Revista Honoris Causa | ISSN: 2244-8217 / ISSN-L: 2244-8217
Revista Honoris Causa

Vol. 13 N° 1

Edición Especial Abril 2021

Transcomplejidad de las megatendencias: Hacia una cultura de paz en tiempos de pandemia

Transcomplexity of megatendencies: Towards a culture of peace in times of pandemic

David Carmelo Tovar Angulo
Aviación Militar Bolivariana
Recibido: 29-10-2020
Aceptado: 24-03 -2021

RESUMEN

El presente ensayo, versa sobre la transcomplejidad de las megatendencias hacia una cultura de paz en tiempos de pandemia. Se plantea, la necesidad de adaptación del ser humano a los giros, bucles, incertidumbre del entorno y su volubilidad ante las variaciones inesperadas e incontenibles denominadas megatendencias. Éste se sustenta sobre la base del análisis documental de la postura de diferentes autores frente al debate teórico del fenómeno estudiado, su relación con la gerencia y el requerimiento de una cultura de paz para la supervivencia y proyección generacional del ser humano; tratando de instigar los conceptos involucrados desde la historia hasta el presente, para establecer su relación con la gerencia, que permitió generar reflexiones inacabadas y perfectibles acerca de que la realidad no solo es compleja, sino transcompleja: dejando en evidencia que las megatendencias que se erigieron hace menos de un lustro como imperativos categóricos han sido dezplazadas, dando paso a un nuevo orden mundial producto de la pandemia del COVID-19, que amenaza a la vida humana y requiere una mirada desde una nueva ontología y axiología para generar epistemes, que llevadas a la praxis con base a una cultura de paz, le garanticen su existencia.

Palabras clave:
transcomplejidad, megatendencias, cultura de paz, pandemia

ABSTRACT

This essay deals with the transcomplexity of megatrends towards a culture of peace in times of pandemic. The need for adaptation of the human being to the turns, loops, uncertainty of the environment and its fickleness in the face of unexpected and irrepressible variations called megatrends arises. This is based on the documentary analysis of the position of different authors regarding the theoretical debate of the studied phenomenon, its relationship with management and the requirement of a culture of peace for the survival and generational projection of the human being; trying to instigate the concepts involved from history to the present, to establish their relationship with management, which allowed generating unfinished and perfectible reflections about the fact that reality is not only complex, but transcomplex: leaving in evidence that the megatrends that were erected Less than five years ago, categorical imperatives have been postponed, giving way to a new world order product of the COVID-19 pandemic, which threatens human life and requires a view from a new ontology and axiology to generate epistemes, which are carried to praxis based on a culture of peace, guarantee its existence.

Keywords:
transcomplexity, megatrends, culture of peace, pandemic

INTRODUCCIÓN

Se vive en una época caracterizada por cambios y giros vertiginosos, que innegablemente, se convierten en un reto en todas las escalas, niveles, ámbitos, y la gerencia no es la excepción. Desde finales del siglo XX, se ha hablado de ella como la “ciencia” cuyo desafío creciente ha sido cómo dirigir y gestionar organizaciones productivas; esto por el infinito campo de acción de sus enfoques o métodos dio origen a una disciplina autónoma que muy pronto encontró espacios diversos, disímiles e imbricados, propicios, para desarrollarse y difundirse.

Partiendo del concepto tradicional, Drucker (1994) define la gerencia como “…el órgano de la sociedad encargado específicamente de hacer productivos los recursos, es decir, responsable del progreso económico organizado, refleja como consecuencia de ello, el espíritu básico de esta era.” (p. 15), se observa que la gerencia ha transversalizado la vida del hombre y han sido bastión de la evolución y satisfacción creciente. Lo que se traduce en la naturaleza multidiversa, flexible, líquida de la gerencia para permear, silente, pero contundente, la vida en todos los espacios, generando impactos significativos directa o indirectamente.

En ese sentido, debido a la imposibilidad de separar la vida y evolución del ser humano de la gerencia, ha evolucionado y trascendido el plano disciplinar, moderna, postmoderna e hiper moderna, dentro de una taxonomía innumerable de gerencias en todas las áreas del saber; lo que ha hecho de ella una ciencia en constante evolución desde la disciplinariedad de la gerencia tradicional, hacia la transdiscilpinariedad de la gerencia postmoderna. En su devenir ha trascendido de la linealidad hacia la complejidad y, por ende, a la transcomplejidad que encierra las nuevas racionalidades de la gerencia presente y futura.

Es en esa transcomplejidad, se hará especial énfasis como telos del debate epistémico para acceder y deslindar conceptos de la gerencia actual tales como las mega tendencias; concebidas estas últimas, como fuerzas rectoras de la vida global y el mayor reto de la gerencia para identificar los factores de cambio, lo cual sin duda demanda el abordaje desde la mirada transcompleja ante la imposición de un nuevo orden mundial producto de amenazas sin precedentes, como las suscitadas por la pandemia del COVID-19.

