Vol. 13 N° 1
Enero - Junio 2021
En este artículo de corte cualitativo se analiza las percepciones de sesenta y cuatro (64) jóvenes de la Universidad Autónoma de Chiapas frente al COVID 19. Se propone reflexionar sobre la validez y especificidades de la reflexividad en las sociedades modernas, relacionando una teoría en particular con la realidad de la sociedad chiapaneca en tiempos de COVID 19. El objetivo es indagar cómo el COVID 19 con todas sus implicaciones ha modificado la vida de los jóvenes universitarios, pero se pretende no realizar únicamente una descripción, sino analizar las consecuencias del coronavirus en la vida de los sujetos teniendo como referente una teoría sobre la sociedad; así, el otro objetivo es someter una teoría a la contrastación empírica. Se examinaron textos de los jóvenes realizados durante el ciclo escolar, ya iniciado el periodo de aislamiento social, a partir de las categorías formuladas por Giddens sobre el riesgo en las sociedades modernas y tradicionales y el estudio de Shehu & Rao sobre las percepciones del COVID 19 en Nigeria. El principal hallazgo es que se encuentran entre los jóvenes universitarios respuestas frente al COVID 19 diferentes a las de otros sectores de la sociedad: ¿son jóvenes reflexivos en una sociedad tradicional?
This qualitative article analyzes the perceptions of sixty-four (64) young people from the Autonomous University of Chiapas regarding COVID 19. The proposal is to ponder on the validity and the specificities of reflexivity in the modern societies, relating a particular theory with the reality of the Chiapas’ society in times of COVID-19. The purpose is inquiring how COVID-19 with all its implications have modified the life of young university people. Nevertheless, not only a description is intended, but an analysis of coronavirus’ consequences in the life of subjects in base to a theory of society; so the second purpose is to test a theory to the empirical testing. Texts written during school period by university young people, when the period of social isolation had already begun, were examined based on the categories formulated by Giddens about the risk in traditional and modern societies, and in base to the study by Shehu & Rao about the perception of COVID-19 in Nigeria. The main discover is that the answers of the university students questioned on COVID-19 are different from those of the other social groups. Are the young people reflexive in a traditional society?
Coincidiendo con quienes se adscriben a un enfoque de investigación que recupere las teorías para comprender y explicar y no solo describir una realidad, se realizó un análisis sobre la percepción del coronavirus en un grupo de jóvenes universitarios de Chiapas, recuperando los planteamientos de Giddens (2000, 2001, 2003 y 2004) sobre la reflexividad en las sociedades modernas y de Shehu & Rao (2020) sobre la percepción del coronavirus en Nigeria.
Se pretende someter a un análisis empírico los planteamientos de uno de los teóricos más reconocidos sobre la modernidad, examinar si su teoría y sus categorías permiten explicar las percepciones y las acciones de un grupo particular de personas: jóvenes que viven en Chiapas y son universitarios, tienen acceso a información científica sobre el COVID 19 y constantemente escriben al respecto, por lo que transitan del plano de la conciencia práctica a la conciencia discursiva. Las preguntas que guían la presente reflexión son: ¿a partir de qué conocimientos estos jóvenes guían su acción frente al coronavirus?, ¿son jóvenes reflexivos en una sociedad tradicional?, ¿actúan frente al coronavirus con base en un conocimiento científico?
Se procesaron trabajos escritos de los jóvenes universitarios, producidos para fines diferentes a los de este análisis, pero que dan cuenta de la situación que atraviesan por el COVID y que pueden ser observados desde la óptica y las categorías de los autores ya mencionados, observándose que, efectivamente, como lo señalan Bourdieu (2011) y Fuentes, González, Padrón y Tapia (2015), los jóvenes son un grupo heterogéneo y los aquí estudiados representan a un porcentaje reducido con acceso a la educación superior y con una formación académica que en ocasiones contradice la recibida en otros espacios, como el familiar y el religioso. Por sus características sociales, estos jóvenes responden frente al COVID 19 de forma muy diferente a las respuestas encontradas por Shehu y Rao (2020) y Meza (2020).
En la revisión de la producción de artículos y libros sobre las ciencias sociales y el COVID 19, se encontró que en varios de ellos se señala la necesidad de que las ciencias sociales investiguen y generen conocimiento sobre este tema. Por ejemplo, el director de la Asociación Internacional de Sociología (ISA, por sus siglas en inglés), en una editorial intitulada “Global Sociology and the Coronavirus”, señala que para que la sociología analice y proponga alternativas sobre esta pandemia, es necesario que lo haga desde un enfoque global. Plantea varios retos y perspectivas que la sociología debe asumir, para contribuir al conocimiento y a proponer alternativas frente a las enfermedades del antropoceno y capitaloceno (Hanafi, 2020).
Por otra parte, se encuentran los llamados de la Organización Mundial de la Salud para que las ciencias sociales sean partícipes en la producción de conocimiento para enfrentar esta pandemia; se menciona también que éstas pueden contribuir al conocimiento de las sociedades y al diseño e implementación de mejores políticas para resolver esta crisis (Zhang y Shaw, 2020). Tanto académicos como los organismos públicos coinciden en que las ciencias sociales, y en particular la sociología, que es la mirada desde la cual se escribe este documento, además de aportar conocimiento acerca de los diferentes efectos de la pandemia en los distintos grupos sociales, debe contribuir en pensar y definir un mundo mejor, existe el consenso de que esta no es solo una crisis de salud, sino que en sus orígenes se encuentra también la acción del hombre, y por lo tanto, las cuestiones éticas forman parte de la agenda investigativa.
En este sentido, se plantean una serie de temáticas a investigar, por ejemplo: la noción de riesgo, la organización comunitaria, educación, cómo afecta a las poblaciones por rango de ingresos o de edad y por supuesto el género. Así, en un contexto de pandemia y de llamado a las ciencias sociales a contribuir en el conocimiento de la misma, se presenta este artículo para aportar al análisis de las percepciones en un sector poblacional en específico: jóvenes universitarios chiapanecos.
Giddens (2000) es uno de los pocos sociólogos contemporáneos que ha desarrollado una teoría sobre las sociedades modernas, además de que a la par ha escrito varios libros sobre la modernidad. Es decir, ha explicado ampliamente cómo se constituyen las sociedades modernas, argumentando y relacionando las teorías sobre la sociedad y las teorías sobre la modernidad. en este sentido, la crisis del COVID 19 y las respuestas de un sector de los jóvenes universitarios son un buen pretexto para realizar una exploración empírica de sus planteamientos teóricos y a la vez para comprender cómo se está actuando frente a esta pandemia.
El enfoque que se sigue es cualitativo, por lo que el análisis y los resultados reflejan únicamente las percepciones de un grupo de jóvenes universitarios, los resultados no se pueden extrapolar a otros sectores poblacionales. Se coincide con los teóricos que señalan que no existe investigación inductiva libre de referentes teóricos, por lo que el acercamiento a las respuestas de los universitarios estuvo precedido de la lectura de Giddens (2000) sobre la constitución del yo en las sociedades modernas.
