Vol. 15 N° 1
Enero - Junio 2023
La complejidad permea cada proceso sociohistórico, desde lo vivencial-social por un continuo devenir pautado en acciones interpretativas que demandan la necesidad de conocer la esencia universal de los hechos para develar las estructuras de significado de la vida. Es en este hacer ontológico en el que emerge el imaginario cultural, como constructo relacional concebido dentro de la vigilancia cognitiva de la cultura de cada país. Desde esta perspectiva, el presente artículo científico centra su atención en la perentoriedad del imaginario cultural en relación con la sanación, a partir de una mirada etnográfica que busca adentrarse en este contexto, así como también, conocer la transcendencia de la cultura, desde la significancia y sentir que le imprimen los aspectos sociales y experienciales. Es de esta forma, como en las conveniencias de asumir una mirada paradigmática del imaginario cultural en torno al reconocimiento de la sanación como fenómeno colectivo, que cobra interés la combinación del desarrollo de los aspectos culturales con la perspectiva etnográfica, a partir de sus principales características intersubjetivas y dialógicas, desde la asunción de la búsqueda del bienestar humano que, se constituye de toda una legión de costumbres ancestrales, quizás insospechables en los mismos ciudadanos.
The complexity permeates each socio-historical process, from the experiential-social by a continuous evolution based on interpretive actions that demand the need to know the universal essence of the facts to reveal the structures of meaning of the world of life. It is in this ontological doing that the cultural imaginary emerges as a relational construct conceived within the cognitive surveillance of the culture of each country. From this perspective, this scientific article focuses its attention on the peremptory nature of the cultural imaginary in relation to healing, from an ethnographic perspective that seeks to enter into the context of healing, as well as, to know the transcendence of culture, from the significance and feeling that the social and experiential aspects imprint on it. It is in this way, as in the conveniences of assuming a paradigmatic view of the cultural imaginary around the recognition of healing as a collective phenomenon, that the combination of the development of cultural aspects with the ethnographic perspective becomes interesting, based on its main characteristics. intersubjective and dialogical, from the assumption of the search for human well-being that, in collective and citizen terms, is constituted by a whole legion of ancestral customs, perhaps unsuspected in the citizens themselves.
El desarrollo histórico de la sociedad y la cultura nos permite aclarar dónde estamos, quiénes somos, qué ha ocurrido y hacia dónde debemos avanzar en la búsqueda de conocimiento. Sin embargo, no puede dejarse de lado la complejidad que caracteriza nuestra realidad sociohistórica, la cual, en la actualidad, orienta la producción y construcción de saberes, delimitando en grado sumo la sociedad que somos hoy.
Desde esta perspectiva, una aproximación al imaginario cultural en relación con la sanidad emerge como una acción epistémica que puede contribuir, sin lugar a duda, en el alcance y pertinencia de los saberes culturales desde una significancia etnográfica. Dilucidar los significados de la cultura no es tarea fácil, pero, en virtud de su relevancia social, se hace imprescindible el estudio de este proceso subjetivo, histórico y socialmente localizado, desde cada una de sus aristas, de tal manera que contribuya a una adecuada comprensión de su implicación en el ámbito investigativo.
Esta visión del imaginario cultural en relación con la sanación exige nuevas formas de concebir el hecho cultural, pasando de un proceso casi exclusivamente unidireccional de transmisión de conocimientos, a un proceso creador de espacios y condiciones que permitan un intercambio más dinámico y efectivo, así como también, surge la necesidad de conocer e interpretar los modos de aprehender los saberes culturales inherentes a la sanación por parte de la colectividad en el contexto inmediato.
Bajo esta óptica, la cultura realza los valores intrínsecos del individuo, pero cada persona tiene un saber que comparte con todos y viene a convertirse en ese ente contagiador de expresiones. De esta manera, lo popular, lo tradicional y lo empírico se unen para hacer que el sentir de un pueblo renazca y, con ello, perdure la verdadera esencia del significado del imaginario cultural. Cómo no buscar en estos seres hacedores de saberes en materia de sanación, su inmanencia para que nos haga recordar que tenemos un origen que por años de años perdurará y pasará de generación en generación, convertido en huellas sociohistóricas.