Lo antes expresado, revela con claridad meridiana, cómo las mega tendencias que a finales del año 2019 se daban como ciertas, casi definidas como imperativos de vida, en cuestión de meses, este año 2020 han dado un giro no solo en una nueva forma de ver la vida, sino que han reclamado una nueva mirada axiológica, deontológica y epistemológica para ser llevadas a la praxis en todos los espacios; para así, poder afrontar la elevada carga de transcomplejidad de un nuevo orden mundial impuesto por una pandemia, sin precedentes, con efectos desconocidos e inconmensurables. A este escenario casi impredecible, se adosa la falta de una vacuna que pueda al menos contenerla; esto impone al hombre una amenaza a su supervivencia, proyección generacional y desfavorece su permanencia sobre la faz de la tierra

Por tal motivo, este ensayo pretende generar el proceso reflexivo tendente a ver cómo las brechas que siempre habían separado al hombre mediante la distinción de clases sociales, razas, estratos socioeconómicos, se ven significativamente disminuidas y la sociedad ha sido vulnerada, víctima de la incertidumbre y de una lógica difusa ante un fenómeno desproporcionado y en desarrollo como lo es la pandemia.

Ante ese escenario mundial, se requiere de una nueva racionalidad basada en la transcomplejidad para afrontar las relaciones, correlaciones, imbricaciones y bifurcaciones que signan la vida actual; bajo una mirada que permita al hombre elevarse por sobre esas fisuras con una perspectiva humanista a la resolución de problemas que atañen a todos sin distingo de ninguna índole. Indefectiblemente, se impone al ser humano pasar toda su carga de cogniciones, emociones, conductas, intereses y metas filosóficas de vida, a través del tamiz de la cultura de paz, como aspecto determinante para acceder a una nueva forma de vida ante la nueva realidad mundial que se impone.

La Transcomplejidad, Megatendencias y COVID-19

La transcomplejidad, es una expresión que se deriva de la integración de los planteamientos de la complejidad y su método de estudio, la transdisciplinariedad de Morín (1996), acuñado por Villegas y posteriormente adoptado por la gerencia para repensarla desde la transcomplejidad, de acuerdo con lo expresado por Vergara (2010); quien además afirma que recae sobre esta nueva perspectiva, la manera de dirigir y gestionar las organizaciones para hacerlas productivas; lo que la ha llevado a desempeñarse en inconmensurables espacios de difusión. Por su parte, Alfonzo, Castillo, León y otros (2018) señalan que “…el conocimiento es producido por una red de acciones e interacciones que obligan a modificar la dinámica de búsqueda del conocimiento y su teorización.” (p. 5).

Por tal motivo, esa necesidad de moverse en el viento del saber amerita planear en el pensamiento complejo con el fin de soliviantar la mente hacia el interés por lo desconocido para conquistar situaciones más complejas producto de una realidad dinámica, multidimensional y cambiante que cultiva la transcomplejidad y cambia inesperadamente las megatendencias. Esto claramente sucede en estos tiempos de pandemia que reclaman a la sociedad mundial una concertación de saberes y medidas para afrontarla, en el marco de una cultura de paz.

En atención a ello, según Schavino (2012) la transcomplejidad se entiende como la “…visión de mundo o episteme, que emerge para dar múltiples posibilidades de reentender y resignificar la realidad.” (p. 27). Es por ello que, desde la epistemología del saber, se debe tener una “…posición abierta, flexible, inacabada, integral, sistémica y multivariada, donde lo cualitativo, lo cuantitativo y lo dialéctico se complementen en una relación sinérgica...” (p. 27).

Lo antes planteado, en la situación actual en la que se encuentra la comunidad mundial como el mega sistema que es, se aprecia una incuantificable vigencia de la concepción de la transcomplejidad que exige a los gobiernos de todos los países un trabajo mancomunado para enfrentar la pandemia de COVID-19 que aqueja a toda la población sin distingo de tendencia política, raza, credo, nacionalidad, género, situación económica, nivel académico, ni ningún otro. De allí, que tanto los gerentes, gobernantes, ciudadanos deban estar dispuestos al cambio y ser flexibles en el momento de la toma y acatamiento de decisiones que favorezcan el bienestar colectivo.

Ello, da cuenta del nuevo orden mundial que se ha constituido a través de la globalización y mundialización de la pandemia como canales o sistemas que le dan vida a las megatendecias. Estos cursos de acción de intereses mundiales, son producto de la naturaleza misma del ser humano cambiante y voluble; por lo que genera modas y tendencias, tal como lo señala Morín (op. Cit.). En ese escenario, lo que ayer estaba dado por sentado, hoy cambió drásticamente. Eso evidencia la imposición de un cambio radical a nivel mundial. Hoy el COVID-19, más allá de la idea que se posea acerca de su origen, intencionado, fenómeno espontáneo, así como los actores involucrados en su cura, nos presenta una gran e ineludible realidad: ha impuesto una nueva manera de vivir y de concebir la sobrevivencia donde la colaboración, comunión y unión de todos es indispensable.