Giddens (2003), en La constitución de la sociedad propone que el agente posee un conocimiento sobre su actuar, es decir, tratando de superar el dualismo agente-estructura, plantea que, si bien el agente es estructurado, a la vez él conoce sobre su acción, y es capaz, si se le pregunta, de ofrecer una explicación sobre la misma. Considerando lo anterior, un aspecto central de la teoría de la estructuración es que el agente es estructurado y él estructura con su acción a la sociedad y, citando al autor:
En la reproducción de propiedades estructurales, los agentes también reproducen las condiciones que hacen posible esa acción. Estructura no existe con independencia del saber que los agentes poseen sobre lo que hacen en su actividad cotidiana. Los agentes humanos siempre saben lo que hacen en el nivel de una conciencia discursiva bajo alguna definición. (Giddens, ob. cit., p. 62)
En la reproducción o transformación de los agentes y de las estructuras la clave está en el conocimiento, en el saber de los agentes; otros condicionantes de la acción, como la posición en el campo, la clase social, el poder, el género, no son desarrollados por Giddens (ob. cit.). Por otro lado, la conciencia discursiva se refiere a la capacidad del agente de dar cuenta de su acción, de elaborar y ofrecer una interpretación discursiva verbal. La conciencia práctica es lo que los actores saben, pero no pueden expresar discursivamente, y forma parte del control reflejo de la acción; es decir, los actores conocen, más allá de si son capaces de expresarlo verbalmente o no, las condiciones sociales en las que se realiza su acción, y ese conocimiento fundamenta su acción. Ese conocimiento en las sociedades modernas está influenciado en mayor o menor medida por el conocimiento experto producido por los sistemas abstractos o científicos.
Otro concepto central para entender la propuesta de Giddens (ob. cit.) de la constitución de la sociedad es el de la doble hermenéutica, el cual consiste en que el conocimiento experto o científico producido a partir del conocimiento común regresa a la sociedad y la transforma; como ya se mencionó, el agente posee un conocimiento sobre su acción, el cual no proviene únicamente del saber cotidiano, sino que tiene sus orígenes principalmente, en las sociedades modernas, en el saber especializado.
Así, ese conocimiento al regresar a la sociedad la transforma y el agente recurre a él para decidir el curso de su acción; por lo mismo el saber de los sistemas expertos no es acumulativo ni predictivo: “El conocimiento sociológico da vueltas en espiral dentro y fuera del universo de la vida social reconstruyéndose tanto a sí mismo como a ese universo como parte integral de ese mismo proceso” (Giddens, 2004, p. 27).
En varias de sus obras, Giddens (2000, 2001, 2004) argumenta que el agente en una sociedad moderna se constituye mediante procesos diferentes a los de una sociedad tradicional. Aquí se recupera otro concepto, el de proyecto reflejo del yo. El referente principal del agente para definir su acción es la reflexividad basada en el conocimiento producido por los sistemas expertos (científicos). La reflexividad es una característica de la acción humana, pero en la modernidad adquiere la peculiaridad de que la misma reflexión está sujeta a un proceso reflexivo, por eso Giddens (2000) menciona que actualmente la sociedad se encuentra en una etapa de modernidad radicalizada en la que las mismas bases de la modernidad son sometidas a análisis.
Si bien instituciones sociales como la familia y la religión continúan formando parte del mundo moderno, para el autor su influencia se ha visto seriamente disminuida frente a los sistemas expertos. En algunos textos se hace mención, por ejemplo, al desigual acceso a ese conocimiento experto, a las desiguales posibilidades de obrar, pero realmente el mayor énfasis consiste en resaltar que la modernidad como forma de vida se ha extendido, ha llegado a prácticamente todos los rincones del mundo y se ha intensificado, abarcando todas las esferas de la vida.
Giddens (2000) formula una teoría sobre la sociedad moderna y sobre el agente moderno, de tal manera que cuando el investigador se pregunta por el agente (sujeto, etc.), éste debe ser ubicado social e históricamente, los procesos de constitución de dicho agente cambian en el tiempo y el espacio, pero cambian dependiendo del tipo de sociedad de que se trate. Esta recuperación del agente en contextos de modernidad o como perteneciente a una sociedad tradicional, permite analizar los procesos específicos de su constitución.
Sin embargo, la desatención hacia las desigualdades de las condiciones de acción de los agentes resulta, para los efectos de este trabajo, un punto débil de la teoría. El énfasis en la extensión y en la intensidad de la modernidad (Giddens, 2004, p. 18), así como en la defensa de este sistema de vida, llevan al autor a olvidarse de que no todas las sociedades presentan las mismas características que las sociedades europeas. La perspectiva de Giddens (ob. cit.) sobre el agente se inclina hacia una posición en la que se privilegia la capacidad de acción en detrimento de lo que estructura o sujeta al agente. La teoría de la estructuración, publicada por primera vez en inglés en 1983, es abandonada en los posteriores trabajos sobre la modernidad (Giddens 2000, 2001), en donde el énfasis se hace en la reflexividad del agente y de la modernidad, por lo que las características estructurantes de la sociedad se desdibujan, al igual que la acción estructurante del agente. Cabe señalar que estas críticas han sido formuladas también por Gaitán (2015) y Trujano (2011).
En cada tipo de sociedad, tradicional o postradicional (o moderna), prevalecen ambientes que le confieren confianza o representan riesgos para el agente; a partir de los elementos que los conforman y de las relaciones que el agente establece en ellos es que puede hacerse referencia a una sociedad tradicional o postradicional o a agentes que pertenecen a un tipo de sociedad. Aunque Giddens (ob. cit.) reconoce que los elementos que conforman lo tradicional nunca desaparecen totalmente, es factible hablar de diferentes tipos de sociedad, dependiendo de las características dominantes.
¿Cuál es la conexión de esta teoría sobre la constitución de la sociedad moderna, el COVID 19 y los jóvenes universitarios de Chiapas? Estos jóvenes, como ya se mencionó, son parte del reducido porcentaje de personas de su misma edad que cursan los estudios universitarios. Más de la mitad de ellos radica en o es originario de la capital del estado, una de las tres principales ciudades, mientras que el otro 42% proviene de los demás municipios, los cuales son rurales.
Giddens (ob. cit., p. 100) plantea los entornos de fiabilidad y riesgo en las culturas premodernas y modernas; señala que en las primeras los ambientes de confianza radican en las relaciones de parentesco, en la comunidad local, en la religión y en la tradición. La fiabilidad se encuentra localizada, es atribuible a entornos conocidos y ubicados en el mismo espacio y tiempo del agente. En las sociedades modernas la confianza se obtiene o se genera de las relaciones personales, de los sistemas abstractos y de la orientación al futuro; en estas la confianza se deposita en los sistemas abstractos, los cuales, como ya se ha mencionado, están constituidos por las señales simbólicas y los sistemas expertos, ambos partes de los mecanismos de desanclaje. Por otra parte, uno de los ambientes de riesgo en las sociedades premodernas proviene de amenazas y peligros de la naturaleza, que es el que se retoma para este artículo. También para el caso de los ambientes de riesgo de las sociedades modernas se considera el de las amenazas y peligros que provienen del carácter reflexivo de la modernidad.
