la cuarta y última temporada, los Cadetes asistían durante seis (6) meses a esta clase de inducción profesional desde el 1° de octubre hasta el 31 de marzo del siguiente año. A mitad del periodo los Cadetes eran evaluados particularmente y al terminar la clase, oralmente. Los que resultaban no aprobados, eran rebajados a la clase inmediata inferior, con pérdida de la antigüedad y si volvían a reprobar eran rebajados de nuevo; y, a la tercera vez, eran despedidos del regimiento. Al culminar los cursos se premiaba a los Cadetes más destacados por cada clase y dos accésit, cuyos nombres se publicaban en la gaceta.
Promoción excepcional a Oficial:Dada la situación que si antes de concluir los tres años se producían plazas vacantes de oficiales en el Regimiento Real de Zapadores, los Cadetes más antiguos premiados, a lo menos en las clases preliminar y primera, eran promovidos a Subtenientes y permanecían en el regimiento hasta finalizar el curso.
Básicamente, la disciplina militar se tiene como la fiel observancia de las normas que rigen el orden institucional. Asimismo, se entiende como faltas disciplinarias la violación de estas normativas y que no estén estipuladas como delitos en la ley penal. Generalmente, las faltas militares se clasifican o gradúan en simples, medianas y graves. En el presente reglamento, las faltas leves se castigan con el arresto del Cadete en su alojamiento, debiendo asistir a las clases; las medianas, con arresto en una de las salas disciplinarias del establecimiento y asistencia a las clases; y, las graves con arresto en la sala, sin permitirle visita alguna de sus compañeros, y solo los libros de la clase que estudie. Cuando el Cadete incurre en faltas de mayor castigo que las graves, el Capitán notifica al Coronel, y este al Ingeniero General, que aplicaba la medida que estimara justa, incluyendo la expulsión del regimiento.
Clases Cadetes: En cuanto a las Clases Cadetes quedaban reglamentadas de la siguiente manera, en orden de mayor a menor: El Brigadier 1°, tres (3) estrellas de plata en una dragona sobre el hombro izquierdo; el Brigadier 2°, dos (2) de estas estrellas; y, el Subrigadier, una (1) estrella. En los artículos 4° y 5°, se especifican sus facultades disciplinarias. El Brigadier 1.°, los Segundos y los Subrigadieres tenían las mismas funciones de Sargento 1°, Sargento 2° y Cabos en las guardias y ejercicios de la Compañía de Cadetes; así como, pasar las revistas particulares, cuidar de la aplicación, conducta, aseo y fiel cumplimiento de las órdenes. Los brigadieres y sub-brigadieres para reprender a un Cadete debían hacerlo con la prudencia y atención debidas a sus circunstancias. Para corregir las faltas leves y arrestar a los Cadetes debían dar parte de inmediato a los oficiales correspondientes.
El linaje de nobleza hasta finales del siglo XIX, fue interpretado por el antiguo régimen como un derecho que le otorgaba a la oficialidad cortesana la exclusividad del liderazgo y empleos más privilegiados en los ejércitos del rey. En las Gacetas “Estado Militar de España”publicadas desde 1770 a 1815, se puede apreciar que por razones de lealtad a la Monarquía la alta oficialidad de origen peninsular en las colonias, era la más favorecida. Cuestión que por siglos perjudicó el sentido de pertenencia institucional.
En este sentido, en la reseña del Heróico Colegio Militar de México, la Secretaría de la Defensa Nacional de ese país (SEDENA), afirma que en la américa española, no se permitía a los criollos y mestizos ocupar empleos de oficiales, mucho menos, a los jóvenes mestizos servir en el ejército en la clase de Cadetes . Cuestión que por necesidad de servicios, con el transcurrir del tiempo, hubo de ser suavizada a favor de la nobleza criolla. Al respecto, el catedrático Juan Marchena, afirma “... en América estas pretensiones fueron “rebajadas” a admitir como oficiales a los hijos de militares o a aquellas personas procedentes de familias de lustre y distinción “reconocidas”...”. Esta decisión, es consecuencia, principalmente de la crisis política y económica que afectó directamente a los Ejércitos de la Monarquía. Tal era la debilidad del gobierno que los oficiales se negaban a servir en América. Aunado a esto, no había suficientes buques para el transporte de los regimientos de relevos desde la península a las colonias. Así, que para las primeras décadas del siglo XIX, en el Ejercito Real en América, los oficiales peninsulares eran una minoría, de avanzada edad, excesivo tiempo de servicio y en desventajas frente a sus pares en la península, teniendo que subsistir por sus propios medios en detrimento de sus deberes militares. En virtud de esta situación militar, Fernando VII, una vez superada la sublevación de Riego, hubo de obligar a los Cadetes que habían culminados sus estudios a permanecer en su instituto sin otorgarle el despacho de Subteniente, a menos que se ofrecieran prestar servicio en ultramar. Por ello, para las primeras décadas del siglo XIX la mayoría de la oficialidad eran de la nobleza criolla, cuyos descendientes constituyeron el grueso de los próceres de la independencia americana, entre ellos, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, San Martín, Antonio José de Sucre, Bernardo O'higgins, Agustin Inturbide.
