Vol. 6 N° 2
Julio - Diciembre 2025
El presente artículo analiza el Gagá como una manifestación ritual afrocaribeña que persiste en la República Dominicana, celebrada principalmente durante la Semana Santa en comunidades afrodescendientes de los bateyes. Esta tradición, de carácter profundamente sincrético, integra elementos africanos, haitianos, europeos y dominicanos a través de la música, la danza y la espiritualidad, consolidándose como un espacio de resistencia cultural, cohesión comunitaria y afirmación identitaria frente a la exclusión social y los prejuicios históricos. El estudio aborda el origen y la evolución del Gagá en los bateyes, su expresión en Guaymate autodenominada “capital del Gagá” y su dimensión como música y danza de resistencia, así como el conflicto con el cristianismo en tanto visiones culturales opuestas. Se destaca el sincretismo como categoría central para explicar su persistencia, pues articula lo sagrado y lo profano, lo vudú y lo cristiano, lo haitiano y lo dominicano. Finalmente, se subraya que, pese a la estigmatización y la escasa investigación académica, el Gagá constituye un patrimonio cultural integral cuya valoración supone un acto de justicia histórica y una vía para fortalecer la comprensión de la diversidad en la República Dominicana.
This article examines Gagá as an Afro-Caribbean ritual manifestation that persists in the Dominican Republic, celebrated mainly during Holy Week in Afro-descendant communities of the bateyes. Characterized by its deeply syncretic nature, Gagá integrates African, Haitian, European, and Dominican elements through music, dance, and spirituality, becoming a space of cultural resistance, community cohesion, and identity affirmation in the face of social exclusion and historical prejudice. The study explores its origins and evolution in the bateyes, its expression in Guaymate self-proclaimed “capital of Gagá” its dimension as music and dance of resistance, and the tensions with Christianity as a contrasting cultural vision. Syncretism emerges as a central category to explain its persistence, as it intertwines the sacred and the profane, Vodou and Christianity, Haitian and Dominican traditions. Despite ongoing stigmatization and limited academic research, Gagá endures as an integral cultural heritage, whose recognition is not only an act of historical justice but also a means to strengthen the understanding of diversity and cultural richness in the Dominican Republic.
En el artículo titulado “Gagá como expresión ritual de resistencia en el Caribe afrodescendiente”, se propone un análisis de esta práctica como una expresión cultural esencial en la configuración de la identidad dominicana, con énfasis en las comunidades afrodescendientes asentadas en los bateyes. Lejos de ser una manifestación ajena a la cultura nacional, el Gagá se vincula estrechamente con los procesos de sincretismo religioso y social originados tras la llegada de los africanos a la isla. A través de la música, la danza y los rituales, esta tradición integra influencias africanas, haitianas, europeas y dominicanas, consolidándose como una práctica sincrética, resistente y en constante transformación.
El estudio se orienta a examinar: a) el Gagá como expresión cultural y su aporte a la identidad dominicana; b) su origen y evolución en los bateyes; c) el caso de Guaymate, como escenario representativo de identidad, tradición y desafíos culturales; d) el Gagá como música y danza de resistencia; y e) las tensiones surgidas entre esta práctica y el cristianismo como visiones culturales contrapuestas. Desde un enfoque metodológico documental, se recurre a fuentes históricas y contemporáneas que evidencian la riqueza y vigencia del Gagá en la configuración cultural y social de la República Dominicana.
El Gagá llegó a la República Dominicana como una herencia cultural de raíces africanas que, tras haber sido transformada en Haití bajo el nombre de Rará, cruzó la frontera con los trabajadores haitianos que migraron hacia los ingenios azucareros en busca de mejores oportunidades económicas. Estos braceros, asentados en los bateyes, llevaron consigo sus tambores, cantos, danzas y creencias, que funcionaron como un refugio espiritual y una forma de resistencia cultural frente a las duras condiciones de trabajo y vida. La proximidad geográfica entre Haití y la República Dominicana facilitó este tránsito, así como la existencia de redes comunitarias que permitieron mantener vivas las prácticas rituales en territorio dominicano (Mendez, 2018).
Fue en los bateyes donde el Gagá echó raíces, convirtiéndose en un espacio de cohesión y memoria colectiva, con presencia destacada en lugares como Haina, Consuelo, Mata Mamón y las zonas cañeras del este del país. Su adaptación al calendario cristiano, al celebrarse durante la Semana Santa, consolidó el carácter sincrético de esta tradición, que fusiona elementos del vudú con prácticas del cristianismo popular (Mavris, 2022).