Lo anterior, además de los cambios sociales devela impactos en una nueva economía tal como lo señalaba Drucker (2006), en la primera década del siglo XXI, cuando afirmaba que para ese entonces aún la nueva economía no había llegado. Que ella, exigiría la rapidez del cambio, por lo que la gerencia sería diferente, atenta, vigilante. Del mismo modo, afirmaba que debía partir del supuesto de que no hay una tecnología exclusiva, sino que las existentes pueden confluir de manera importante en cualquier organización. Lo anterior, también revela, la ruptura de la unicidad de criterios, la disciplinariedad y se anticipaba la existencia de lo que hoy se denomina transcomplejidad.

Ahora, en el 2020 se puede observar que se aplica todo lo expresado por el autor antes mencionado, configurando de ese modo una nueva cosmovisión de la gerencia que responda a la transcomplejidad de las megatendencias en tiempos de pandemia con un enfoque integrador de las múltiples complejidades inmanentes a todos los actores y variables; que de acuerdo con Villegas y otros (2006) es un “…nuevo modo de producción de conocimientos que apuesta más a la integración que a la disciplina e intenta integrar la explicación del positivista, la comprensión del fenomenológico y la acción del crítico…” (p. 24), con el fin de buscar soluciones a los problemas que aquejan en la actualidad a toda la humanidad por causas del COVID-19.

Todo ello, ante el riesgo cierto de la vida que produce conductas de miedo que afectan los elementos que integran todo escenario estratégico (variables y actores) en un escenario global, regional, nacional, social y familiar. En estos estadios, la incertidumbre y ansiedad además de crear zozobra ante un fenómeno inédito como el COVID-19, aceleran los factores de cambio globales, generando nuevas tendencias de futuro. En otras palabras, hombre y sociedad son sujeto de esas variables ineludibles de cambio, también conocidos como megatendencias.

Las megatendencias, según Aburdene (2006) “es una gran dirección dominante que modela nuestra vida durante una década o más” (p. 17). Para ubicarla, es necesario observar los patrones de comportamiento social, tecnologías, economía, medios, cuidado de salud y negocios, tal como lo señala Watson (2008). Es decir, son fuerzas estructurales incontenibles, rectoras de la vida y generadoras de cambio que tienen profundas consecuencias sociales, económicas y políticas; que transversalizan la vida del ser humano. Éstas, van más allá de las modas y tendencias comúnmente conocidas. Más o menos permanentes en el tiempo y susceptibles a una fuerza tanto o más grande que pueda reemplazarlas. Además, generan transformaciones en el proceso de la globalización y mundialización en la actualidad, creadoras de incertidumbre, alta complejidad en entornos difusos y de alta dificultad para la toma de decisiones gerenciales.

Lo antes descrito, evidencia la presencia de un cambio epocal impuesto por el COVID- 19 como factor generador que desplazó todas las megatendencias proyectadas para esta época, afectando de manera sistemática, sistémica y transcompleja una serie de variables y ámbitos casi de manera insondable, cuyo cambio de manera drástica ha generado nuevas miradas ontológica, axiológica y del saber, orientadas a la imperiosa necesidad de adaptarse o perecer. Es fáctico e insoslayable, que existe la necesidad de una nueva deontología global para hacer frente a esta amenaza a la vida.

Al respecto, el Grupo de Desarrollo Regional del Tecnológico de Monterrey (2009) sostiene que “…la importancia de la identificación y análisis de las megatendencias radica no sólo en la previsión de los acontecimientos que pueden transformar la vida social y los mercados, sino en el potencial de prevenirlos, modificarlos y actuar en consecuencia.” (p. 17). Esto, según la fuente antes citada, beneficia a un colectivo por sus contribuciones y lo protege de las amenazas que representa. En consecuencia, se debe planear la manera de lograr el mayor beneficio posible en el entorno actual.

Así se tiene, la caída de la megatendencia mundial como imperativo categórico en estos últimos cinco (05) años, que según la Comisión Económica para America Latina (2008), para el 2015 se tenían las migraciones como primer movimiento de globalización y mundialización; como allanador de diferencias entre los pueblos y agente de consumo y transculturización; seguido de las ciudades inteligentes, internet de las cosas (IdC) y la hiperconexión y como tercera la premiumización. Éste último fenómeno, signado por la fuerza de consumo protagonizada por jóvenes denominados como Generación Z, Millennials, Generación X, celebridades, entre otros. Estas megatendencias, eran previstas no solo como metas para el 2030, sino como reguladoras de la vida durante el siglo XXI.