A la luz de las ideas expuestas, considero importante acotar los hechos actuales y futuros en términos de la caracterización del imaginario cultural desde una perspectiva etnográfica de la sanación, a propósito de develar las vivencias y experiencias del hacer humano en un momento y contexto determinado, signado por las creencias, percepciones y puntos de vistas de un grupo societal, interesado por su bienestar físico y emocional.
En este orden de ideas, es de suma importancia tomar en consideración el accionar humano en torno a su persovisión sistémica acerca de la cultura, a partir de toda una constelación de significados implícitos, tanto en el pensamiento como en las ideas transubjetivas que los ciudadanos han construido en su transitar.
El significado de imaginario cultural puede entenderse desde su significante y significado como un constructo humanista, desde su sentido más social y de herencia colectiva; éste puede percibirse como un conjunto de experiencias construidas socialmente respecto de la memoria, desde una posición creativa como el motor que mueve las figuras sociales hacia sus potencialidades culturales, respecto de la reminiscencia que se expresa en nuestra comprensión del tiempo, espacio, gente, objetos, ideas y de las relaciones entre ellos.
Como complemento a las ideas planteadas, Sánchez (2009), argumenta lo siguiente:
Por imaginario cultural entiendo el reducto trascendental y transhistórico en el que se va depositando el conjunto de vivencias y experiencias del quehacer humano a lo largo de su historia, el saber cultural de la especie, en definitiva, las coagulaciones numinosas o arquetipos (imágenes míticas primordiales como Isis, Prometeo, Hermes, Jesucristo, Homo Faber) que dotaron de direccionalidad al sentido profundo de formas sociales ya extinguidas y desaparecidas y que perviven en estado potencial como soporte básico de toda creación psicosocial futura (p. 3).
A modo reflexivo, me permito aducir que el imaginario cultural emerge en aquellos valores, instituciones y símbolos que conforman un grupo social o como los productos que se generan a partir del genio creativo humano para enriquecer, complementar o transformar lo natural. Pareciera necesario añadir que la cultura en la que se está inserto puede condicionar ciertos juicios y actitudes, porque ésta, es producto de la acción humana.
De igual modo, la UNESCO en 1982, señala algunos aspectos, respecto con la relevancia de la cultura en la formación integral del hombre, dado que los pueblos van caracterizando su culturalidad, a través de las costumbres, creencias y modos de pensar presentes en sus hombres, mujeres, ancianos y niños, en otras palabras, en quienes vivencian cada día la realidad que sólo podemos obtener del diario devenir con el otro:
La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. (p. 2).
En otras palabras, la cultura implica el modo en que como seres humanos regulamos nuestro accionar, a favor de los modelos o patrones que tácitamente nos impone la sociedad en la cual convivimos de manera cotidiana. En consecuencia, incluye los saberes, haceres, costumbres y tradiciones que distinguen a los pueblos, unos de otros, pues determinan la forma de vivir de sus ciudadanos; todo ello representa la base de la identidad de un pueblo como colectivo.
Sobre el particular, Vich (2018) argumenta que “la cultura es un término que ha contribuido a producir las identidades existentes, ha servido para regular las relaciones sociales y ha naturalizado un conjunto de relaciones de poder” (p. 11). Hablar de imaginario cultural, definitivamente, tiene que ver con nuestra idiosincrasia, idioma o dialecto utilizado, música, artes, danza, letras, entre muchos otros aspectos, pues, al revisar la lista de ciento noventa y ocho (198) países a nivel mundial, ninguno, absolutamente ninguno es igual a otro; sus tradiciones y costumbres jamás serán semejantes, al punto, incluso que, dentro del mismo país, existen regiones con algunos detalles culturales que son distintos a otras regiones.