La incorporación del Gagá fue protagonizada principalmente por los migrantes haitianos, pero poco a poco dominicanos de origen haitiano y pobladores locales se sumaron a esta expresión, generando un rito híbrido y mestizo. Así, el Rará se transformó en Gagá, cambiando de nombre, de acentos y de contextos, pero conservando su esencia de música, danza y espiritualidad comunitaria (Contreras, 2022).
Esta manifestación cultural, que refleja la rica diversidad de las raíces africanas, ha sido clave para forjar una identidad única entre los dominicanos de origen haitiano. Al respecto, (Rosenberg, 1979) explica: La gran mayoría de los participantes en este culto son dominicanos de origen haitiano, lo que quiere decir que nacieron en territorio dominicano y que son hijos de uno o de dos padres haitianos, aunque este último caso es excepcional. En general, los dominicanos de origen haitiano son producto de la unión mixta. Además, son bilingües, y puede considerarse el español como su lengua materna, la que hablan como cualquier persona analfabeta de la clase obrera en la región capitaleña. Muchos no conocen Haití; y son también muchos los que asisten a las ceremonias sin vivir en los bateyes sino en la capital, en Haina o cerca de algún otro ingenio como el Central Romana o el Catarey.
A través de la música, la danza y los rituales religiosos, esta tradición ha servido como un acto de resistencia ante las adversidades sociales y económicas. Sus raíces se remontan, como se ha señalado anteriormente, a las prácticas religiosas y culturales de las poblaciones africanas traídas al Caribe como esclavos. Durante la época de la colonización europea, los africanos recurrieron a diversas formas de resistencia cultural para preservar su identidad, y este rito surgió como una de ellas.
Es preciso añadir que esta tradición tiene una fuerte relación con el vudú, especialmente con la figura de los “luases”, espíritus protectores que se invocan para mantener a raya a los espíritus malignos. En su origen, se celebraba principalmente en Semana Santa, durante los días de descanso de los esclavos en las haciendas, pero en la actualidad se escogen otras fechas para celebrarlo. En este sentido, (Martínez, 2011) expresa lo siguiente:
Se celebra la creencia en Dios y en los luases con la esperanza de que ellos puedan mejorar sus condiciones de vida. Está, pues, muy relacionado con el culto vudú, y se fundamenta en la obligación de los grupos gagás de defender a su comunidad de los espíritus malignos durante los días en que Jesús ha muerto y la tierra permanece desprotegida, ya que éstos campan a sus anchas por el mundo. Con la ayuda de los espíritus protectores, a los que invocan, recorrerán sin rumbo fijo su comunidad y sus proximidades para limpiar y defender su entorno de los espíritus malignos. También posee un sentido de fertilización de la tierra.
Aunque esta herencia sigue siendo esencial en las comunidades rurales, ha enfrentado oposición tanto de sectores de la sociedad como de las autoridades. Ha sido estigmatizada como “práctica demoníaca” y reprimida. En diversas situaciones, las autoridades locales han intervenido para desmantelar las celebraciones, basándose en prejuicios raciales y culturales que descalifican esta tradición. Según (Martínez, 2011) “existe todavía un fuerte prejuicio en un sector importante de la sociedad dominicana que rechaza abiertamente la realización de esta expresión cultural, puesto que proviene de Haití” (p.30). Es importante señalar que, a pesar de las tensiones sociales, continúa siendo una de las expresiones más profundas y representativas.
Esta manifestación, profundamente enraizada en las comunidades afrodescendientes del país, trasciende la celebración popular para convertirse en una forma de resistencia. Se expresa mediante la música, la danza y los símbolos religiosos, constituyendo un medio poderoso para la afirmación de la identidad afrocaribeña frente a los desafíos impuestos por la historia y la modernidad.
En términos históricos, de carácter popular, esta tradición se celebra principalmente en los bateyes, asentamientos rurales establecidos tras la llegada de los obreros haitianos a la industria azucarera dominicana. En estos espacios, donde las comunidades afrocaribeñas enfrentan condiciones socioeconómicas difíciles, se han preservado y transmitido costumbres y creencias africanas. De esta manera, la música, los cantos y las danzas de esta expresión cultural sirven de refugio, conectando a los individuos con su pasado y afirmando su identidad frente a la exclusión. Cabe señalar que su origen se remonta a la llegada de los esclavos africanos a la isla de Santo Domingo, en la parte que hoy corresponde a Haití. Las tradiciones religiosas y culturales africanas, que los esclavos trajeron consigo, se fusionaron con influencias europeas y costumbres locales, dando lugar a un fenómeno singular que ha perdurado a lo largo del tiempo.