Recapitulando, para el autor, el conocimiento que produce uno de esos sistemas expertos, como es la ciencia, forma parte de las sociedades modernas; es aquí donde, introduce el concepto de doble hermenéutica, el cual significa que ese conocimiento producido por los especialistas regresa a la sociedad o a los grupos sociales que son sus referentes empíricos y es reapropiado por ellos, así, ese conocimiento, desde la perspectiva de la doble hermenéutica, no tiene como finalidad el ser predictivo, ni normativo, ni mucho menos el ser utilizado como herramienta para la reingeniería social.
En el siguiente apartado, en el que se analizan las respuestas de los jóvenes universitarios chiapanecos frente al COVID 19, se formularán también algunos apuntes derivados de la contrastación de la propuesta teórica de Giddens (ob. cit.) con una realidad particular. Podría parecer obvio el que, al momento de realizar este contraste, se concluya que por supuesto, Giddens (ob. cit.) no consideró una serie de elementos para su análisis, pero más que señalar sus deficiencias o carencias, lo que se pretende es realizar aportaciones para la comprensión de realidades y avanzar en el sentido de la exploración empírica de los temas planteados por el autor.
Desde la perspectiva cualitativa se analizaron los trabajos escritos de sesenta y cuatro (64) jóvenes universitarios chiapanecos en los que expresan, a partir de sus experiencias personales y de lecturas (del curso, de artículos periodísticos y de revistas y libros sobre el COVID 19), su percepción sobre el origen de la pandemia, actitudes y pensamientos y cómo está afectando sus vidas: las consecuencias emocionales, educativas, económicas y sociales. El análisis se realizó tomando como referencia teórica la propuesta de Giddens (ob. cit., p. 100) sobre los entornos de fiabilidad y riesgo en culturas premodernas y modernas y las investigaciones de Shehu y Rao (2020) y Meza (2020) sobre las percepciones de doscientas noventa 290 personas en Nigeria y de un grupo de amas de casa del norte de México, respectivamente.
El referente teórico con el que se analizarán las percepciones de los jóvenes universitarios es Giddens, quien cuenta con varios libros sobre la modernidad y como él mismo señala en uno de sus trabajos (2003, p. 30), se pretende explorar empíricamente un planteamiento teórico y dar cuenta de las percepciones contrastándolas con una concepción de sociedad. En la revisión que se realizó sobre publicaciones acerca del COVID 19 desde una perspectiva sociológica, se encontró todo un espectro de estudios, aunque, como señalan Iqbal y Ahmad (2020, p. 13): “we have sociological studies emerging on COVID 19 not focusing on its relationship with theories”. Este escrito pretende establecer esa relación entre una teoría sobre la sociedad y el COVID 19.
En cuanto a los estudios empíricos, se retoman a Shehu y Rao (2020) y Meza (2020) ya que ambos trabajos se enfocan al examen de las percepciones de lo que piensan, opinan y actúan los sujetos de diferentes sectores sociales sobre la pandemia. Shehu y Rao (ob. cit.) realizaron una encuesta vía Facebook a 290 personas en el norte de Nigeria donde la mayoría de los que respondieron son hombres de diferentes estratos sociales. En el cuestionario se les pregunta su percepción sobre el virus, actitudes y pensamientos y la respuesta del gobierno.
Por otra parte, el estudio de Meza (ob. cit.) tiene como referente empírico un grupo de mujeres, amas de casa de México con las que realiza una investigación. Ellas le convocan para informarle que, a partir de esa fecha, cuando se decreta la jornada nacional de sana distancia, no podrán continuar sus reuniones. En ese encuentro él graba la conversación y ese material es el que examina para escribir su artículo. Desde una perspectiva etnográfica, reflexiona sobre la percepción de riesgo en el grupo de mujeres, no señala cuántas son, y por lo que se menciona en el artículo, el referente empírico es un encuentro que sostiene con ellas. Las mujeres radican en un municipio del estado de Nuevo León, México.
Ambos estudios se plantean analizar la percepción de la población: Maza (ob. cit.) del riesgo y Shehu y Rao (ob. cit.) de las actitudes y pensamientos. La población estudiada es totalmente diferente en cada investigación, por supuesto cultural y socialmente, pero también en términos de su composición; en el primer caso se trata de un grupo reducido de personas, específicamente de mujeres amas de casa, con quienes realiza una plática; en el segundo la población es predominantemente masculina, es un grupo mucho más amplio de doscientos noventa (290) y la vía para recolectar la información fue Facebook.
Lo que ambos trabajos muestran es el amplio abanico de posibilidades teóricas, metodológicas y empíricas para analizar las percepciones de la población; en este artículo pretendemos inscribirnos dentro de esa gama de opciones: grupo de jóvenes universitarios, edad entre 17 y 28, predominantemente femenino y de quienes se examinaron sus ensayos sobre el COVID 19. Cabe mencionar que los ensayos no fueron realizados expresamente para ser analizados para esta reflexión; el objetivo era que ellos razonaran desde la academia, a partir de referentes teóricos, su experiencia frente a la pandemia. Como académicos, como universitarios, como estudiosos de las ciencias sociales, sería una negación del propio sentido de estas ciencias el obviar el contexto social en el que se encuentran los sujetos que las producen, máxime cuando se trata de un hecho tan excepcional, que ninguno de nosotros habíamos vivido y que altera nuestra vida personal, social y universitaria. Aunque el análisis no está basado en una muestra representativa en términos estadísticos de los jóvenes universitarios chiapanecos, sí constituye una muestra de las percepciones de los jóvenes de esa condición social, que como se mostrará más adelante, sus características coinciden con las de los jóvenes chiapanecos.
Las categorías de análisis son las siguientes:
Así, con base en la teoría que Giddens (ob. cit.) formula sobre la sociedad y particularmente sobre la estructuración de las sociedades modernas, y Maza (ob. cit.) y Shehu y Rao (ob. cit.), que realizan investigaciones empíricas, se articula la presente reflexión. Al respecto, Santoro (2003) plantea que la teoría de Giddens (ob. cit.) presenta dificultades para su aplicación en el análisis empírico, por lo abstracto de sus categorías, su escasa referencia a casos concretos y la falta de un diseño metodológico. En una revisión realizada el 25 de octubre del 2020 en Google Académico se observó que menos del 10% de las publicaciones sobre Giddens (ob. cit.) son en español (8.7%), lo que significa que aún es un autor poco explorado en latitudes hispanoamericanas, con amplias opciones para contrastar su teoría con esta realidad. Tal vez una explicación para este reducido número sea la falta de una propuesta metodológica. Sin embargo, para Santoro, en la propia teoría se encuentra la metodología, ya que Giddens (ob. cit.) refiere que los agentes poseen un conocimiento sobre su acción, en el desarrollo de su teoría sigue una lógica comprensiva: “La introducción de la etnosociología en las investigaciones solamente puede producirse por medio de métodos comprensivos, que analicen la producción de los discursos del conocimiento mutuo a través de un diálogo cualitativo con los conceptos manipulados por los actores sociales”. (p. 254)
De este modo, se propone comprender las percepciones de un grupo de jóvenes universitarios acerca del COVID 19, analizando su percepción desde una teoría social, para explorar cómo han construido su conocimiento sobre este virus y encontrar qué nociones guían su acción, comparando los resultados con los encontrados en las investigaciones ya mencionadas y, por un lado, realizar una aportación en el plano de la contrastación empírica de una teoría y por otro, sugerir que el acceso a la información y su examen si puede significar un cambio de respuestas frente al coronavirus.