Una vez que el poder militar en las colonias queda en control de la nobleza criolla, esta se reserva para sus hijos las plazas de Cadetes disponibles en los regimientos, a razón de dos (2) por compañía de Infantería y uno (1) por compañías de Caballería y Dragones; y, ninguna para las compañías de Granaderos. Estos Cadetes recibieron conocimientos militares básicos en ordenanzas; uso y mantenimiento del armamento individual; servicio interno; orden cerrado, orden abierto; disciplina y cortesía militar; vestuario y equipo; reglas de mando y subordinación.
Así, en América se inicia el proceso de la metamorfosis del Cadete español monárquico al Cadete americano republicano, impulsado por la oficialidad criolla con el apoyo de algunos oficiales peninsulares desde comienzo del siglo XIX; y, posteriormente acelerado por la sublevación de Riego en reconocimiento de la constitución de 1812. En este contexto, la reconocida escritora ítalo-venezolana, Vannini señala que destacados oficiales españoles peninsulares de carrera y méritos, de tendencia liberal, llegaron a América con las fuerzas militares españolas, “a las cuales pertenecían por obligación, deber o necesidad, pero de cuyo credo no participaban”. Estos oficiales con la declaración de emancipación por las Juntas de Gobierno coloniales pusieron al servicio de esta causa, sus conocimientos sobre la ciencia y el arte militar, como el Coronel de Ingenieros, José Mires, Capitán del Regimiento de la Reina, que en 1808 fundó la Escuela de Ingeniería y Academia de Matemáticas Mires. Entre sus discípulos, casi niños, estaban los futuros próceres americanos, Antonio José de Sucre, los hermanos Manuel y Florentino Tirado, Piñango, Avendaño, Soublette, Loynaz,Cásares. El pensum de estudio comprendía aritmética, álgebra, geometría, topografía y construcciones civiles, dibujo lineal y topográfico. Muchas de estas clases eran impartidas personalmente por el propio Mires. No pasó mucho tiempo para conocer el impacto de estos jovencitos en la historia militar hispanoamericana.
En 1775 en el reglamento para la Artillería de la Nueva España, se propuso infructuosamente un proyecto de preparación en esta arma facultativa "para la instrucción de oficiales y tropas una escuela práctica de artillería en Veracruz y otra en México según el método que se sigue en España". En febrero de 1822, siendo emperador Agustín de Iturbide, se instala de forma efímera la Academia de Cadetes en el edificio donde funcionó el tribunal de la Santa Inquisición, siendo su primer director, el General español, Diego García Conde. Los Cadetes eran instruidos en dibujo, matemáticas, cálculo infinitesimal y adiestramiento. La primera promoción fue de 16 Cadetes de una compañía original de 80. En septiembre de 1823, por razones de la guerra de independencia de México, el Gobierno General reunió a todos los Cadetes que habían en los Cuerpos del Ejército y los envió al Castillo de San Carlos de Perote. El 11 de octubre de ese año, ya instalada la República, se crea el Colegio Militar, fijando como sede la fortaleza de San Carlos de Perote hasta 1828, al que se le llamó Colegio Militar de Perote dependiente de la Comandancia General de Veracruz. Es oportuno resaltar la participación de los Cadetes del Colegio Militar durante el Motín de la Acordada en 1828, evento donde combatieron victoriosos a las órdenes del gobierno.