Al hacer revisión teórica sobre el imaginario, es inevitable estudiar la obra de Castoriadis (2003), quien hace referencia a él y a una realidad social, a la praxis social y expone:
Lo imaginario no es a partir de la imagen en el espejo o en la mirada del otro. Más bien, el “espejo” mismo y su posibilidad, y el otro como espejo, son obras de lo imaginario… Los que hablan de “imaginario”, entendiendo por ello lo “especular”, el reflejo o lo “ficticio”, no hacen más que repetir, las más de las veces sin saberlo, la afirmación que les encadenó para siempre a un subsuelo cualquiera de la famosa caverna: es necesario que este mundo sea imagen de alguna cosa. (p. 12).
Así, lo imaginario es un ámbito de creaciones espontáneas de cada individuo y de individuos como colectividad y de la institución social. Los imaginarios sociales son una fuerza constitutiva, el magma, que produce que los individuos designen nombres y conceptos de las cosas que existen fuera de ellos. En esta praxis social que pueden construir los individuos a través de sus acciones, hay un por hacer y éste, es específico, el progreso de la autonomía de los otros, así pues, un imaginario también consiste en el desarrollo y ejercicio de la autonomía del individuo y de la colectividad.
En este mismo orden de ideas, el imaginario social es un magma de significaciones imaginarias sociales representadas en instituciones. Éste regula el decir y orienta el quehacer de los miembros de esa sociedad en la que establece las formas de sentir y pensar. Por esto, la sociedad posee en sí misma una potencia de alteridad y existe en doble modo, lo instituido que es la estabilización relativa de un conjunto de instituciones y lo instituyente que es la dinámica que promueve su transformación. Para que el imaginario se instituya necesita normas, regulaciones, creencias y costumbres, para convertirse en dominante y tener dominados.
Castoriadis (ob. cit.), plantea que los individuos son sociales y llevan lo social en sí, los elementos que hacen a una sociedad son intrínsecos a lo social, estos son los individuos y el colectivo. Las relaciones entre los individuos son sociales y entre individuos sociales, de la misma manera, las relaciones con las cosas son sociales con objetos sociales, así, los individuos, las cosas y las relaciones que se dan entre ellos son creados por la praxis particular que realiza cada sociedad.
Es de esta forma como, el imaginario cultural es un magma de significaciones y significantes sociales insertos en el espacio societal; en tal sentido, rige la acción comunicativa desde la praxis de la colectividad que siente, desea y piensa en atención con sus creencias y percepciones. En definitiva, ese mundo es esencialmente histórico.
Bajo esta proposición, considero que el imaginario cultural, es precisamente conocer a través de transacciones intersubjetivas con los habitantes de una determinada localidad, sus valores, apreciaciones, ideales, así como también, sus actuaciones inherentes a la búsqueda de la sanidad en torno a la biodescodificación, lo que permitirá entramar una compleja red de relaciones entre sus discursos y prácticas sociales, las cuales interactúan con las individuales, manifestándose en lo simbólico a través del lenguaje y en el accionar concreto de los actores sociales.
Desde este escenario, los imaginarios culturales estructuran y dan orientabilidad a la experiencia social y, además, originan tanto comportamientos como imágenes reales, lo que deriva en la comprensión generalizada de la fuerza de las legitimaciones. Visto de esta manera, considero la construcción social de la realidad en cuanto a la sanación como un proceso de continuo movimiento, susceptible a las creencias, percepciones y sentires de aquellos insertos en el fenómeno objeto de estudio.
La sanación puede entenderse como un proceso que trasciende la curación del cuerpo físico, pues incluye lo emocional, espiritual y mental desde un enfoque integrador que hace consciente al hombre en cuanto a sus necesidades biopsicosociales.
Desde la cosmovisión del término sanación, puedo afirmar como constructo investigativo que éste, es un proceso intrínseco al ser humano; toda persona tiene acceso a la sanación, pero, no necesariamente, todas van a curarse. Es oportuno mencionar que existen personas que se sanan y se curan, llamados pacientes excepcionales o extraordinarios.
