Vol. 3 N° 1
Enero - Junio 2022
Dicen los caroreños de un personaje excepcional, de gran relevancia social y originalidad incuestionable, que es un “personón”. Así se me antoja la figura de Juan Antonio Segrestáa, prolífico editor, periodista, impresor, traductor y promotor cultural, oriundo de Puerto Cabello, después de la lectura, por demás interesante y entretenida, de la biografía que le dedicara el abogado, músico y dedicado historiador, José Alfredo Sabatino Pizzolante, publicada por la Academia Venezolana de la Lengua, en 2018.
Quiso el biógrafo destacar especialmente en el título de su obra la faceta de impresor de Segrestáa, en la que desarrolló, sin duda, su más prolongada, reconocida y amplia obra, pero a la que no se constriñó ―ni podría, seguramente― un espíritu como el suyo: sensible, inquieto, culto y amplio de miras, además de poseedor de un sentido de la responsabilidad ciudadana muy acendrado.
Todos esos rasgos y la vastedad de su obra en tan diversos órdenes de la vida social y cultural porteña, ya serían de admirar en cualquier circunstancia espacio-temporal, pero crece mucho más su significación cuando reparamos en que se produjeron en medio de uno de los períodos más convulsos de la historia venezolana, justo durante los años de la Guerra Federal y posteriores, en los que el impacto de la crisis en todos los órdenes de la vida social, política y económica, ofrecía muy poco estímulo para el estudio, la lectura, la producción, promoción y disfrute del arte y la cultura.
Similar extrañeza debe haber experimentado Sabatino Pizzolante, para proponerse con el ahínco y devoción que ameritaba, la búsqueda, nada fácil, de los testimonios indispensables a fin de reconstruir las claves de una vida tan excepcional. Sabido es entre los historiadores de oficio el reducido número, la falta de organización y el frecuente estado de depredación previa, que acusan muchos de los repositorios documentales venezolanos relativos al siglo XIX, con la consecuente limitación de las fuentes disponibles para su estudio. De ahí, en gran parte, que su investigación le requiriera ¡tres décadas! desde la publicación de su primera reseña sobre el personaje, una vez conocidas las primeras noticias, en gran parte erróneas, sobre su trabajo como impresor y periodista en Puerto Cabello, hasta la materialización del libro que vino a recoger, inteligentemente organizada y diáfanamente explicada, toda la pesquisa, la información, las fuentes, los análisis y conclusiones que, ahora sí, han venido a dejar fehaciente constancia del origen ―ya no francés, como algunos creyeron, sino porteño en toda regla, partida de nacimiento incluida para demostrarlo―, y de la formación, los emprendimientos, las actividades, las inversiones, las complicadas relaciones familiares, las membresías, las disputas, las intervenciones públicas, los fracasos, el reconocimiento en vida y los logros incuestionables de Juan Antonio Segrestáa.
Por otra parte, se trató, el suyo, de un aporte dinamizador a una región de la provincia venezolana hasta el presente desconocidos, tanto el aporte como la región, en su dimensión de epicentro de una actividad editorial, periodística, de traducción de obras contemporáneas de la literatura universal desde el francés, el italiano y el inglés, y de la impresión tipo y litográfica de la mayor calidad, hasta el punto de haberse convertido en un recurso habitual para importantes editores caraqueños y de otras ciudades importantes del país (incluyendo, por cierto, la primera edición del Diccionario del Estado Lara. Histórico, Geográfico, Estadístico y Biográfico, de Telasco Mac-Pherson, encargada por éste a Segrestáa). En este sentido, un invalorable estímulo para el desarrollo de la investigación histórica regional, con mucha probabilidad aún capaz de ofrecernos otros tantos ejemplos poco o nada conocidos de gran importancia para la mejor comprensión de nuestra historia, a medida que se avance en esta dirección.
Mención aparte merece la cuidada edición de esta biografía, seguramente debida a la propia experiencia de Sabatino Pizzolante como editor, profusamente ilustrada con todo género de materiales (fotografías, postales, pinturas, portadas de libros, documentos privados u oficiales, avisos de prensa, entre otros), en blanco y negro y a color, en material de excelente calidad y con una tipografía por demás cómoda de leer. Una edición más que digna del singular personaje biografiado.
SABATINO PIZZOLANTE, José Alfredo. Juan Antonio Segrestáa: un impresor del siglo XIX. Puerto Cabello: Academia Venezolana de la Lengua, 2018. 383 p.