El 31 de diciembre de 2019 se publicó la primera noticia sobre nuevos casos de una neumonía vírica en Wuhan, China. El 27 de febrero de 2020 se confirmó el primer caso de COVID 19 en México, con lo que se inició la fase uno de propagación del virus. Para el 14 de marzo del mismo año, el Secretario de Educación de México informaba que se adelantarían las vacaciones de Semana Santa. El asueto duraría entre el viernes 20 de marzo y el 20 de abril, como una medida para contener la propagación de la enfermedad. Puede encontrarse una cronología de la propagación del virus en la página de la World Healt Organization (2020).
En este contexto, ¿qué implicaciones tendrían la suspensión de actividades académicas para los docentes y jóvenes universitarios de la Universidad Autónoma de Chiapas? Las clases en línea se efectuaron a lo largo de los meses de abril y mayo, aproximadamente dos meses; en ese lapso se sostuvieron varias videoconferencias y los jóvenes universitarios realizaron diversas tareas consistentes en escritos a partir de lecturas de artículos de revistas y periódicos y de libros del programa del curso. En las videoconferencias era inevitable el constante cuestionamiento sobre la pandemia, por lo que la incertidumbre, la falta de respuestas, la esperanza en el pronto fin de la situación excepcional y el regreso a nuestra vida normal se manifestaban todo el tiempo.
Se consideró que era pertinente que los jóvenes universitarios reflexionaran sobre el COVID 19 y cómo estaba afectando sus vidas, es decir, se entiende la reflexión teórica como una constante referencia para pensar el mundo en el que vivimos, y ese mundo y nuestras vidas estaban siendo alterados por una pandemia. Si bien en esas fechas no se podía saber cuánto tiempo se prolongaría la pandemia, ni cuáles serían sus repercusiones, tampoco se podía ni se debía obviar que se estaba viviendo una situación totalmente extraordinaria, muy diferente en intensidad y extensión de otros sucesos que se habían presentado en la geografía chiapaneca en los últimos años, como la influenza A H1N1, el dengue, el zika, la chikungunya y el terremoto de 2017 de 8.2 grados.
Sobre los jóvenes de este estudio, en el artículo analiza la percepción de dos grupos de jóvenes universitarios de la licenciatura en Pedagogía de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), de primer y segundo semestres. Son en total sesenta y cuatro (64) jóvenes de entre 17 y 28 años. La mayoría de ellos cuenta con 18 y 19 años (66%) y pertenece al género femenino (75%). Con respecto al género, la licenciatura de pedagogía es considerada tradicionalmente para mujeres, debido a que se piensa que el cuidado de los niños les corresponde a ellas, así mismo es común escuchar como justificante que las mujeres son más pacientes, amorosas, creativas y cuidadosas. Estas nociones son compartidas por igual entre hombres y mujeres, así como por los padres de familia, que en ocasiones no permiten a sus hijas estudiar otras carreras por considerar que no son para mujeres.
Al ser universitarios, obviamente han cursado todos los estudios anteriores para acceder a este nivel, es decir, al menos 12 años de su vida han recibido una educación escolarizada, laica y gratuita, en su mayoría. Provienen de toda la geografía chiapaneca, aunque más de la mitad (58%) son originarios de la capital del estado, la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, lo que habla de la concentración de los servicios educativos en la principal ciudad y de las escasas posibilidades de la población rural de acceder a la educación superior. A continuación, se muestran datos de la población chiapaneca a la cual pertenecen estos jóvenes para ponerlos en contexto y mostrar cómo sus características corresponden a las de determinados grupos sociales.
Educación: en Chiapas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2010, el 49% de la población es urbana, mientras el 51% es rural (INEGI, 2020); hay cuatro localidades que concentran cerca de un millón de habitantes (Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de Las Casas, Tapachula y Comitán), de un total de 5,252,808. En el estado existen 20,047 localidades (de las que 14,585 tienen menos de cien habitantes. (Consejo de Investigación y Evaluación de la Política Social del Estado, 2016, p. 20)
De las 103 universidades públicas y privadas registradas en el estado, reconocidas por el Sistema de Información Cultural del Gobierno de México, el 77% se ubica en las tres principales ciudades (Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y San Cristóbal de las Casas), correspondiendo a la capital el 46% (Gobierno de México, 2020). Estos datos explican parcialmente la razón por la que: “el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más es de 7.3, lo que equivale a poco más de primer año de secundaria” (INEGI, ob. cit.) Chiapas es un estado con un alto porcentaje de población rural, con un nivel educativo bajo y con una fuerte concentración de las instituciones de educación superior en las tres principales ciudades, sobre todo en la capital.
Los jóvenes de los que trata este artículo pertenecen a un grupo reducido de población con acceso a la educación superior, para los cuales representa un esfuerzo económico, social y académico ingresar y continuar sus estudios universitarios. El bajo nivel educativo de la población de 15 años y más implica que muchos de estos jóvenes que ahora cursan la universidad, son la primera generación de sus familias con estudios de licenciatura. Los datos varían dependiendo de la institución responsable del estudio; aquí se citan dos ejemplos, aunque las cifras no coinciden, ambos evidencian las diferencias que existen en cuanto a cobertura con respecto al nivel nacional:
En educación superior, la matrícula estatal fue de 79 mil alumnos, con una cobertura del 14.4% de la población en edad normativa; mientras que la tasa de absorción nacional para educación superior fue del 86.1%, para Chiapas de sólo el 43%. La matrícula en licenciatura a nivel nacional comprende poco más de 3 millones de alumnos, lo que equivale al 8.4% de la matrícula de todo el sistema educativo escolarizado nacional, cifra que alcanzó poco más de 69 mil alumnos en Chiapas, con una cobertura estatal del 12.8% para el grupo de edad normativa de 18 a 23 años. (Consejo de Investigación y Evaluación de la Política Social del Estado, 2016, p. 31).
Según datos de la Secretaría de Educación Pública (s.f):
Chiapas en el ciclo escolar 2015-2016 está en el onceavo lugar en matrícula de educación superior del país con un total de 120,673 alumnos que incluyen licenciatura y posgrado, lo que equivale al 2.8 % del total nacional. Esto representa un 20.7 % de la cobertura de jóvenes en edad de 18 a 22 años en la entidad, 15 puntos por debajo de la cobertura a nivel nacional.