Sobre este planteamiento, Maruso (2016), argumenta lo siguiente:
La sanación es un proceso que nos acerca a Dios, a la conectividad o como se elija llamar a aquello que nos trasciende, capaz de transformar nuestras vidas y las de nuestros familiares. La mayoría de nosotros, educados en la tradición de la ciencia médica occidental, tendemos a considerar la enfermedad como una especie de falla mecánica del cuerpo, que requiere de “un mecánico debajo del capó” para reconectar los cables y reemplazar las partes. A esto le llamamos curación. En cambio, la sanación es una cuestión de significado, no de mecánica, una respuesta integral que busca entender la experiencia de una enfermedad como parte esencial de la vida (p. 1).
Desde este contexto, quien sana es el hombre y no el paciente, al partir del ser en sus diferentes dimensiones físicas, psicológicas, espirituales, sus relaciones, entorno y las relaciones intersubjetivas que permean estas aristas como integralidad holística del ser.
En consecuencia, la salud debe ser comprendida desde los múltiples aspectos que componen al ser humano y del que el ser humano es constitutivo, dado que, la misma no solo puede verse afectada por los factores genéticos o un agente patógeno, sino también, por sus relaciones, contexto familiar, escenario laboral, calidad de vida y la idiosincrasia personal; todo ello, conforma la salud del sujeto. De manera que, en atención con los aspectos planteados, ninguna persona enferma idénticamente a otro sujeto, aunque sus enfermedades sean las mismas.
Como un elemento implícito en las ideas planteadas, vale traer a colación la fundamentación científica de la biodescodificación, situación que parte de los pronunciamientos oficiales de la Organización Mundial de la Salud, en “La Declaración de Alma-Ata” (1978) y “La Carta de Ottawa” (1986), en los cuales se expresa:
Otro aspecto a tener en cuenta es que existe una estrecha relación entre la mente y el cuerpo, simbiosis que ejerce una profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, la vida y la muerte. Por salud, no entendemos sólo a la ausencia de enfermedad, sino al pleno estado de bienestar físico, psíquico, social y espiritual, que permita al individuo desempeñarse de manera socialmente activa y económicamente productiva (Maruso, ob. cit., p. 1).
En este punto de la disertación, me permito traer a colación a la biodescodificación como una propuesta de la medicina alternativa que estudia la relación entre las emociones y el cuerpo, a propósito de descubrir el origen psicoemocional de las enfermedades y, así, buscar la forma de sanar.
Al respecto, Vidal (2021), menciona acerca de la biodescodificación lo siguiente:
La biodescodificación intenta encontrar el significado emocional de cada enfermedad. Es decir, qué significa cada afección o dolor que una persona puede sufrir. Para esta propuesta alternativa, la salud física y la emocional están íntimamente relacionadas: así, cada persona es una unidad en la que se combinan ambos factores (p. 1).
De tal manera que, la biodescodificación viene a significar una propuesta de la medicina alternativa que intenta encontrar el origen metafísico de cada enfermedad, o su significado emocional, para buscar, a partir de allí, la forma de sanar. En tal sentido, como se señaló en los párrafos precedentes, toda enfermedad tiene un origen emocional o metafísico, en otras palabras, se origina por algún tipo de sentimiento que no se manifiesta como tal, lo que genera que se proyecte en el plano físico del cuerpo.
Sin embargo, no se pretende afirmar que la biodescodificación viene a sustituir a otro tipo de terapias o tratamientos de la medicina tradicional, sino más bien, que los complementa. Por tanto, la sanación verdadera está supeditada a la comunión plena entre el cuerpo y el alma en la búsqueda del equilibrio del organismo. En la biodescodificación, la visión es dual, biológica y tiene como meta, encontrar soluciones conductuales para mejorar la salud física y emocional. (Vidal, ob. cit., p. 1).
Desde la perspectiva racional de la investigadora, la mayoría de las personas poseen la misma distribución biológica y simbólica de los órganos y sistemas, por lo que hay ciertos patrones que tienden a repetirse. Ahora bien, comprender de dónde proviene, desde el punto de vista emocional, cada enfermedad que aparece en el cuerpo, puede ser un punto de partida para prevenir una recaída, mejorar el cuadro sintomático y, por ende, ayudar a otras personas que pueden padecerla por compartir factores emocionales.