Los Cadetes, según la historia de México escrita por Alamán Lucas, tuvieron participación directa en la guerra de independencia, siendo la mayoría plazas del bando realista, entre los que mencionamos algunos:
El General Lino José Alcorta,fue uno de los principales oficiales realistas en los sucesos del Sur, comenzó su carrera siendo Cadete del Regimiento de Santo Domingo bajo el comando del General realista Armijo.
Cadete Paredes, plaza del fijo de México, recomendado por Amador por sus primeras muestras de valor mostradas en combate.
Sargento Mayor, Gabriel Valencia, fue Cadete del Regimiento Dragones de Tulancingo.
Cadete Antonio López de Santa-Anna, plaza del Regimiento Fijo de Veracruz, resultó herido en combate el 28 de agosto de 1811 en los altos del Romeral.
General José de Mendivil. El 18 de junio de 1783 ingresó como Cadete en el Regimiento de Castilla, unidad que formaba parte del ejército expedicionario del Teniente General Villalva, enviado a América para evitar la expulsión de los jesuítas. Comandó el Regimiento de Tres-Villas en la batalla de las Cruces, donde salió herido. Luego del desconocimiento de la Constitución española de 1812 por Fernando VII, se pasa al bando republicano. Fue diputado por el Departamento de México.
Diego Bénzabal. Nacido en Oaxaca,el 12 de noviembre de 1769, a los 12 años ingresó como Cadete en el Regimiento de Granada. En 1809, fue ascendido a Sargento Mayor del Batallón Provincial de Guanajuato. Ejerciendo este empleo murió en combate contra el cura Hidalgo abrazado con las banderas de su batallón.
En Perú, los postulantes a Cadetes probaban la pureza de su origen y linaje de nobleza, se entrenaban en Regimientos de Infantería y Dragones. Un caso excepcional lo fue Dionisio Inca Yupanqui, ilustre Cadete nacido en Lima en 1760, hijo del noble Inca Domingo Uchu Inca, nieto de Tupamaruc. En virtud que el linaje de nobleza de esta familia Inca fue reconocido por Carlos III, pudo educarse junto a su hermano en España desde los siete (7) años de edad en el Seminario de Nobles de Madrid. Ingresó como Guardiamarina a la Armada Real Española. En 1782 ya era Teniente de Fragata; y, en 1787, ascendió a Teniente Coronel del Regimiento de Villaviciosa en Asturias. En Cádiz fue elegido Diputado Suplente por el Virreinato del Perú en las Cortes Generales y Extraordinarias entre 1810 y 1813, donde defendió con firmeza las causas indígenas, reclamó mayor representación de diputados por América, solicitó la libertad para los esclavos.
Azpúrua señala, otro ilustre Cadete en la historia del Perú, el General Echenique José Rufino, quien nació en Puno, en 1808, hijo de José Martin Echenique que prestó grandes servicios a la independencia en 1814 en el alto Perú. En 1821, a los 13 años de edad, ingresó como Cadete en el ejército del Libertador San Martín. Fue guerrero por excelencia, participó en las dos contiendas del Callao, se destacó en la retirada a la Sierra de Pasco. En Junín defendió exitosamente el puente de Juvero. Obtuvo, por dos períodos de cuatro años, los honrosos cargos de Consejero de Estado y vicepresidente del Congreso; vicepresidente de la República y Jefe de la Nación, cuyo gobierno destacó como progresista e ilustrado.
El General Vivanco Manuel Ignacio, nació en Lima en 1806. Empezó sus servicios como Cadete en 1821 en el Ejército Libertador del Sur al mando del Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, combatió en Junín y Ayacucho. Fue director del Colegio Militar del Perú y miembro de la Academia Española.
En 1830 se crea la Escuela Militar del Perú, con sede en el Convento de San Pedro. En 1831 graduó su primera promoción integrada por 19 Cadetes. Fue clausurada en 1834.
Patria del Libertador José de San Martín, héroe de España y América, de padres españoles nobles, inició su educación a los 8 años en el Seminario de Madrid. En 1789 ingresó como Cadete al Regimiento de Murcia, ya de Subteniente estuvo a la orden del rey, luchando por la independencia de España. En 1808 en Arjonilla con sus guerrilleros salió victorioso contra los franceses. El 19 de julio de ese mismo año estuvo en la campaña de Baylen. En Sevilla fue ascendido a Capitán y a Teniente Coronel. En 1812 regresa a América. Son sus glorias, el combate dado el 13 de febrero de 1813 en San Lorenzo contra los realistas, cerca de Montevideo; las batallas de Maipo, el 5 de abril de 1818; y, Chacabuco el 12 de febrero de 1817. En 1823 en Guayaquil luego de confederar con Bolívar, se retira a Chile. Falleció en Bolonia, Francia, el 17 de agosto de 1850.