De acuerdo con Suárez (2019), el Rector de la UNACH manifestó en 2019 que solo 1 de cada 5 jóvenes se incorporó a la educación superior durante ese ciclo escolar. Fue hasta el ciclo escolar agosto 2020 que la matrícula de la UNACH aumentó con aproximadamente 7,600 nuevos alumnos, con el propósito de incrementar la cobertura en educación superior en el estado, informó el medio Monitor Sur (2020).
Religión: en cuanto a la adscripción religiosa, el estado ocupa el último lugar en el país con respecto al número de católicos, ya que mientras a nivel nacional el 83% de la población es practicante de esta religión, en Chiapas el porcentaje baja a 58%. Le siguen los protestantes o evangélicos (20%), otras religiones (8%) y los que no profesan ninguna religión (12%) (INEGI, 2013). De acuerdo con la misma fuente, el estado es el que presenta mayor diversidad religiosa en todo el país, ya que de las 10 categorías religiosas en las que clasifican a la población, en Chiapas se presentan 7 de ellas; así mismo, es una de las entidades con mayor número de población que no se adscribe a ninguna religión, es decir, que se declara sin religión.
Para Gutiérrez (2007), sin religión no significa necesariamente que la población, por alcanzar un nivel educativo más alto, cuestione las creencias religiosas. Esta adscripción, a decir de la autora, tiene orígenes diferentes dependiendo de los lugares de residencia: en las zonas urbanas se debe a los niveles educativos de la población, al crecimiento del ateísmo, el agnosticismo o la búsqueda espiritual sin filiación religiosa. Sin embargo, no es en los municipios urbanos en los que se registra el más alto porcentaje de población sin religión, sino en los rurales, donde “Podemos constatar que un factor común a todos los municipios chiapanecos con altos porcentajes de población sin religión es una situación prolongada de competencia religiosa.” (Gutiérrez, 2007, p. 121)
De acuerdo con el INEGI (2011), el 66.2% de los jóvenes chiapanecos de entre 15 a 19 años, que es el rango de edad en el que se encuentran los jóvenes estudiantes de este análisis, está adscrito a una religión, el 33.8% restante corresponde a no especificado (22.4%) y a sin religión (11.4%). Las categorías religiosas son: católica; protestante/ pentecostal/ cristiana/ evangélica; adventistas del séptimo día; iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; Testigos de Jehová; Judaica y sin Religión.
Según los datos del INEGI (2011), se constata que, en 6 de las 7 adscripciones analizadas, el mayor porcentaje de creyentes cuenta con 19 años o menos, y a medida que aumenta la edad disminuye el porcentaje de practicantes, es decir, la base de las religiones se encuentra en los menores de edad; esto es así a excepción de la religión Judaica, que registra un aumento de los fieles en los hombres de 60 y más.
Por otra parte, con respecto a los sin religión, el porcentaje más alto se encuentra en la población de 0 a 4 años (14.1%) y a partir del siguiente rango de edad, de 5 a 9, comienzan a disminuir progresivamente los adscritos a esta categoría. Se proponen dos explicaciones: la competencia religiosa, la cual propicia que la población se declare sin religión porque las iglesias proporcionan bienes de salvación materiales y la indefinición de los padres por adjudicar a sus hijos una creencia.
Así, el estado es el primero en diversidad religiosa y también ocupa uno de los primeros lugares en número de personas sin religión. Como menciona Gutiérrez (2007) y lo constatan los datos presentados en este trabajo, el aumento de los sin religión no es atribuible a los niveles educativos de la población, si bien, siguiendo con la autora, la existencia de una amplia gama de opciones religiosas conlleva un cuestionamiento a la religión, al principio de autoridad, como diría Lyon (2005), y aunque la población se declare no creyente, no es posible inferir en automático la disminución de las prácticas y creencias religiosas, como se verá más adelante.
Condiciones económicas: el 76.2% de la población de la entidad vive en situación de pobreza, lo que posiciona al estado en el primer lugar a nivel nacional (según datos del CONEVAL citado por Guerrero, 2017). Este dato sustenta la afirmación de que los jóvenes universitarios que ahora cursan la universidad son, en su mayoría, la primera generación que alcanza este nivel de estudios. Otro dato que proporciona un panorama de las condiciones económicas de las familias chiapanecas es el de la precariedad laboral. Según datos del INEGI de 2019, Chiapas es el estado con mayor proporción de población en esta situación: mientras a nivel nacional la cifra es de 19 de cada 100, en Chiapas es de 42 de cada 100, apunta García (2019).
Con los datos presentados en este apartado se pretende mostrar el contexto económico, social y educativo de los jóvenes objeto de estudio de este escrito, mismos que se contrastaron más adelante cuando se retomaron afirmaciones realizadas por ellos en cuanto a cómo ha afectado el COVID su situación familiar o con respecto a lo que observan de la economía en el estado. Varios de ellos también hicieron referencia a su condición de ser los primeros en su familia que cursan estudios universitarios, o a las dificultades para acceder al internet por radicar en lugares muy alejados de las principales ciudades y de difícil acceso.
Las percepciones de los jóvenes universitarios se contrastaron con las de otros grupos de población y con los métodos de obtención de la información de los artículos de Shehu y Rao (ob. cit.) y Meza (ob. cit.). También se analizaron a la luz de la mencionada teoría sobre la sociedad de Giddens (ob. cit.) para darle sentido a los diferentes discursos de los estudiantes sin dejar de lado el contexto desde el cual fueron enunciados, así como las condiciones señaladas en el apartado anterior sobre sus condiciones socioeconómicas.
Conocimiento sobre el origen del coronavirus. El sistema educativo mexicano avisó de la suspensión de actividades académicas el 14 de marzo de 2020, la cual se hizo efectiva el 23 del mismo mes. Ese día inició la jornada nacional de la sana distancia, es así que los jóvenes universitarios conocen que se trata de un virus real que en cuestión de semanas se extendió por todo el mundo, hasta llegar a las localidades más alejadas del estado.
En la investigación de Shehu y Rao (ob. cit.), se obtuvieron otras respuestas (“es real”, “es una conspiración occidental, “es real pero no afectará a los africanos negros” y “no cree”) que no se encontraron en el caso que nos ocupa: los jóvenes universitarios saben que el virus existe, es real y solo uno expresó que era producto de experimentos en laboratorio:
El Covid-19 (coronavirus) se inició con un brote en un mercado en la ciudad de Wuhan de la provincia de Hubei en el país de china, para el día 29 de diciembre del año 2019 las autoridades de salud dieron a conocer que varios individuos presentaban síntomas desconocidas y diferentes medios de comunicación dieron a conocer una enfermedad que en ese entonces era una enfermedad desconocida que está afectando la salud de las personas por lo que se realizaron diferentes estudios. (Alumno 21)
Es decir, el COVID 19 sí existe, es real, sí afecta a todo el planeta, es consecuencia de la actividad humana, no en términos de una conspiración, sino del desarrollo incesante de la tecnología y de un estilo de vida que no respeta a la naturaleza. Al tratarse de universitarios a los que se les exige un mínimo nivel de lectura en periódicos, revistas, libros e investigar en Internet, todos afirmaron conocer acerca del COVID 19, y al menos para la fecha en la que realizaron sus escritos (mayo de 2020) se encontraban, en términos generales, informados de los principales acontecimientos sobre la pandemia: su origen geográfico, biológico y humano.