Para el 2020 se vislumbraban las megatendencias del super consumidor, urbanización y teletrabajo. En las circunstancias, actuales las megatendencias cambiaron drásticamente y se orientan en primer lugar, a la búsqueda de salud, bienestar y supervivencia; en segundo lugar, el consumo digital y sociedad hiperconectada, como forma de mantener la salud y el distanciamiento social; y en tercer lugar, conciencia social y la bioética. Se observa la preponderancia del teletrabajo, el cual ha tenido un gran auge, no solo como consecuencia de la hiperconexión de las sociedades, sino como manera de superar barreras y de mantener la producción y el funcionamiento de la mayor cantidad de sectores e instituciones más allá de la presencialidad.

Esto sin duda, representa un golpe de timón sin precedentes en la historia, figurado por un cambio de megatendencias en todas las dimensiones en menos de seis (06) meses y pone frente a la gerencia la mayor y transcompleja tarea que haya podido enfrentar. Para marzo de 2020, tres (03) meses después de haberse descubierto este virus en China, las tendencias globales apuntan drásticamente a la preservación de la vida; la hiperconexión y el consumo digital, producto del necesario distanciamiento social y una forma de mantenerse las empresas y comercios a través del teletrabajo y acciones digitales. A ello, se une una tendencia que no había figurado en los últimos años, como lo es la conciencia social y la bioética que emergen como variables para preservar la vida y la supervivencia del ser humano sobre la faz de la tierra.

Como se puede observar, en gerencia prospectiva nada es rígido ni está todo dicho; nada es determinante, debido a la alta complejidad que caracteriza nuestra época. Con esto, no se pretende menguar o hacer perder valor a la transcomplejidad, a sus posturas y métodos. Por lo contrario, con estas líneas se pretende recobrar la necesidad de tomar cada día más en serio esta disciplina y hacerla transversal a la vida del hombre porque la humanidad no puede quedar a expensas de fríos modelos matemáticos, cuantitativos; tampoco en manos del empirismo que se diluye en el ensayo y el error. En atención a ello, es necesario asirse de la prospectiva transcompleja como herramienta fundamental para, no visionar futuribles, sino escoger el mejor escenario de éstos con su respectiva estrategia para conquistar ese futuro, tal como lo sugiere Schavino (2012), ante los inesperados escenarios, producto de los factores de cambio.

Pandemia por el COVID - 19

Para ilustrar más el contexto, de la transcomplejidad de las megatendencias hacia una cultura de paz en tiempos de pandemia, es importante la descripción de la enfermedad causada por el COVID – 19 que originó la pandemia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, s/f) los coronavirus son “…una gran familia de virus que causan enfermedades que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves.” (s/p).

De esa familia, surge una nueva cepa que no se había detectado en humanos antes del brote en la ciudad de Wuhan, China en diciembre de 2019, como lo es el virus del COVID-19, que da origen a una emergencia de salud pública mundial, declarada el 30 de enero de 2020 y no es hasta el 11 de marzo de ese mismo año, que es reconocida por el organismo antes mencionado como una pandemia por haberse extendido de manera rápida a paises de varios continentes del mundo, afectando gravemente a un significativo número de personas ocasionándole hasta la muerte; representando de esa forma una amenaza para la humanidad.

Al respecto, la OMS (op. cit.) afirma que el virus puede causar a las personas diversas afecciones que van desde el resfriado común acompañado de fiebre y síntomas respiratorios (tos, disnea o dificultad para respirar), el síndrome respiratorio de medio oriente (MERS-CoV), hasta los casos más severos que presentan neumonía, síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV), insuficiencia renal e incluso la muerte.

Ante ese escenario, la OMS (op. cit.) recomienda mantener buenos hábitos de higiene como lavarse frecuentemente las manos con jabón, proteger las vías respiratorias con el uso del tapa boca y cubrirse al toser o estornudar. Del mismo modo, el distanciamiento social para evitar el contacto estrecho con cualquier persona, sobre todo con aquellas que presenten síntomas del contagio del virus. Por tal motivo, las naciones decretaron medidas para preservar la salud de la población, tomando en cuenta las recomendaciones emanadas por dicho organismo, tales como el cierre de las instituciones escolares, aún sin poseer una plataforma digital que respaldara la calidad educativa a distancia; cierre de empresas y comercios dedicados a rubros que no son de primera necesidad, con la consecuente pérdida de trabajo y caída de ingresos; entre otros, produciendo un fuerte impacto en la economía nacional, regional, local y doméstica por la falta planes y políticas para abordar con efectividad, la pandemia.