Ver al sujeto en su integralidad implica ubicarse desde la perspectiva social expansiva, que hace a un modelo centrado en el contexto en el cual vive el sujeto, teniendo presente la historia de la comunidad, la salud e higiene de la sociedad, entendiendo que el desarrollo de enfermedades se produce a partir de múltiples factores, siendo fundamental el lugar donde vive el sujeto. (Saforcada, De Lellis y Mozobancyk, 2010).
El objetivo del conocimiento en el contexto de la sanación es el proceso de la salud, pero dirigido o enfocado a prevenir, promover y comprender dicho proceso desde una mirada holística. Así, la etiología deja de responder a una causa o a un origen y, se comprende desde el conjunto de ciertos componentes multifactoriales que nada tienen que ver con un factor desencadenante en específico. El sujeto deja de ser el huésped de la enfermedad para considerarse parte del proceso de la salud.
Desde mi sentir como investigadora, me permito afirmar que la biodescodificación es un método de origen biológico enfocado en la búsqueda de la salud física mediante la transformación de las percepciones, creencias y sentires personales, familiares y culturales presentes en el inconsciente, con el propósito de revestirnos de una paz y tranquilidad emocional que coadyuve en la recuperación de la salud física.
Para realizar una interpretación de la biodescodificación como sanación, López (2019), adiciona lo siguiente: “Es una forma de vivir que busca el bienestar personal, abarcando todos los ámbitos de la persona, tanto los problemas físicos como las dificultades interpersonales, es decir, a todas las situaciones que nos provocan conflictos emocionales” (p. 1).
Ante este horizonte, vislumbro que no será sencillo transformar las prácticas culturales relacionadas con la búsqueda de la salud, debido a que nos encontramos ante una diversidad de tradiciones, costumbres y creencias que constituyen el ser externo e interno del sujeto cultural y del ciudadano, condicionándolo y condicionando las reformas culturales societales.
Hoy día, se busca que el ser humano se encuentre en capacidad de modificar su práctica cultural vinculada a la sanación, permeada por actitudes, experiencias y creencias que supone deben ser más racionales, porque volver el mundo más racional no sólo es explicarlo y comprenderlo, es también transformarlo. Además, prevalece en el colectivo, sus creencias ontológicas acerca de lo que se considera razonable en cuanto al ser y quehacer cultural vinculado con la sanación, pero con base en supuestos epistémicos que la experiencia le ha marcado como valiosos cuando de sus emociones se trata.
A la luz de las ideas plasmadas, puedo afirmar que la sanación como práctica cultural integra los valores, las creencias y las actitudes que asumen los actores sociales, cuando están conscientes sobre la significancia que pueden generar sus emociones en el plano físico de sus cuerpos, pues pueden dirigir sus intencionalidades a las necesidades biopsicosociales que lo definen como ser humano. La cultura entonces integra los valores, las creencias y las actitudes que asume la colectividad ante la sanación desde la biodescodificación.
La realidad social no tiene un carácter objetivo, sino que proviene de sus propios autores intervinientes, intenciones, creencias, valores y expectativas, imbuidas en un contexto dinámico y cambiante; es decir, la sanación como fenómeno cultural, requiere de mucha interrelación con el medio, pues allí convergen diversos pensamientos, se desarrollan interpretaciones de las emociones y del mundo desde una perspectiva cultural e histórica. En otras palabras, la sanación en el contexto cultural emerge de la interacción entre los actores, en la cual la intersubjetividad está presente y orienta el actuar individual y la dinámica colectiva ante la sanación.
En atención con la perspectiva etnográfica, el enfoque teórico-metodológico cualitativo busca el sentido y el significado de la realidad estudiada de un modo procesual, de allí su subjetividad; además de que comprende, de un modo holístico, tanto el contexto del objeto estudiado, como su pensamiento y reflexión, al basarse en observaciones e interpretaciones de la biodescodificación como una propuesta de la medicina alternativa que busca el origen o significado emocional de las enfermedades y tratarlas desde allí.