Actitudes y pensamientos sobre el COVID 19. Los jóvenes universitarios conocen, por experiencia propia, que la única medida efectiva para evitar y disminuir el contagio es la distancia social. La respuesta, diferentes a las halladas por Meza (ob. cit.) y Shehu y Rao (ob. cit.), tiene como explicación que habían transcurrido dos meses aproximadamente desde el inicio de la jornada de la sana distancia; llevaban ese mismo tiempo en cuarentena y sin contacto social con más personas que su misma familia.
Así, las lecturas de nivel universitario, la investigación sobre el tema, el tiempo transcurrido desde el inicio de la pandemia y la cuarentena, es el contexto que explica las respuestas de los jóvenes universitarios: “En nosotros está el salir adelante, poner en práctica los valores que se nos inculcan para respetar las nuevas reglas y medidas sanitarias que se nos imponen. Nada volverá a ser igual, sin embargo, las cosas pueden mejorar”. (Alumno 15); “Mi orden social ahora se basa en acatar al 100% las reglas de las autoridades que imparten todo sobre los cuidados y prevenciones para poder llegar acabar con este virus”. (Alumno 33)
Efectos: los efectos del COVID 19 en la vida de los jóvenes se refleja en varios ámbitos de la vida personal, familiar y social, si bien se han registrado manifestaciones en contra de las medidas impuestas por los gobiernos de algunos países (por ejemplo en Argentina y España), lo que demuestra que las personas de todo el mundo han experimentado problemáticas y sentimientos similares; aquí nos referimos a la manera en que estos jóvenes en particular, considerando las características señaladas en apartados anteriores, perciben y viven la pandemia.
Educación: Me he dado cuenta de la importancia de mis clases presenciales, siento que me ha afectado estos meses de la epidemia, yo sé que mis profesores han hecho lo posible para mantenernos en contactos, también tuvieron que ver en el contexto en que vivimos, por ejemplo, no todos tenemos un buen acceso a internet, yo vivo una zona rural donde el acceso a internet es muy escaso, es muy lenta, no hay ciber, hay veces se va la luz durante una 2 a 3 días, incluso una semana. (Alumno 28)
En este texto se observa la situación a la que muchos de los jóvenes universitarios se han enfrentado por la falta de recursos económicos y por el cambio de modalidad educativa. Se considera que fue un gran acierto por parte de las autoridades universitarias el continuar las clases en línea, aunque la gran mayoría de docentes y jóvenes universitarios no estábamos preparados, ya que en ocasiones no se contaba con el equipo de cómputo necesario, con Internet ni con los conocimientos para implementar la educación a distancia.
Todos los jóvenes universitarios poseen teléfonos celulares e invierten un importante número de horas al día en las redes sociales, pero la pandemia puso en evidencia su desconocimiento de las aplicaciones educativas. La falta de equipo de cómputo y de Internet también muestra las condiciones de vida familiares y de las localidades de origen de estos jóvenes. Como ya se señaló, aproximadamente el 40% de ellos es originario de otros municipios diferentes al de la capital del estado, radican en lugares en los que no siempre se cuenta con señal de Internet o con energía eléctrica. Ni siquiera el vivir en la capital del estado garantiza el acceso a estos servicios ni a equipo de cómputo.
Además de estas dificultades, para los jóvenes universitarios el principal problema consistió en aceptar y aprender en un sistema de educación a distancia. Las clases presenciales son añoradas por la convivencia con los compañeros y porque representan la posibilidad de dialogar directamente con el docente, tomar nota y expresar opiniones y dudas. Como se menciona en la cita anterior, la comunicación, las dudas sobre las tareas, la retroalimentación académica cambió radicalmente, o más bien se volvió muy limitada. La descripción de las condiciones en las que se lleva a cabo el proceso educativo en tiempos de pandemia, confirma el argumento de que estos jóvenes son, en muchas familias, el primer universitario, tal es el caso del mismo joven citado anteriormente:
Yo he elegido una clase presencial, por la mala conexión de internet en mi comunidad, aunque tengo que viajar muchas horas, por ejemplo, de Tuxtla a mi casa está a 12 horas, mis padres me están apoyando en los gastos, hace lo posible para apoyarme, de los 4 hermanos soy el único he salido a estudiar. (Alumno 28)
Económico: “En el ámbito económico, debido al cierre de los negocios mis papás se vieron muy afectados ya que las ganancias disminuyeron mucho y se dificulta pagar la luz, el internet y el local que ellos tienen”. (Alumno 13) La población se vio afectada por la pandemia en términos económicos también: cierre de negocios, la pérdida del empleo o la disminución del salario de alguno de los proveedores, inclusive de los mismos jóvenes universitarios, ya que hay quienes deben trabajar para contribuir a los gastos que generan sus estudios, como menciona una joven:
Una de las consecuencias muy fuerte y mala para mi es de que ahora no tengo trabajo, porque el señor que me contrataba cada temporada de vacaciones ya no me contrató porque no quiere que sean muchos trabajadores y haya una aglomeración, por lo que ahora eso me está estresando más ya que no sé dónde ir a buscar un trabajo para poder tener mis ahorros, ya que aquí las tiendas por el momento están cerradas hasta que pase un poco esta enfermedad. (Alumna 35)
En realidad, es un número reducido de jóvenes el que no menciona haberse visto afectado económicamente, ya fuera por la disminución de ingresos económicos en la familia o por los nuevos gastos que deben agregar para continuar su educación, tales como: compra de equipo de cómputo, contratación de Internet, pago de fichas o de saldo para el teléfono celular o del cibercafé. Estas dificultades económicas remiten a las condiciones de precariedad laboral y de pobreza en que se encuentra la mayor parte de la población económicamente activa chiapaneca, tal como lo señala el INEGI.