En este sentido, esta expresión cultural constituye un espacio de integración comunitaria, un acto que recrea y mantiene la memoria ancestral de las comunidades afrodescendientes, actuando como un puente entre generaciones. Como señala Ortiz (2018), “constituye un sistema socio-religioso que permite una interpretación del mundo, expresa un nivel de conciencia y posibilita un proceso de identidad” (p.18). Además, su carácter sagrado y ritual, donde convergen ritmo, danza, canto y creencias, lo diferencia de otras manifestaciones populares del Caribe, representando una afirmación activa de la identidad africana en el corazón mismo de la comunidad.
El Gagá ha encontrado en Guaymate, localidad del este de la República Dominicana, su principal bastión de preservación y desarrollo. Este fenómeno cultural data de la llegada de los primeros braceros haitianos, quienes, durante las primeras décadas del siglo XX, trabajaron en los ingenios azucareros del Central Romana. Con ellos, el Gagá se asentó en los bateyes como una manifestación que combinaba espiritualidad, música y danza. Actualmente, Guaymate no solo es el hogar de esta tradición, sino que también es reconocido como la “Capital del Gagá”, título que simboliza el peso cultural que esta práctica tiene en la región y en la identidad del municipio.
A diferencia de otras expresiones populares del Caribe, este culto se distingue por su capacidad de integración social, pues logra unir a los habitantes de los bateyes en una celebración colectiva que supera lo artístico y se convierte en un verdadero espacio de encuentro y pertenencia. Asimismo, la festividad mantiene su vigor a través de grupos comunitarios que se presentan de forma periódica y, de manera especial, la Semana Santa constituye su momento más emblemático. En este sentido, desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección, Guaymate se transforma en un escenario vibrante donde convergen grupos de distintas partes del país, lo que reafirma la importancia de esta manifestación como símbolo de identidad cultural.
Cabe destacar que uno de los aspectos más fascinantes del Gagá es su riqueza musical, ya que constituye un componente capaz de capturar la energía y el espíritu de la tradición. En efecto, la música se caracteriza por un ritmo electrizante y alegre que, a su vez, se ejecuta con instrumentos tradicionales como el fututo, el tua-túa, los tambores, el caracol y los pitos. De esta manera, los sonidos se entrelazan para crear una atmósfera vibrante que refuerza el carácter comunitario y celebratorio de esta manifestación.
Estos sonidos se entrelazan con cantos corales que abordan temas cotidianos, creando una experiencia auditiva que invita a la participación. Este dinamismo musical no solo entretiene, sino que también refuerza los valores de comunidad y solidaridad. El atuendo es otro elemento esencial, destacándose por su colorido y simbolismo. Los trajes vistosos de los participantes no solo embellecen la festividad, sino que también representan un compromiso profundo.
El bautizo de la vestimenta, un ritual lleno de significado conecta a los integrantes con las dimensiones económicas y espirituales de esta tradición, marcando su lealtad hacia el grupo y hacia la comunidad que los acoge. Este acto, junto con la danza y la música, simboliza la compleja interacción entre lo sagrado y lo profano que define esta expresión cultural. En relación con la vestimenta y las actuaciones, (Rosemberg, 1979) explica:
No sólo el colorido con que se visten los “mayores” resulta impre-sionante, sino también sus actuaciones. La destreza con que remolinan los palitos sólo es equiparable al gran talento de que hacen gala como bailarina cuyos movimientos de pies y de caderas resultan exagerados por el efecto de los pañuelos que les expanden la cintura (p.30).
Figura 1. Participantes del Gagá en Guaymate
En este sentido, es importante señalar que su estructura está cuidadosamente organizada, con roles bien definidos. Entre ellos se encuentran el jefe o dueño del grupo, los mayores, que destacan como bailadores principales, las reinas, los músicos y el coro. Este sistema jerárquico fomenta la inclusión de personas de todas las edades y géneros, desde adultos hasta jóvenes, hombres y mujeres. La activa participación de la comunidad es fundamental para su éxito, reflejando la profunda conexión entre esta tradición y la vida cotidiana en Guaymate.