Al respecto, Menz (2020) refiere que la pandemia del COVID-19 está produciendo a nivel mundial graves consecuencias en el orden de salud, social y económico por la paralización de las actividades económicas en muchos países, producto del confinamiento y restricción de movilidad de su población, lo que trae como consecuencia el más drástico desmoronamiento bursátil visto en más de treinta (30) años y la más alta recesión a nivel mundial. El autor antes mencionado, agrega que esa situación “…significará un gran impacto económico y social para las naciones emergentes, las cuales no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente a las crecientes demandas y prestaciones que esta crisis ha generado…”

Circunstancias, que en conjunto conforman una sociedad transcompleja y como tal, debe ser intervenida considerando, además, los efectos intergeneracionales que producirá la pandemia con el fin de atenuar el posible impacto que originará a los países en el orden geopolítico, social y económico, considerando además los causados a las personas desde el punto de vista psicológico, emocional y físico.

Visión Sociopoiética ante el Nuevo Orden Global Impuesto por el COVID-19

La sociopoiesis según Luhmann (1997), es un fenómeno simplificado y amplio que aborda a todos los tipos de sistemas, válido solo para un grupo social particular de conjuntos. De acuerdo con el autor antes citado, los sistemas sociales resultan de los enlaces que producen desde y en sí mismos, caracterizados por los elementos que los componen, identifican y diferencian. Desde esa posición, el autor identifica a las comunidades (y no a los individuos o sus acciones). Hablar de sociopoiesis, es hablar de una sociedad que se repiensa y mira “hacia adentro”. Es precisamente, lo que ha impuesto de manera inicial la pandemia del COVID-19. Los seres humanos, han caído en cuenta del verdadero valor de la vida, lo poco valiosos que pueden resultar los bienes materiales y posesiones, cuando no se puede hacer uso o disfrutarlas. Es así, como resurge en ellos inicialmente la capacidad de apreciar el impacto negativo de la industrialización, sus poluciones, sobre el medio ambiente, al ver mares, ríos, aire limpio; así como la aparición de especies animales que hasta hace poco se creían extintas por la amenaza del hombre.

Tal postura, constituye un aporte para la comprensión de la sociedad ante la pandemia del COVID-19, que surge desde sus operaciones comunicativas, producidas en modos recurrentes y recursivos. Para la teoría sociopoiética, el telos de la vida no es el consenso o el poder, sino más bien una manifestación de la interacción compleja de los sistemas sociales. En este sentido, las protestas de los desplazados, segregados o apartados de la comunidad, también forman parte de la vida; de manera equivalente la subjetivación, la individualidad o el cumplimiento de fines son más bien consecuencias de la misma comunicación necesaria como raza humana ante una amenaza global. Hasta el entendimiento es independiente del que tengan los sistemas participantes, quienes pueden relacionarse sin comprender ni aceptar lo mismo. Más aún, cuando predominan los rechazos también en aumento, los sistemas sociales desarrollan mecanismos para garantizar su continuidad, en acción claramente biofílica.

La visión para abordar el nuevo orden en el que se vive, requiere de una deconstrucción del pensamiento y una ruptura paradigmática que permita al hombre para acceder a nuevas dimensiones. Para Follari (2000), “…en estos tiempos, la epistemología va camino a perder completamente la función normativa de las ciencias, papel que el positivismo le había otorgado…” (p.151). En ese sentido, se propugna la necesidad de una redefinición del rol de la epistemología en todas las áreas del saber, pensada como una “bisagra” entre lo sociocultural y la práctica científica.

Para alcanzar este estado, se hace necesario reconducir la epistemología hacia una segunda ruptura que la devuelva hacia el sentido común, es decir que se regrese hacia la vida del hombre y su razón de ser. Esto, en palabras del autor permitiría “… por un lado, reabsorber socialmente a la ciencia, pero por otro, pensarla y asumirla como socialmente producida…” (p. 151). Además, rescata el carácter de la posmodernidad definida como una supremacía de lo hermenéutico por sobre lo epistemológico, para beneficio del hombre. En otras palabras, la sociedad requiere de menos lenguajes altisonantes y teorías incomprensibles y mayor aplicación de las ciencias y del saber en su favor. Es así, como la epistemología no puede ni debe ser vista como un fin en sí, sino como un medio para dar respuesta a las preguntas más trascendentales del hombre en aras de garantizar su felicidad en su paso por la tierra.

En consecuencia, el nuevo orden mundial requiere de una deconstrucción, no solo cognitiva, sino paradigmática que permita a la sociedad a través de las ciencias sociales llegar a espacios donde la autoreflexividad, la reapropiación de lo social y lo verdaderamente humano, sean los bastiones principales de la ciencia en sentido amplio. Es así, como la desfundamentación epistémica que trasciende los ámbitos del saber, se instala en la conciencia social, para acceder a espacios que, con la mirada rígida de la modernidad, sería imposible.