Además de la situación económica familiar, todos dan cuenta de las difíciles condiciones que se viven en el estado, hecho que perciben a partir de la observación y de la contrastación con las lecturas y las discusiones de clase: “y me pongo a pensar en mis compañeros foráneos, que ellos vienen desde muy lejos para poder estudiar y se me hace injusto que ellos sigan pagando renta de sus cuartos cuando ellos ni siquiera habitan actualmente ahí”. (Alumno 2)
Social: “Mis amigos, aunque antes solía verlos en la universidad o en la Plaza, no podemos hacer eso, sin embargo, me mantengo comunicada con ellos por medio de las redes sociales, pero no todos tienen acceso a estas herramientas”. (Alumno 13) Al hablar de las nuevas relaciones sociales virtuales a través de las cuales los jóvenes se relacionan con miembros de sus propias familias, amigos, compañeros de escuela y profesores, es inevitable el pensar en Lipovetsky (2012). En La era del vacío (escrito en 1983), el autor analiza los mecanismos de producción del sujeto en la posmodernidad, fase en la que surgen nuevos procesos de socialización que son a la vez nuevos tipos de control social (Lipovetsky, ob. cit., p. 24). El aislamiento, el contacto únicamente por vía virtual de los jóvenes universitarios con personas externas a su núcleo familiar, la desconfianza hacia el otro por el peligro del contagio, llevan a preguntarse por los sujetos que se están formando bajo estos mecanismos de control social, ciertamente de carácter profiláctico, pero innegablemente de socialización también.
Lipovetsky (ob. cit.) menciona que la extrema individualización, la exposición pública de la vida personal que se vive en la posmodernidad es un nuevo tipo de socialización, aunque él escribió este libro en 1983 pareciera que predijo la etapa actual de las redes sociales, las cuales son un reflejo del individualismo; ante la pandemia, en la que se acentúa el contacto vía redes sociales: ¿cómo se darán nuevamente las relaciones con los otros?, ¿cómo se ve al otro?, ¿existe un sentimiento de soledad generalizado?, ¿el aislamiento genera mayor miedo o resistencia frente a las injusticias, las desigualdades sociales? Por el momento no se cuenta con una respuesta, son solo preguntas para continuar reflexionando sobre el aislamiento social o la distancia social y la personalización.
Origen del riesgo (entorno moderno o premoderno). Los jóvenes universitarios reconocen el origen natural del virus, así como la intervención del hombre en su transmisión hacia el ser humano; consideran que es consecuencia de las actividades de éste, particularmente del desarrollo tecnológico de la modernidad, la cual, si bien ha representado progreso para la humanidad, también ha comprometido su existencia.
El riesgo tiene diferente origen según se trate de una sociedad moderna o premoderna (Giddens, 2004, p. 100). En repetidas ocasiones el autor menciona menciona que la modernidad representa riesgos y certezas, pero al hacer mención del origen de los riesgos los separa entre los naturales y los derivados del carácter reflexivo de la modernidad, es decir, los provocados por el hombre y por el desarrollo tecnológico, sin embargo, en cuanto al COVID 19, no existe tal separación tajante. Se asume que se trata de un virus de origen natural y de acuerdo con muchas investigaciones científicas, no fue producido en un laboratorio, por lo que las evidencias han echado abajo esta versión del origen artificial del coronavirus, como apunta Blasco (2020), pero el salto del murciélago al hombre, sí es responsabilidad de éste último, es decir, el avance del capitalismo, de métodos de producción extractivos que ponen en riesgo cada vez más espacios habitados por animales ha provocado la destrucción de su hábitat y una mayor cercanía con los humanos, haciendo más factible la transmisión de enfermedades.
Giddens (ob. cit.) alude a que en las sociedades modernas, los riesgos emanan de la índole reflexiva de la modernidad; de acuerdo por lo señalado por los sujetos de este estudio, ellos reconocen el origen de la pandemia, están informados y utilizan ese conocimiento para definir su acción, son en ese sentido reflexivos, entendiendo la reflexividad como: “el proceso continuo de retroalimentación de conocimiento social” (Gaitán, 2015, p. 4), pero considero que difícilmente puede señalarse que el coronavirus emana de la índole reflexiva de la modernidad. ¿El COVID 19 se traslada a las personas como resultado de un modelo de desarrollo? ¿Hablar de un modelo de desarrollo es lo mismo que hablar del carácter reflexivo de la modernidad?
Entorno de confianza. Teníamos el hábito de ir todos los jueves y domingos a la iglesia, pero por medidas de higiene y prevención las iglesias fueron cerradas y ahora tuvimos que recurrir a transmisiones en vivo que realizan los integrantes de la iglesia a través de las redes sociales. (Alumno 50)
La formación religiosa es parte importante de la educación que reciben los jóvenes, muchos de ellos señalan que en la infancia y adolescencia la religión, inculcada por la familia, era su referente moral; una vez que iniciaron con la educación media superior empezaron a cuestionar sus creencias religiosas, pero sin abandonarlas totalmente. La persistencia de las diversas religiones en la vida de los jóvenes universitarios es evidente al observar, como en la cita anterior, que las prácticas no solo no se han abandonado, sino que se han transformado. Si bien la asistencia a la iglesia no es el único indicador de una práctica religiosa, sí es significativa para el ejercicio de la fe y varios alumnos son los que señalan esta nueva forma de estar en contacto con su comunidad de creyentes.
Representan una pequeña minoría aquellos que no hacen referencia a alguna religión en su sistema moral, es decir, a pesar de que han cursado aproximadamente 15 años de educación laica, los jóvenes universitarios continúan adscribiéndose a algún culto, siendo patente la diversidad de confesiones. Giddens (2004, p. 100) ubica a las cosmologías religiosas como proveedoras de confianza en las sociedades premodernas. Para los jóvenes universitarios, ciertamente les proporcionan certezas, pero como sistema moral, en términos de salud pública la confianza se la confieren a los sistemas expertos, en particular a los científicos responsables de investigar el COVID 19:
La OMS (Organización Mundial de la Salud) está coordinando los esfuerzos para desarrollar y evaluar medicamentos contra la COVID-19, ya que dice que este virus ya no se va a extinguir, será permanente como la influenza, por eso mismo dicen que se crearán vacunas u otros métodos para poder sobrevivir con el virus. (Alumno 25)
También se reconoce o se teme a las consecuencias del desarrollo tecnológico, tal como se menciona en estos dos casos en los que se observa como la exposición excesiva a las redes sociales, al uso constante de las tecnologías de la información y la comunicación, puede ocasionar consecuencias negativas para la seguridad y estabilidad emocional de los jóvenes:
La tecnología es uno de esos avances que influye mucho en nuestra vida diaria al igual que esto nos ha ayudado en cuestiones de salud que puedo decir que eso sería una ventaja gracias a qué pueden hacer experimentos y con esto mismo ir descubriendo máquinas para salvar vidas y la desventaja de esto sería que con el paso de los tiempos hay expertos que siguen haciendo experimento y esto pueden llegar a causar otras enfermedades. (Alumno 40)
Fue un momento en donde yo era algo desobediente con tal de estar y no perderme nada de lo que se actualizaba en las redes sociales de tal modo que yo en aquel momento no cuidaba mi privacidad y es por eso que aceptaba a personas desconocidas, quizás subía algunas que otras fotos pero con el paso del tiempo surgieron otras anomalías que viví precisamente en las redes sociales que fue el acoso sexual, que cambió mucho mi vida porqué me empecé a desprender de las redes sociales e incluso deje de salir por cuidado propio, deje de sentirme libre y a la vez el miedo que existía en mi por qué me podía pasar algo más ya que precisamente muchas personas no usan los medios adecuadamente sino todo lo contrario solo se dedican a lastimar y hacer daños. (Alumna 13)
Como mencionó Singer (2020) en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1978:
Ningún avance tecnológico es capaz de mitigar la desilusión del hombre moderno, su soledad, su sentimiento de inferioridad y su temor a la guerra, la revolución y el terror. Nuestra generación no solo ha perdido la fe en la Providencia, sino en el propio hombre, en sus instituciones y a menudo en aquellos que están más cerca de él.