El Coronel Jeronimo Espejo, prócer argentino, nació en Mendoza, Argentina, en 1801. A los 15 años se incorporó como Cadete a la lucha por las independencias de Argentina, Perú y Chile. Recibió honores por sus servicios en estas tres repúblicas. Autor del libro titulado: Entrevista de Guayaquil entre Bolívar y San Martín.
En referencia a la educación militar de esta región se tiene que en 1810, se planteó la idea de crear academias militares, cuestión que en Argentina se retoma en 1869 y que se concreta el 22 de junio de 1870 con la instalación de la Escuela Militar. Este instituto, en 1892 llegó a tener un contingente de 118 Cadetes. Igualmente, Uruguay, el 25 de agosto de 1885, estableció el Colegio Militar.
En Chile, el 16 de marzo de 1817, por orden del Libertador Bernardo O’Higgins Riquelme se fundó la Academia Militar con el propósito de formar e instruir oficiales para llenar las vacantes de los regimientos, cubrir los cuerpos de Milicias Cívicas y levantar un nuevo ejército en caso necesario. La primera promoción estuvo formada por 102 Cadetes, chilenos y argentinos.El 5 de abril de 1818, en la guerra de la independencia, bajo las ordenes del General O'Higgins, 100 Cadetes combatieron en la Batalla de Maipo, bautizados como las “Cien Águilas”. En 1843 cambia de nombre de Academia por Escuela Militar de marcada influencia francesa. En 1885 se construyó su sede llamada “Blanco Encalada” su primer cuartel permanente, ( hoy, Museo Histórico y Militar) y su tendencia francesa cambia por la prusiana.
En octubre de 1819, en el panorama de la guerra de independencia de la Gran Colombia, el Libertador Simón Bolívar, intentó crear varias academias militares, cada una con veinticuatro (24) Cadetes; pero las circunstancias del momento hizo que los Cadetes se iniciaran en los regimientos bajo el ardor de la guerra. Entre algunos ilustres Cadetes de este virreinato tenemos.
General Francisco de Paula Vélez. Nació en Bogotá, el 16 de agosto de 1795, inicia su carrera militar el 31 de agosto de 1812 en la clase de Cadete.Alcanzó todos sus grados hasta Coronel en el campo de batalla. Participó en las campañas de Cúcuta y Pamplona y en la Campaña Admirable para la libertad de Venezuela comandada, por ese entonces, el Brigadier Simón Bolívar. En Trincheras obtuvo la estrella Libertadores de Venezuela. En 1827, a pedido de Bolívar, el Senado le confiere el grado de General.
Coronel Manuel Del Corral,nacido en Antioquia, el 25 de marzo de 1801, a los 15 años se incorporó como Cadete en el ejército republicano, participó en las victorias de 1819 al mando de la 3ra compañía del Batallón Antioquia, en Cañaveral. Participó en la campaña del Magdalena. En 1821, estuvo entre los vencedores en Cartagena. En 1834, fue ascendido a Teniente Coronel por Santander. Murió en Antioquia el 12 de noviembre de 1870.
General José María Gaitan, nacido en 1800, en Bogotá, hijo de la heroína Carmen Rodríguez. Ingresó como Cadete al ejército de Nariño en la Campaña del Sur. Entre sus múltiples méritos, estuvo en Gámeza, Vargas y Boyacá. Siguió la campaña de Venezuela en 1820, combatió en Pitayó y Jenoien. Bajo las órdenes de Bolívar combatió en Bombona, Juanambú, Taindala, Ibarra, Pasto, Catambuco y Guamanga. En Perú su arrojo guerrero se cubrió de gloria en Matará; y, en Ayacucho, tuvo la honra de hacer prisionero al General Canterac comandante de las fuerzas realistas. Es mucho por decir de este virtuoso oficial, benemérito de la patria en grado heroico y eminente como Libertador de Cundinamarca y Quito. Murió en Bogotá, en febrero de 1868.