Sin embargo, enfrenta importantes desafíos, uno de los más notorios es la falta de respaldo económico por parte de las instituciones culturales y del gobierno local, lo que obliga a los propios grupos y particulares a asumir los costos. En Guymate, esta responsabilidad ha sido en parte asumida por peloteros profesionales, quienes han contribuido significativamente a la financiación de los grupos del Gagá.
Además de las dificultades económicas, ciertos prejuicios han impedido que el Gagá influya de manera importante en otros géneros musicales, a diferencia de otras expresiones culturales dominicanas. En lugares como San Luis, Santo Domingo Este, el Gagá ha adquirido dimensiones más carnavalescas y profanas, esto contrasta con la autenticidad espiritual que caracteriza a esta tradición en Guymate. En este sentido, (Ortiz, 2021) establece lo siguiente:
El Gagá dominicano, de dimensiones mágico-religiosas, de riqueza en la diversidad, expresión cultural original, simbolizaciones folklóricas, no ha merecido el apoyo para su investigación y su revalorización como manifestación en la redefinición de nuestra identidad y nuestra dominicanidad debido a la predominancia de unas ciencias sociales neocolonizadas, por la presencia de prejuicios clasistas-racistas-religiosos y una exclusión radical, debido a la ideología dominante antihaitiana, antiafricana, siendo el Gagá integrante de un impactante carnaval cimarrón rural de la Semana Santa (p.15).
No obstante, a pesar de estos retos, sigue siendo un elemento central en la identidad cultural de este municipio. Su conexión con otras expresiones de la región, como los palos o atabales, resalta su importancia dentro del patrimonio cultural dominicano. Aunque algunos expertos sugieren que los elementos mágico-religiosos podrían disminuir con el tiempo, su esencia como espacio de integración y celebración comunitaria permanece intacta.
Por lo tanto, el futuro de esta tradición dependerá de los esfuerzos colectivos para su preservación y promoción. Es imperativo que las instituciones culturales, el gobierno local y la sociedad en general reconozcan el valor de esta práctica y trabajen para superar los prejuicios que la rodean. El Gagá de esta localidad no es solo una manifestación cultural, sino también un símbolo de resistencia y adaptación que refleja la diversidad y la riqueza de la cultura dominicana. En consecuencia, su continuidad representa un desafío, pero también una oportunidad para valorar y celebrar las raíces que definen la identidad de Guaymate y, por extensión, del país.
Figura 2. Desfile del Gagá en Guaymate
El Gagá es una manifestación cultural donde la música y la danza se fusionan de manera inseparable, siendo el ritmo el elemento central que guía los movimientos de los bailadores, quienes expresan su conexión con la música mediante el uso de expresiones corporales, principalmente la cintura, las piernas y las caderas. Según (Martínez, 2011): En los desplazamientos normalmente se danza arrastrando los pies hacia delante siguiendo el pulso de la música; mientras, en los momentos en que la comitiva permanece parada en un punto determinado la cintura y la cadera forman el centro principal de movimiento con una mínima utilización de los pies para el mismo (p.45).
El aspecto musical, se caracteriza por un intercambio entre un solista y un coro, en el que se alternan preguntas y respuestas. Este patrón rítmico repetitivo permite que el solista introduzca variaciones mientras el coro mantiene una interpretación constante. Las melodías, de estructura sencilla y limitada a un intervalo no mayor a una 5a, son transmitidas oralmente de generación en generación sin cambios significativos, manteniendo vivo este legado cultural.
Por otra parte, el solista, además de liderar con su voz, utiliza una maraca para marcar el ritmo que guía al grupo. Su habilidad para mantener el compás es valorada por encima de la fuerza vocal, y su rol como líder es validado por el coro. Asimismo, las canciones suelen incluir críticas sociales, alusiones al vudú y reflexiones sobre la vida cotidiana del batey. Aunque estas letras son de origen anónimo, es posible incorporar nuevos versos que reflejen situaciones actuales, siempre con la aprobación de la comunidad.
En cuanto al plano instrumental, se observa que esta expresión cultural integra sonidos de origen africano a través de la tambora, los tubos de bambú y una trompeta metálica artesanal llamada “tua tuá”, además de las maracas y los silbatos. Cada músico aporta ritmos que se entrelazan en un complejo polirritmo, lo que genera en la comunidad una respuesta colectiva cargada de energía. De esta manera, el vínculo rítmico no solo cumple una función musical, sino que también se relaciona directamente con las creencias espirituales del batey, en las que se reconoce la presencia de múltiples espíritus.