La postura que demanda el manejo de la situación producida por la pandemia, requiere del concurso de una nueva perspectiva desde el ser. No se puede asumir una nueva realidad, aspirando el retorno de la normalidad que se vivía hasta el pasado 31 de diciembre de 2019, cuando apareció el COVID-19 en la palestra mundial. Es necesario, proyectarse desde una nueva ontología hacia una nueva axiología mundial transversalizada por una cultura de paz, tendente a la preservación y mantenimiento de la vida en todas sus formas.

En cualquiera de los casos en los que haya surgido el COVID-19, creado por alguien, producto de un animal, país o potencia; se debe aceptar que es una amenaza que no puede ni debe ser abordada desde la parcialidad, con visión sectorizante; es imperativo trascender los intereses particulares de economías, corporaciones o élites para poder afrontarla de manera colectiva para hacerla exitosa. Hay que pasar a todo escenario posible por el tamiz de la cultura de paz. Eso demanda una nueva deontología social, global, más humana, donde prevalezca el verdadero sentido y dimensión del ser humano, por sobre los intereses económicos de países, élites o corporaciones.

Cultura de Paz en Escenarios Transcomplejos

La paz, constituye el telos de la filosofía política kantiana y es el objetivo del pensamiento de la obra de Kant (1999) quien, a pesar de buscar la paz perpetua, expresa que el ser humano refleja en sí mismo su condición natural para la guerra debido a que solventa todos sus problemas a través del conflicto. En la actualidad, la constitución de las repúblicas y el derecho internacional, apuntan hacia el ideal de una humanidad universal, donde todos sean iguales, para garantizar así las relaciones de convivencia pacífica, la hospitalidad y un positivo diálogo de culturas que amerita el apoyo de mecanismos políticos que conlleven a la paz mundial.

Dentro de esos principios referidos por Kant (op. cit.), a partir del siglo XX la (ONU, 2015) ha ensayado en sus postulados que la federación de los Estados libres, debe tener como fin crear un Estado de Paz, donde reine la voluntad general, cuyos resultados han sido tanto alentadores como desalentadores en materia de política internacional, reflejadas en las constantes violaciones de la prohibiciones y regulaciones planteadas por Kant (op. cit.), tales como constituciones vulneradas, Estados transgredidos en el principio de la soberanía nacional, deudas públicas alterando el orden internacional, entre otros escenarios transcomplejos.

En consecuencia, es necesario aproximar la práctica política actual hacia una auténtica política moral, compaginando el deber ser de la ética con la política, de acuerdo a Kant (2007) con base a la razón práctica “No debe haber guerra; ni entre tú y yo... ni guerra entre nosotros como Estados” (p. s/n). Ante ese panorama, es ineludible reflexionar acerca de la condición humana y la necesidad de repensar la política de las naciones, hacia una cultura de paz y más aún, en este tiempo donde la pandemia del COVID-19 como amenaza global, demanda de la comunión de todas las naciones en todas las escalas y ámbitos para su control y erradicación.

Al respecto, la paz tiene origen en el término latino pax, cuya connotación se usó para denominar la etapa histórica en la que un imperio logra imponerse sobre los pueblos contiguos, desarrollándose un estado de paz dentro y sobre los círculos de influencia, según De la Reza (2009) quien además refiere, que ésta puede ser tipificada de manera positiva como estado de tranquilidad y quietud a nivel personal o social en el cual se encuentran en estabilidad las partes de una unidad. Del mismo modo, se puede hacer referencia en sentido negativo, como la ausencia de guerras o violencia; cuya postura axiológica es la más difundida.

Al revisar los escritos más antiguos sobre la paz, es ineludible hacer referencia a la Biblia (2007), en cuyos textos se encuentra la expresión La paz esté contigo o con vosotros (cf. Gn.29, 6). Tal paz viene dada por Dios en compensación por la fidelidad de su pueblo a la alianza en los tiempos del Príncipe de la Paz (cf. Is. 9,6), que además viene a pregonarla incluso a quienes no pertenezcan al pueblo escogido (cf. Zc. 9,6, salmo 72, 7). Del mismo modo, enuncia: ...soportaos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz (Ef 4 2-3). De allí, que sea por la unión de Cristo y la reconciliación que Él ha obtenido, que se pueda hablar de verdadera paz entre todos. Este estado de paz debe ser impuesto por sobre la naturaleza belicista del ser humano.

Dicha paz, es diferente a la ofrecida en la actualidad que está basada en bienes materiales, bienestar, dinero, salud. Por el contrario, ésta sólo puede ser obtenida por medio de la fe y la obediencia a Él; interpretación afirmada por Pablo de Tarso (Flp 4:7), quien refiere que la paz de Dios “sobrepasa todo entendimiento y por lo tanto se entiende que está fuera de la lógica humana”.