A tal referimiento, Taylor y Bogdan (2000) señalan que la investigación cualitativa, como proceso activo y sistemático:
Se refiere en su más amplio sentido a la investigación que produce datos descriptivos: las propias palabras de las personas, habladas o escritas, y la conducta observable. En la metodología cualitativa, el investigador ve al escenario y a las personas en una perspectiva holística; las personas, los escenarios o los grupos no son reducidos a variables, sino considerados como un todo. El investigador cualitativo estudia a las personas en el contexto de su pasado y de las situaciones en las que se hallan (p. 11).
La investigación de naturaleza cualitativa busca pues, el sentido, significado y/o transformación de la realidad estudiada y comprende un conjunto de prácticas y procedimientos que se develan en un espacio de discusión metodológica, dialéctica y humanista. En otras palabras, el investigador no puede separar al objeto de estudio de su contexto particular y vivencial, dado que es ese mismo entorno el que nutre la investigación supeditada a este tipo de enfoque.
En términos generales, asumir una perspectiva etnográfica ante la sanación como fenómeno cultural, exige la revisión del interaccionismo simbólico, para lo cual, la realidad social se explica a través de las interacciones de los individuos y grupos sociales, es decir, para interpretar la actuación de los grupos e individuos no es suficiente estudiar su comportamiento visible, sino también es relevante considerar su conciencia y sus pensamientos como parte de sus actuaciones.
En este aspecto, Mead (1990), argumenta lo siguiente:
El interaccionismo simbólico se utiliza para designar un enfoque relativamente definido del estudio de la vida de los grupos humanos y del comportamiento del hombre, se considera que el significado del interaccionismo simbólico es un producto social, una creación que emana de y a través de las actividades definitorias de los individuos a medida que estos interactúan (p. 23).
Esta visión está basada en la concepción teórica del hombre, a la vez, producto y productor de su realidad social. La interpretación y el sentido de las acciones, es resultado de las interacciones que tienen una intencionalidad y un objeto; este sentido es objetivo en la medida en que la interpretación es intersubjetiva.
Se llega a la interpretación respecto a una situación, es real si los involucrados la definen como tal (pragmatismo), en términos de los sentidos y significados que le conceden en el mundo de sus experiencias, vivencias, modos de sentir y de hacer las cosas, a la luz de las manifestaciones que muestran en sus comportamientos sobre el asunto que se indaga. Los hombres construyen la verdad, es decir, la verdad no existe, por sí como tal, en que la interrelación de los actores sociales con la cultura y los procesos de conocimientos permiten comprender y explicar las concepciones del mundo y del conocimiento.
Desde mi criterio como investigadora, asumir la perspectiva etnográfica implícita en la sanación como fenómeno cultural, me permite dar un sentido holístico al hecho de develar el significado emocional de las enfermedades, toda vez, los factores intrínsecos que juegan un rol fundamental en las diferentes patologías, a objeto que los actores sociales puedan contextualizar con una visión social y cultural, sus diferentes procesos de sanación, lo cual permite un acercamiento a la experiencia del ser humano, a través de la comprensión de la arista biopsicosocial desde múltiples perspectivas.
Es indiscutible, el rol del método etnográfico por cuanto aporta a revelaciones de la complejidad que incluye la biodescodificación, al enfocarse en la activación de ciertos códigos en las células para recuperar la armonía, de forma que pueda paliarse el trastorno o la enfermedad del paciente, recuperando su calidad de vida.
Tal como lo señala Goetz y Le Compte (1988), “el método etnográfico es una descripción o reconstrucción analítica de escenarios y grupos culturales intactos…recrean para el lector las creencias compartidas, prácticas, artefactos, conocimiento popular y comportamientos de un grupo de personas” (p. 281).