En consecuencia, la música y el baile del Gagá generan una atmósfera que fomenta la cohesión grupal y potencia estados de excitación y sensibilización. Esta experiencia, unida al consumo de ron, propicia una conexión espiritual mientras representa una forma de resistencia. De este modo, este rito refleja tanto la lucha histórica de los ancestros como el descontento frente a las injusticias actuales. Más que una simple expresión artística, se erige como un símbolo de la identidad y la herencia afrodescendiente en la República Dominicana, pues une pasado y presente, fortaleciendo los lazos comunitarios y preservando un vínculo con las raíces culturales ancestrales.
La tradición del Gagá ha sido estigmatizada como una manifestación diabólica debido a un entramado de factores históricos, religiosos y sociales. Desde la época colonial, las prácticas espirituales de origen africano fueron catalogadas como paganas y supersticiosas por las autoridades eclesiásticas, lo que permitió su marginación frente al cristianismo, impuesto como religión dominante. El sincretismo propio del Gagá, que integra elementos del vudú y celebra su ritualidad en el marco de la Semana Santa, ha sido interpretado por sectores conservadores como una profanación de la fe, reforzando la percepción de que se trata de un culto maligno. A ello se suman prejuicios raciales y xenofóbicos vinculados a Haití y a las poblaciones afrodescendientes, que intensifican la idea de que lo africano constituye una amenaza para la identidad nacional (Ortiz, 2021).
En este mismo sentido, el desconocimiento cultural y la incomprensión del carácter ritual —con sus cantos, danzas, estados de trance y uso de ron— han alimentado el temor de que el Gagá implique un pacto con fuerzas oscuras. “En realidad, más que una práctica diabólica, constituye una forma de resistencia cultural y espiritual que ha sobrevivido a siglos de exclusión y discriminación, reafirmando la memoria y la identidad afrodescendiente” (Martínez, 2011; Ortiz, 2018, 2021).
Por otra parte, coincidiendo temporalmente con las festividades religiosas de la Semana Santa, esta tradición es percibida por muchos cristianos como una amenaza a la pureza del culto. Sin embargo, esta interpretación desconoce su verdadero origen, sustentado en la mezcla de tradiciones africanas como los cultos a los ancestros, la invocación de espíritus o loas, los cantos responsoriales y las danzas de carácter ritual, combinadas con influencias europeas y prácticas religiosas locales.
Estas expresiones, traídas por los esclavizados desde África occidental y central, fueron reelaboradas en el Caribe como formas de resistencia cultural frente a la imposición del cristianismo colonial. Desde esta perspectiva, más que una oposición al cristianismo, el Gagá constituye una cosmovisión que integra lo espiritual y lo terrenal, celebrando la vida, la naturaleza y los ciclos del tiempo.
Asimismo, el rechazo hacia esta práctica tiene sus raíces en la historia colonial, cuando el cristianismo se utilizó como herramienta de control y sometimiento. Durante ese período, las tradiciones africanas fueron etiquetadas como paganas y relegadas a la superstición, mientras que el cristianismo se consolidó como la única fe legítima. De este modo, dicho rechazo constituye una continuación de aquella dinámica colonial, presente aún en ciertas prácticas religiosas conservadoras que niegan la validez de las creencias afrodescendientes.
En este sentido, la estigmatización de este culto refleja una carga de racismo y xenofobia, principalmente hacia Haití, cuya cultura se encuentra vinculada a los ritos afrocaribeños en nuestro país. La percepción de esta tradición como pagana o demoníaca se relaciona con una narrativa más amplia, que considera lo negro y lo africano como una amenaza frente a la construcción de identidades nacionales homogéneas. Esto, a menudo, se justifica en términos religiosos, aunque en realidad responde a una intolerancia hacia las diferencias raciales y étnicas.
Por consiguiente, en lugares como Guaymate y San Pedro de Macorís, la condena al Gagá representa no solo un ataque a una forma de expresión cultural, sino también un acto de violencia simbólica contra la diversidad. En efecto, estas acciones, basadas en prejuicios y visiones limitadas de lo religioso, niegan a las comunidades afrodescendientes su derecho a preservar y vivir su cultura plenamente. De esta manera, la demonización de esta práctica perpetúa estereotipos racistas y refuerza una jerarquización cultural que excluye lo negro y lo africano del discurso oficial. Tal como señala Ortiz (2022), “la ausencia de la tolerancia y de la diversidad empobrecen las posibilidades de convivencia. Alienan, porque los dominados pierden la dimensión de la realidad, dejan de ser ellos, para ser otros” (p.10).