Subyace en todo lo antes planteado, la necesidad en el hombre de una cultura de paz que supone el esfuerzo generalizado para modificar mentalidades hacia actitudes positivas con el fin de instaurar los valores de fraternidad, apoyo mutuo, confianza y generosidad, en todas las naciones del mundo. En contextos específicos como países en guerra o conflicto armado como Siria, Libia, Angola, Sudán, Somalia, Afganistán, entre otras, significa transformar dicha situación, prevenir escenarios que puedan propagar violencia y restaurar la verdadera paz, la confianza en localidades o países en guerra, tal como lo señala De la Reza (ob. cit.). En ningún caso, la paz mediática, ni la ocupación para la “pacificación” de un país devastado por el conflicto armado previo.

En cuanto a la definición de cultura de paz, ésta es definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, s/a), “como un conjunto de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia y previenen los conflictos atacando a sus raíces a través del diálogo y la negociación entre los individuos, los grupos y los Estados” (p. s/n). Su origen, es producto de una serie de programas de consolidación de paz en países donde haya cese del conflicto bélico, cuyo tema es dirigido por dicha organización, el cual trasciende esos límites para llegar a las escuelas, sitios de trabajo, parlamentos, salas de prensa, familias y espacios de distracción de todo el mundo, para garantizar la vida y la felicidad del ser humano.

Forjar una cultura de paz, implica un rechazo colectivo a la violencia en todas sus formas; lo que demanda disponer de medios y voluntad de participar en el verdadero desarrollo de la misma. Es dar respuesta para la búsqueda de soluciones desde adentro de la misma sociedad, a contrarrestar o mitigar las amenazas en su contra, las cuales revisten distintas formas de agresión; que van desde el irrespeto a los derechos humanos más elementales, la falta de justicia, opresión, neoesclavitud, hasta la pobreza extrema o ignorancia que puede sufrir un ser humano. Los acuerdos, están sujetos a la injerencia de todos los sectores que componen la sociedad, sin menoscabo de la ayuda de países que medien para lograr resultados duraderos para su estabilidad, de acuerdo con López (2004).

Teniendo como guía ese pensamiento, es pertinente tratar de instaurar la cultura de paz, difundiendo la necesidad de garantizar la seguridad objetiva y subjetiva del ser, la autodeterminación de los pueblos, el bien común y la supervivencia de la raza humana, buscando a toda costa el bien común de todas las naciones. Para ello, es necesario tener presente que cualquier diferencia entre los ciudadanos de la sociedad afecta al país y las diferencias entre países afecta al mundo entero y a la vida del hombre y del planeta en el que se habita por ser parte de un mega sistema.

De allí, que desde el seno de la UNESCO (ob. cit.) se lleven a cabo actividades fundamentales vinculadas con el ejercicio de poder, democracia y justicia social; promoción de los ideales democráticos; implantación y fortalecimiento de medios de comunicación que contribuyan a promover una cultura de paz; emancipación de las mujeres para que participen en la vida pública de su sociedad; programas de educación cívica, una formación para la gestión de conflictos y el ejercicio de la autoridad; entre otros.

Por lo antes planteado y de acuerdo a la naturaleza de este trabajo, cuyo propósito se orienta a la transcomplejidad de las megatendencias: hacia una cultura de paz en tiempos de pandemia, se vislumbra la necesidad de establecer relaciones intersubjetivas, en el marco del respeto de los derechos humanos, entre todos los actores que conforman una sociedad global, con la finalidad de armarlos, no con fusiles, sino con la capacidad del diálogo fundado en la tolerancia y solidaridad de los pueblos donde la punta de lanza sea la paz, justicia e igualdad de oportunidades para todos; acompañada de procesos sociales que permitan lograr en la población su auto protección y la de sus semejantes, con conocimiento y toma de conciencia de lo que acontece en materia de salud a nivel local, nacional y mundial con el COVID-19 como una forma de preservar la vida a través del éxito de la cultura de paz.

Reflexiones Inacabadas y Perfectibles

 A la luz de la discusión de ideas antes expresadas, se puede considerar que la gerencia ha evolucionado significativamente desde sus inicios, sobre la base de la mirada disciplinar y lineal a una gerencia postmoderna, no lineal, flexible, adaptativa e integradora, que se traduce en una naturaleza eminentemente transcompleja para afrontar la época de cambios en que se vive. En ese debate epistémico, se evidencia desde Morin (op. Cit.) hasta Follari (op.cit.), que existe un desplazamiento del paradigma determinista, positivista, reduccionista, determinista y simplificador, incapaz de penetrar en la profundidad y complejidad del ser humano. Es así, como la ontología, la axiología y la epistemología del ser y del mundo, estaban ancladas a la superficialidad del porcentaje y de la estadística, condenando a la naturaleza que subyace debajo de esa punta del iceberg que muestra, a duras penas, el modelo determinista que signó la ciencia y la gerencia modernas.