General Herrán, Pedro Alcántara. Nació en Bogotá, el 19 de noviembre de 1800. El 1° de enero de 1814, apenas con 13 años, comenzó sus servicios como Cadete Abanderado, en la Campaña del Sur. Estuvo en las Campañas del Sur de 1821 a 1823 ; la del Perú y Callao en 1824 y 1825; las del sur y norte de 1839 a 1841; la del Magdalena de 1841 a 1842; la de 1854 y de 1859. Promovido y motivado por Bolívar como comandante de los Húsares de la Guardia en Ayacucho se le otorgó el título de Húsar de esta batalla. El 16 de abril de 1841, recibió una espada de honor a petición del Congreso de Nueva Granada al Poder Ejecutivo. Fue Ministro de Colombia en Washington; Senador, Secretario de Guerra, General en Jefe de los Ejércitos de la República. En 1872, falleció en Bogotá.
Entre tantos próceres americanos de este semillero de independentistas, tenemos:
Libertador Simón Bolívar, nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, hijo de nobles blancos, a los 14 años ingresa como Cadete al Batallón de Milicianos Blancos de Aragua. En 1810, como Subteniente, empleo otorgado por la Junta de Gobierno de Caracas, se incorpora al ejército republicano liderado por Francisco de Miranda. Una vez perdida la Primera República, en 1813, desde Cúcuta inicia la Campaña Admirable por la libertad de Venezuela, lo que logra al entrar victorioso a Caracas y establecer la Segunda República. Después de la pérdida parcial de esta república, en 1817 en la batalla de Boyacá logra la libertad de Nueva Granada; y, en 1821 con el triunfo en la batalla de Carabobo la libertad de Venezuela. Con la integración de ambas repúblicas fundó la Gran Colombia. Posteriormente, emprende la Campaña del Sur al mando del Ejército Colombiano. Así, con la victoria en la batalla de Junín logra la libertad de Ecuador que anexa a la Gran Colombia, proyecto que concluye con la victoria de Sucre en Ayacucho que selló la libertad del Perú, Alto Perú y de toda Sudamérica. Como militar y estadista universal, su biografía y obra ocupa enciclopedias enteras en varios idiomas, entre estas, destaca la del General O’leary, su fiel secretario.
El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, Washington del Sur. Hijo de nobles blancos y familia con amplia trayectoria militar al servicio del rey. Nació en Cumaná, Capitanía General de Venezuela, el 3 de febrero de 1795. Entre los años 1805 y 1807, ingresó como Cadete al Regimiento de Húsares de Fernando VII. Posteriormente inicia sus estudios en la mencionada Escuela de Ingenieros y Academia de Matemáticas del Coronel José Mires, estudios que no pudo concluir en virtud de su incorporación en abril de 1810 como subteniente a la causa republicana. Fue coautor del armisticio y regularización de la guerra a propuesta de los Generales Pablo Morillo y Simón Bolívar que puso fin a las barbaries entre colombianos y españoles.
El 24 de mayo de 1822, comandó el Ejército Colombiano del Sur que triunfó en la batalla Pichincha en Quito, garantizando la libertad de Ecuador, que se consagra el 6 de agosto de 1824 con la victoria del Libertador Simón Bolívar en la batalla de Junín. Frente al Ejército Libertador compuesto por tropas de la Gran Colombia, Perú, Argentina, Chile, y europeos, el 9 de diciembre de 1824, alcanzó su épica militar en la batalla de Ayacucho, con el triunfo sobre el Ejército Realista que lo duplica en el número de combatientes. Con esta victoria se consolida la libertad del Perú,del Alto Perú (hoy Bolivia) y de toda América del Sur. la mejor imagen del humanista y generoso General José Antonio José de Sucre, la describe Vicuña Mackenna, reconocido historiador chileno del siglo XIX “... una alma y un juicio elevadísimos, que ninguno de los capitanes de la América del Sur, sin exceptuar á Bolívar ni á San Martín, cuya grandeza fué de otra índole, nunca sobrepujaron (sic)...”