Además del diálogo, se debe crear conciencia sobre la importancia de promover una sociedad inclusiva y diversa, ya que como seres humanos somos capaces de entender y respetar las diferencias de los demás. En este sentido, reconocer el valor del Gagá no debe interpretarse como una confrontación, sino como una invitación al diálogo intercultural y religioso que permita un entendimiento más rico y matizado de las tradiciones espirituales del Caribe. Su defensa representa, ante todo, un respaldo a la identidad de los pueblos afrodescendientes frente a siglos de opresión, y al mismo tiempo, una oportunidad para fomentar la convivencia pacífica y armoniosa mediante la tolerancia y el respeto hacia las diferencias culturales y religiosas.
El Gagá constituye un ejemplo paradigmático de sincretismo cultural y religioso en el Caribe. Su origen africano, marcado por los tambores, cantos y danzas rituales, se entrelazó con las tradiciones católicas heredadas de la colonización europea y con las prácticas espirituales haitianas vinculadas al vudú. Esta convergencia no fue fortuita: representó una estrategia de resistencia y adaptación de las comunidades afrodescendientes, que utilizaron el sincretismo como un puente entre mundos aparentemente opuestos. En este sentido, el Gagá no solo es música o danza, sino una práctica que simboliza la convivencia de creencias diversas en un mismo espacio ritual (Mata, 2020).
El hecho de que la celebración del Gagá se haya insertado dentro de la Semana Santa, un calendario propio del cristianismo, muestra cómo las comunidades reinterpretaron la festividad para legitimar sus prácticas en un entorno hostil y altamente cristianizado. Allí, los loas o espíritus protectores del vudú coexisten con la invocación a Dios y los símbolos de la muerte y resurrección de Cristo. Este sincretismo, lejos de ser una contradicción, refuerza el carácter inclusivo del Gagá como espacio de resistencia cultural, pues integra lo sagrado y lo profano, lo africano y lo europeo, lo haitiano y lo dominicano en una misma expresión.
De este modo, el Gagá se convierte en una categoría emergente de identidad sincrética, donde los elementos culturales no se diluyen, sino que dialogan, se adaptan y se reconfiguran en cada comunidad. En Guaymate, por ejemplo, la música y la vestimenta no son sólo expresión artística, sino también signos de ese sincretismo: los trajes coloridos remiten tanto a las ofrendas y simbolismos africanos como al esplendor de las fiestas populares dominicanas. El uso de instrumentos como el fututo, el tambor o el caracol conecta con raíces africanas, mientras que el marco ritual cristiano vincula la tradición al imaginario religioso dominante (Mata, 2020).
El Gagá se erige como una tradición cultural de profunda relevancia para las comunidades afrodescendientes de la República Dominicana, al trascender la dimensión festiva para convertirse en un espacio de resistencia, memoria e identidad. Su origen en los bateyes y la convergencia de influencias africanas, haitianas y europeas confirman su carácter sincrético, entendido como la capacidad de fusionar cosmovisiones religiosas, musicales y sociales diversas en una práctica colectiva que legitima la herencia ancestral y dialoga con la realidad dominicana contemporánea.
Más que una celebración, el Gagá constituye un acto ritual que preserva la memoria histórica y, al mismo tiempo, configura una identidad colectiva. A través de su música, danza y dimensión espiritual, expresa la vitalidad de una cultura que resiste la exclusión y afirma su derecho a existir en un contexto marcado por tensiones sociales y prejuicios. Su inserción en el calendario cristiano durante la Semana Santa revela, además, la potencia del sincretismo como estrategia de supervivencia cultural: integrar lo africano y lo cristiano, lo profano y lo sagrado en una misma expresión.
En este sentido, el Gagá no solo enriquece la identidad cultural dominicana, sino que también cuestiona las fronteras rígidas impuestas por la historia colonial y los discursos racistas contemporáneos. Sin embargo, persisten limitaciones como la escasa investigación académica, el débil apoyo institucional y la estigmatización social que lo reduce a una práctica marginal.
Superar estas barreras exige una mirada inclusiva que reconozca el sincretismo como el eje que explica la vitalidad del Gagá y lo valore como patrimonio cultural integral de la nación. Reconocerlo no es únicamente un ejercicio de justicia cultural, sino también un acto de afirmación de la diversidad, indispensable para fortalecer la comprensión del pasado y la riqueza plural de la República Dominicana.
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