Las lecturas, la información que circula por diferentes medios, principalmente las redes sociales, el ser universitarios, el contar con cierta tecnología y conocimiento sobre su uso, el acceso a ciertos materiales académicos y la misma exigencia académica de leer, observar, reflexionar y escribir, arroja como resultado la formación de sujetos reflexivos, en el sentido propuesto por Giddens (ob. cit., p. 50):
El discurso de la sociología, y los conceptos, teorías y resultados de las ciencias sociales, circulan continuamente ‘entrando y saliendo’ de lo que representan en sí mismos y, al hacer eso, reflexivamente reestructuran al sujeto de su análisis, que a su vez ha aprendido a pensar sociológicamente.
Sin embargo, la reflexividad de los sujetos depende de las condiciones mencionadas en el párrafo anterior; también cabe mencionar que ese mismo pensamiento reflexivo les permite reconocer a los jóvenes universitarios las limitaciones de los sistemas expertos en términos de cobertura y de las consecuencias no deseadas de la acción. Los jóvenes universitarios leen, comentan, escriben desde la academia sobre el origen, causas y consecuencias del COVID 19 en sus vidas y en el mundo. Esta reflexividad se traduce en acciones, cuando ellos mencionan que acatan las indicaciones de los organismos expertos sobre las medidas preventivas frente a la pandemia. También cuestionan la eficacia de los sistemas expertos al señalar que el sistema de salud no llega a toda la población, que no todos tienen acceso a la tecnología debido a la falta de recursos económicos y a los problemas de conectividad en el país y en particular en el estado.
Los jóvenes universitarios son beneficiarios de una modernidad que les proporciona el acceso a la educación superior, a diferencia de sus padres o abuelos, y de otros miles de jóvenes que, por sus condiciones económicas, por un sistema educativo que no garantiza el acceso a toda la población y por cuestiones culturales, permanece excluida del sistema educativo. Se observa que los alumnos hacen referencia a los sistemas expertos para actuar frente al COVID 19, guían su acción y reflexionan sobre la conducta de sus vecinos a partir de un conocimiento científico, pero al mismo tiempo la religión continúa desempeñando un papel importante en su ambiente de seguridad.
En concordancia con los datos del INEGI, los jóvenes mencionan a la religión como una institución que estructura su orden social y que les proporciona certeza, confianza ante la situación que se está viviendo. Es decir, la ciencia, como sistema experto informa y proporciona conocimiento sobre el virus y sobre cómo protegerse, se advierten procesos de reflexividad, pero subsiste y coexiste, al parecer sin conflicto, un sistema que también proporciona seguridad: la religión.
Los jóvenes universitarios han desarrollado una conciencia en el plano discursivo o reflexividad sobre su actuar, conocen el origen de la pandemia y las medidas de distanciamiento social y de higiene personal para evitar contraer la enfermedad. La primera explicación de este nivel de reflexividad es que son universitarios, lo que implica que desarrollan ciertas prácticas del campo académico que les obligan y permiten informarse, investigar y escribir. A diferencia de otros sectores sociales que se muestran en las investigaciones mencionadas, este sector en particular señala poseer cierto conocimiento experto y a partir de él definir su acción.
Estos jóvenes reconocen que la pandemia surge de un entorno moderno, como consecuencia de la expansión de las actividades económicas, pero aquí nos formulamos la pregunta de si este reconocimiento es atribuible a la reflexividad de la modernidad, como menciona Giddens (ob. cit.). Es decir, se trata de un virus que surge de la naturaleza, de un ambiente premoderno, pero que se extendió al ser humano por la expansión de sus actividades económicas, ¿es eso a lo que Giddens (ob. cit.) se refiere con índole reflexiva de la modernidad?
Expresan confianza en los sistemas expertos, particularmente en el sector salud, como fuente de información, lo cual no se traduce en confianza ciega en cuanto a datos se refiere, es decir, se acepta la información sobre el origen y las medidas preventivas, pero con críticas sobre el manejo de la epidemia en el país. La reflexividad de los jóvenes universitarios da cuenta también de que sus condiciones de vida no son del todo modernas: ingresos, acceso a la tecnología, manejo de la tecnología, educación y condiciones de salud; son críticos con respecto a la situación en la que la pandemia los ha colocado, mencionan que si bien la tecnología les ha permitido mantenerse comunicados, informados, continuar su educación y prácticas religiosas; la situación social y económica de muchos de ellos provoca que sea la incertidumbre lo que prevalezca.
Para concluir, ninguno de los dos entornos de confianza (moderno o premoderno) proporciona una seguridad absoluta, ya que en ambos se perciben problemas, conflictos, rupturas e inconsistencias. Al inicio se planteó como objetivos describir y analizar las consecuencias del coronavirus en la vida de los jóvenes estudiantes teniendo como referente una teoría sobre la sociedad y someter una teoría a la contrastación empírica.
La teoría de Giddens (ob. cit.) sobre las sociedades modernas en las que los agentes actúan con base en un conocimiento científico, abrió una posibilidad de análisis para comprender la acción de un grupo de personas en particular frente a una situación en la que la información ha fluido en este contexto en específico (jóvenes universitarios). Como cualquier teoría, esta no es verificable en su totalidad, pero más que desacreditarla plantea retos para comprender la manera en que operan sus supuestos y sus argumentos en casos particulares.
Además de constatar que un ambiente de confianza no sustituye totalmente a otro (el moderno al tradicional), otra de las cuestiones que en el caso particular del COVID 19 lleva a la reflexión es la clasificación de Giddens (ob. cit.) sobre el entorno del riesgo en las sociedades modernas, al atribuir las amenazas y riesgos al carácter reflexivo de la modernidad. Se considera que dicho autor no proporciona una explicación convincente al respecto, ya que todo es atribuible a la modernidad, sin hacer referencia a un sistema de producción y tampoco aclara si la reflexividad en este caso se refiere a las instituciones o a los agentes.
En este artículo se analizó la reflexividad de los agentes, observando su sistema de conocimientos y el ambiente de confianza que guía su acción, llegando a la conclusión de que sus percepciones y sus acciones con respecto al COVID 19 sí están basadas en el conocimiento científico; también se encontró que las creencias religiosas constituyen su orden social, para ellos no se contraponen, además de que las diversas religiones han recurrido también a los sistemas expertos (como la tecnología) para mantener el contacto con sus fieles. Se propone con esta reflexión que para enfrentar esta pandemia y para frenar su avance es necesario profundizar en el esfuerzo de promover una mayor reflexividad entre los agentes.
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