Se puede afirmar entonces que a la etnografía siempre le ha importado lo que la gente hace, cómo se comporta y cómo actúa; en este ensayo científico, se detallan escenarios variados que son estudiados e interpretados a partir de las experiencias de la investigadora, al interpretar el origen emocional del pasado que desencadena las enfermedades y, de este modo, contribuir a que la medicina tradicional pueda tratarlas de manera más efectiva.
Por consiguiente, el método etnográfico trasciende en su sentido profundo, dado que caracteriza a un conjunto de ideas que orienta a la investigación y no se limita al campo técnico, además de constituir un conjunto de procedimientos no lineales en los que conviven los habitantes de una comunidad.
Bajo esta óptica, Bryune, citado por Rusque (1999), aduce que la perspectiva metodológica en la investigación etnográfica se traduce en un modelo de inspiración sistémica que ofrece la oportunidad de interrelacionar las posturas teóricas del investigador, los principios y conceptos que proporciona la epistemología cualitativa, aspectos de orden morfológico tipo de discurso, estructuración del informe, técnicas y procedimientos propios del método.
Además, la incorporación de este tipo de método en el contexto cultural puede contribuir a mejorar el conocimiento acerca de la forma de sistematizar los pasos que debe seguir el investigador etnográfico para garantizar la credibilidad de la historia, es decir, de la sanación como fenómeno cultural inserto en la biodescodificación de las emociones.
Entiendo que la aplicación del método etnográfico, tal como lo expone Goetz y LeCompte (ob. cit.) “tiene carácter holístico pues pretende construir descripciones de fenómenos globales en sus diversos contextos y determinar a partir de las mismas, las conexiones entre causas y consecuencias que afectan las creencias y comportamientos acerca de los fenómenos considerados” (p. 284).
Por consiguiente, la investigación etnográfica desde esta visión holística viene a significar una forma de integrar las experiencias de la vida con el conocimiento que sugiere la importancia de apreciar los eventos desde la integralidad y su contexto; en otras palabras, es una vía para la obtención de conocimiento hacia la clasificación y aumento de la conciencia sobre la verdad de la esencia o la naturaleza del ser humano y su entorno.
Esta aseveración me hace reflexionar sobre el sentido de totalidad que proporciona la investigación cualitativa para estudiar el fenómeno cultural adscrito a la sanación desde la biodescodificación, al posibilitar la aprehensión del mismo de forma holística y sin fragmentaciones, pues toma como fuente de información a los actores sociales que participan de esta práctica alternativa de sanación, considerados en su contexto y no aislados del mismo. De allí que el lenguaje y la dialéctica sean utilizados como referentes que propician la comprensión de las realidades sociales.
Otro aspecto a tener en cuenta cuando se hace uso del método etnográfico, es la perspectiva socioconstruccionista como corriente epistémica que, según Gergen (1994) enfatiza cómo los significados emergen a través de las redes complejas de interacción, relaciones y procesos sociales. La generación de significados ocurre, a la vez que individuos hablan e interactúan con otros o consigo mismos. Es por esto que los significados y, por supuesto, las realidades sociales, nunca son fijas y son continuamente renegociadas.
En cuanto al proceso de selección de los actores sociales para este estudio con un enfoque cualitativo, se seleccionó sobre la base del conocimiento y criterios de la investigadora. De acuerdo con lo planteado, la significatividad de los actores sociales viene dada por las pautas de Martínez (2004), quien señala:
Es aquel grupo que ha sido seleccionado como muestra para la aplicación de las técnicas y los instrumentos elegidos para la recolección de los datos necesarios, responden a la presencia de indicadores que destacan su disposición: continuidad en la asistencia, interacción activa con los miembros del grupo y facilidad para expresar ideas en forma espontánea. (p. 20).
Desde este contexto, los actores sociales o informantes claves, son un conjunto de personas con conocimientos, capaces de expresar sus vivencias respecto a la temática, desempeñando un papel decisivo en la investigación, puesto que son los protagonistas de la misma. Por lo tanto, en esta investigación se presentaron algunas razones justificadas mediante una intencionalidad, para que con la disposición de estos informantes, participaran y proporcionaran la información en forma espontánea para el estudio, entre otros, los criterios de selección intencional fueron: (a) disposición voluntaria; (b) Sanadores o terapeutas de Barquisimeto con conocimientos sobre la cultura indígena. (c) dispuestos a participar en los encuentros con la investigadora para la construcción de saberes. En atención al estudio cualitativo, se trabajó con tres (3) sanadores.