El Capitán de Navío Manuel de Clemente, uno de los principales promotores de la independencia de Venezuela, nació en Caracas en 1767, hijo del Coronel al servicio de España, Don Manuel de Clemente y Francia, y Doña Mercedes Palacios y Jerez. Desde los 7 años se educó en la península. En 1786, a los 17 años se inicia como Guardiamarina en la Armada Real de España, donde permanece por 14 años, hasta el 27 de marzo de 1800, cuando se retira con el empleo de Teniente de Fragata. Es descrito como “...un soldado sereno, modesto, y disciplinado; y como inmaculado magistrado en los Altos Consejos de la República que fundaran (sic)sus esfuerzos, sus virtudes y su sangre”.
El científico venezolano Juan Manuel Cajigal Odoardo, ingresó como Cadete en el Cuerpo de Húsares Montados en España, con destino al estudio de las matemáticas en Alcalá de Henares. Como Oficial Ingeniero, su suerte estuvo amarrada al alzamiento de Riego contra el absolutismo de Fernando VII y a favor de la constitución de 1812. Una vez sofocado el alzamiento hubo de exiliarse en París. Allí consagró sus estudios con los mejores científicos del momento. El 14 de octubre de 1831, una vez disuelta la Gran Colombia, conjuntamente con Lino de Clemente y Agustín Codazzi en Caracas fundaron la Academia Militar de Matemáticas y el Observatorio Astronómico que actualmente lleva su nombre.
En este contexto, mención especial, merece el General Carlos Núñez, nacido en Caracas el 6 de noviembre de 1790. Hijo del español Don Ricardo Núñez, y la caraqueña Doña María de la Luz Matos. Según los registros históricos consultados, es el primer Cadete venezolano al servicio de la corona desde 1809 en el Regimiento de la Reina y que el 19 de abril de 1810 se pasa al lado repúblicano. Es ascendido a Subteniente en el Batallón de Veteranos al servicio de la causa de independencia proclamada el 5 de julio de 1811. Hizo las campañas de 1811 y 1812 con Miranda. Estuvo con Bolívar en la acción y retirada de Barina, Barquisimeto y Araure. En 1815 se unió a Piar como Jefe de Estado Mayor. Estuvo en la campaña de Guayana.Fue un hombre ilustrado, militar científico y muy práctico en el ramo de Estado Mayor. También se desempeñó en las Cortes marciales de Venezuela.Falleció en Caracas el 16 de febrero de 1877.
El Cadete es una clase militar desde su investidura; y, su formación integral tiene como objeto, el conocimiento de la Ciencia Militar, complementada con otras, para una apropiada administración y oportuno empleo de los recursos humanos y materiales en el Arte Militar.
El Cadete como persona y clase militar, tiene su génesis en los hijos segundones de las familias nobles llamados CADETTIS, excluidos del derecho a suceder o heredar a su padre, el Señor Feudal, por el Principio de la Primogenitura Masculina o Mayorazgo del Derecho de la Propiedad que regía a la nobleza en la Edad Media, quedando obligados a formar sus propios ejércitos para procurarse fortuna y fama según la tradición bélica de sus antecesores.
Si bien, se atribuye al Marqués Louvois (ministro de guerra de Luis XIV de Francia), el reconocimiento del Cadete como Clase Militar en 1682, También, es cierto, que el Cadete Hispanoamericano es reconocido oficialmente como clase militar el 16 de enero de 1855 por la reina Isabel II mediante el Reglamento del Colegio Real de Infantería, en el cual decreta que los Cadetes son parte del estado militar desde su afiliación al instituto.
El Sentido de Pertenencia Institucional, es la fuerza moral que transmitida de generación en generación, inspira al Oficial desde Cadete un profundo amor y compromiso con la soberanía y libertad de su Patria, a riesgo de su propia vida.
El linaje de nobleza como derecho que le otorgaba a la oficialidad cortesana la exclusividad del liderazgo y empleos más privilegiados en los ejércitos del rey; y principal requisito para ser Cadete, mutiló el Sentido de Pertenencia institucional, cuya consecuencias, entre otras, fue la pérdida de las colonias españolas en América.
El Cadete repúblicano americano es la metamorfosis del Cadete de Regimientos español monárquico, favorecida por la Revolución Francesa y la guerra de independencia de España contra Francia, desde principios del siglo XIX.
Finalmente, es forzoso concluir, que tanto en la península como en América, desde finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX, la guerra aceleró de manera traumática la evolución del Cadete hispanoamericano como clase militar.
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