Al respecto, en las precisiones del pensamiento moriniano se extrae que la gran dificultad al hablar de complejidad es comparable a caminar por un delgado camino entre reduccionismo y holismo; donde se debe prestar especial atención para no someter lo general a lo particular, ni lo particular a lo general. Lo primero es el reduccionismo que mata a la generalidad y lo segundo el holismo que se diluye en la generalidad. Entonces, hablar de transcomplejidad es un tanto más demandante, pues una manera más integradora de pensar producto que necesita de la deconstrucción del pensamiento positivista determinista; es decir la desestructuración epistémica que implica la transepistemología y la integración de las disciplinas que signaron la gerencia tradicional. Lo anterior, se convierte en un gran reto para la gerencia postmoderna, pues de algún modo, las ciencias gerenciales están llamadas a mantener su papel preponderante a garantizar la seguridad, desarrollo y autorrealización del ser humano.

En actualidad, se vive en una época signada por giros, bucles, incertidumbre, volubilidad del ser humano, que propone a la gerencia una gran tarea ante el nuevo orden mundial impuesto por la pandemia del COVID-19. Pretender comprender la realidad desde la linealidad o desde el estado prepandemia, es una utopía que pondría a la sociedad en riesgo de involución. Para ello, se requiere desde la mirada de la transcomplejidad, la comprensión de la realidad por parte del ser humano para su supervivencia y proyección generacional. Es imposible hacer frente a una amenaza global, como el COVID-19, desde una perspectiva tradicional sectorizante y divorciada de la visión sistémica que rige al mundo y su funcionamiento.

Es incontrovertible que las megatendencias ya no son los cursos de acción casi imperativos categóricos, que se creyeron hasta hace pocos meses. Las variables no gobernables, la incertidumbre, los veloces y complejos factores de cambio, casi imperceptibles, han socavado la fama que habían tenido en los últimos sesenta (60) años. Ha quedado evidenciado que, en el mundo actual, se requieren de un comportamiento y adaptación de la gerencia más que flexibles; líquidos. Así como el agua fluye con el gradiente, para ocupar los espacios e intersticios a los que pueda acceder, así la gerencia transcompleja, postmoderna e hipermoderna, está llamada a fluir con los factores de cambio; así como también a generar e impulsar los factores y agentes necesarios para no solo entender, sino comprender la complejidad implícita en cada ser humano, en cada proceso, en cada ente, organización o institución, como una creación sea “por y para el ser humano”.

A manera de colofón, todo cambio que la gerencia aspire en aras de mejorar la vida del hombre, debe ser desde una nueva ontología del ser, tendente a la cultura de paz. La paz debe instaurarse; no es un evento azaroso, no cae del cielo ni es producto de la generación espontánea. No se puede afrontar un nuevo orden mundial, impuesto por una pandemia, desde el pensamiento belicista, egoísta, sesgado, determinista, positivista y sectorizante que signó el siglo XX y lo que va de siglo XXI, apegado al pasado y a su ética poco humanista. En consecuencia, aceptar el cambio en todas sus dimensiones, asumiendo su verdadera necesidad, implica la generación de puntos de inflexión axiológicos y deontológicos para afrontar los nuevos escenarios; asimismo, en consecuencia, el hombre debe buscar nuevos espacios y dimensiones epistémicas para afrontar la carga de complejidad creciente que implica la postmodernidad y la hipermodernidad. De lo contrario, la resistencia paradigmática que podría generarse por los atavismos y apegos a la “normalidad”, a manera de vivir antes de la pandemia, jugarían muy en contra del progreso y de la vida del ser humano de ahora en adelante.

En fin, lo que se conoció como normalidad a principios del año 2020, es un estado al que improbablemente la humanidad pueda retornar. Las medidas de bioseguridad, han traído al ruedo nuevas amenazas, como el “bioterrorismo”, de lo cual, puede ser señalada cualquier persona con solamente no emplear el uso de una mascarilla protectora. En otras palabras, la mayor carga en esa ruptura de orden global e imposición de paradigmas emergentes para garantizar la vida del ser humano, la llevamos quienes tenemos unos cuantos años respirando sobre la faz de la tierra. Los recién nacidos y los “por nacer”, verán como normal el uso de un antifaz protector, no podrán apreciar cotidianamente los gestos ni sonrisas ocultas por éste artefacto, que ha pasado a ser de uso obligatorio y todo apunta a que así seguirá siendo; los afectos y su expresión se verán enfriados por el necesario distanciamiento social, al mejor estilo de la ciencia ficción de hace unas pocas décadas. Estas nuevas generaciones, se preguntarán cómo vivimos antes de esta pandemia, inhalando y expirando libremente, sin mecanismos de control y sin bioseguridad, expuestos a los microorganismos de nuestros semejantes. Sin duda, estamos en párvix de la entrada a una nueva era en la historia de la humanidad.

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