Los hallazgos presentados, producto de la comprensión e interpretación del discurso de los invitados teóricos y mi propio criterio como investigadora, refleja el constructo emergente respecto al imaginario cultural en relación con la sanación, desde una mirada etnográfica. Desde mi yo cognoscente, es decisivo reconocer qué es la biodescodificación como disciplina que propone buscar las causas del orden de lo emocional para abordar, de manera más eficaz y efectiva, el tratamiento de la enfermedad que padece un determinado paciente.
Visto de esta manera, puedo evidenciar en la revisión documental, lo significativo de la noción al imaginario cultural cómo eje fundamental para la comprensión del conjunto de representaciones simbólicas que caracterizan y distinguen los valores y creencias de una determinada sociedad en atención con el proceso de sanación, como producción colectiva con la cual se identifican, las diferentes percepciones de los actores en relación a su actuación en la de otros.
Así pues, concibo que el fenómeno cultural adscrito a la sanación desde la biodescodificación, amerita de una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas sociales interactuando con las individualidades. Por lo tanto, se constituye a partir de las coincidencias valorativas de las personas, la cual se manifiesta en lo simbólico a través del lenguaje y en el accionar concreto entre las personas e instalándose en las distintas instituciones que componen la sociedad, para actuar en todas las instancias sociales.
Al seguir el hilo conceptualizador de la sanación inserta en la propuesta de la biodescodificación, considero que esta propuesta está supeditada a la personalidad del individuo, dado su vínculo con las emociones. Algunas teorías sostienen que las personas buscan la congruencia entre sus creencias y sus sentimientos hacia los objetos, y que las modificaciones en las actitudes dependen de que cambien los sentimientos o las creencias.
De igual modo, los individuos poseen actitudes estructuradas compuestas de otros mecanismos afectivos y cognoscitivos, y la generación de un cambio en uno de ellos precipita un cambio en los demás. En tal sentido, la biodescodificación no se constituye como un tratamiento o como una forma de mejorar los síntomas que afectan al cuerpo. Simplemente, tiene como objetivo, encontrar la causa emocional de una afección, un dolor o una enfermedad y encarar su solución desde allí, pero siempre a modo de complemento de la medicina y de los tratamientos tradicionales.
Cada ser humano tiene una forma muy particular de plantear su punto de vista del mundo que lo rodea, de acuerdo a sus creencias, a estas prácticas las denominamos cosmovisión, que según Urbina lo define como “ese conjunto de ideas y valores, es lo que termina por ser la realidad para cada quien” (p.13), es decir son las creencias que conforman la imagen de cada ser humano. Es por ello que se deben establecer nociones comunes que se apliquen a todos los campos de la vida, desde los diferentes puntos de vista, que permitan actuar de acuerdo con esa visión, lo que permitirá entender a las sociedades con respecto al lugar habitado y sus relaciones con el medio.
Desde este punto de referencia, el ser humano, en su afán de convivir y compartir con el resto de la sociedad, se ve en la obligación de desarrollar modos de vida que le permiten socializar con su entorno, es por ello que, de acuerdo al espacio que ocupa, adquiere formas y comportamientos que le permiten socializar con el resto del entorno que le rodea, creando un clima armonioso y amoroso.
A modo de cierre, cabe mencionar que la biodescodificación apunta a encontrar el origen emocional de las enfermedades, dolores y molestias que afectan al cuerpo. He allí la importancia de sustentar desde la práctica etnográfica, el imaginario cultural que emerge en nuestras creencias, actitudes y percepciones respecto de la sanación como fenómeno cultural, proceso que exige del investigador, pensar, imaginar, crear e interrogar la realidad objeto de estudio.
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